Eva Ramírez Carpeño Profesora de los Grados de Educación Infantil y Educación Primaria
Jue, 05/12/2019 - 18:29

Niños recogiendo y reciclando envases

“Allí estaba toda la tribu. Unían sus manos, aletas, alas y patas con expectación y miedo, mientras esperaban con ojos ansiosos y respiración sostenida. Sentados, levitando o agarrados a una roca, se habían citado, como cada viernes, a la orilla del mar de aceite. Estaban allí, junto a la fábrica, justo donde se juntan el río gris, el bosque seco y el desierto de hielo. Ya no eran familias protegidas por sus clanes porque por primera vez en la historia habían hecho un pacto. Se protegían. Eran unos supervivientes. Eran los supervivientes. 

La llegada siempre era sencilla, uno, dos, tres…Poco a poco se iban frunciendo frentes, se tensaba la atmosfera y la preocupación se agudizaba. Al principio, cuando todo empezó, dilataban los tiempos de espera pero ya se habían acostumbrado. En cuanto llegaba el mensajero, pedían la noticia. ¿Qué especie se había extinguido esa semana? Luego, volvían en silencio a su silencio.

Pero esta vez era diferente. Tenían un hueco para la esperanza. Habían empezado un proyecto para salvar sus hogares y los hogares de otras tribus lejanas. Aquellas que reproducían el mismo ritual agonizante, siempre en otro día de la semana. Siempre esperando al mensajero. Debían dar a conocer su proyecto, debían extenderlo, debían conseguir salvar lo que quedaba. Seguro que podrían volver a ver el verde en la tierra, el azul en el mar, el rojo en los corales y el morado de las flores. Así pues, esperaron.

Esperaron.

Esperaron mucho tiempo.

Habían esperado mucho tiempo.

El mensajero nunca llegó.”

Querida Educación, querido futuro:

Quería compartirte esta pequeña historia porque el día que llegue mi jubilación como docente y otros tomen el relevo, querré para ellos dos cosas: que sean mejores que nosotros escuchando a los más jóvenes y que sean mejores que nosotros para cuidar su futuro.

Por ello, querida Educación, no pares en una cumbre montañosa de un frío diciembre. Esto es solo el comienzo, un buen comienzo, pero queda mucho por hacer. Haz llegar esta carta a todas las tribus. Ellos, nuestros jóvenes, ya están reunidos, ya tienen el pacto, porque no están esperando al mensajero. Ellos, hijos de la educación del siglo XXI, han dado el salto y están ya reivindicando su puesto en los Fridays for Future, están dando valor a activistas, niñas y adolescentes, como Patricia Ramos (España), Nicole Becker (Argentina), Catalina Silva (Chile), Miriam Martinelli (Italia), Sofía Molina (México) o a las hermanas Amy y Ella Meek (Reino Unido). Ellos también son parte de nuestras tribus y, si les escuchamos, ellos sabrán darte la importancia que mereces para que en la siguiente generación no haya que escribirte ninguna carta.

La educación siempre es el futuro.

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