mario.suarez Alumno del Grado en CAFD en la Universidad Isabel I
Lun, 13/06/2016 - 11:41

Reflexionar sobre la situación actual del deporte paralímpico nos permite un acercamiento a la realidad del proceso de inclusión deportiva, con una visión sobre el papel que juegan las organizaciones y federaciones a la hora de favorecer la integración de las personas con discapacidad en las estructuras colegiadas existentes. Este análisis nos deja en el aire incógnitas que resolver acerca de la complejidad o no de integrar a los deportistas con discapacidad en la federación deportiva correspondiente a la modalidad que practican.

El espectro organizativo del deporte en nuestro país comprende diversas estructuras administrativas y de gobierno. Nos referimos a esquemas de índole jerárquico, tanto público como privado, donde se incluyen las diversas entidades que integran a deportistas, técnicos, clubes y federaciones.

deporte inclusivo

http://www.csd.gob.es/csd/legislacion/estructura-del-deporte-espanol/3-estructura-del-deporte-espanol

Dentro de este amplio conjunto de organizaciones, se encuentra inmerso el deporte inclusivo, buscando ocupar una ubicación definitiva para un proceso que comenzó en el año 2004 con las directrices y recomendaciones emanadas en asamblea general por el International Paralympic Committee (IPC), en El Cairo (Egipto). La propuesta de formalizar la inclusión de los diferentes deportes paralímpicos dentro de las federaciones deportivas internacionales de cada deporte acababa de nacer.

Posteriormente a este momento, el proceso de transferencia de competencias a nivel internacional, desde las federaciones internacionales deportivas para discapacitados a las federaciones internacionales deportivas, se ha visto intensificado, pasando a ser actualmente un total de 10 deportes (canoa, ciclismo, curling, hípica, remo, tenis, tenis de mesa, tiro con arco, trihatlon, vela) los que, desde la federación internacional deportiva que los tutela, han impulsado el proceso de inclusión en cada país, facilitando la creación de reglamentación, normativas y competiciones que permitan la integración de las personas con discapacidad en las estructuras existentes (Martínez Ferrer, 2016).

Consecuencia de ello, en la última década, se ha experimentado un importante crecimiento en la colaboración entre los comités internacionales olímpicos y paralímpicos (Doll-Tepper, 1999), en los que se ha constatado una desventaja para estos últimos, debido a que los procesos de toma de decisiones terminan en representantes alejados de la realidad de las personas con diversidad funcional (Howe, 2008, en Reina, 2014).

Sin embargo y a pesar de ello, el objetivo que siempre han reivindicado las personas con discapacidad en relación con la integración e inclusión se ha plasmado en ámbitos como el laboral, el educativo, de ocio y recreación, estando aún el ámbito deportivo fuera de este proceso (CSD, 2010).

La evolución social de las personas con discapacidad ha discurrido por diversas etapas que han tenido su reflejo en el deporte, pasando por diversas evoluciones, ilustradas en el siguiente esquema. Desde la exclusión irremediable por falta de conciencia e interés general, hasta la inclusión pretendida, hemos pasado y estamos pasando por situaciones y periodos de segregación y posterior integración. Todo un desarrollo evolutivo hacia un único conjunto para todos: la verdadera inclusión.

deporte inclusivo

Fuente de consulta: http://www.ianamericas.org/inclusion-un-acontecimiento-para-todos/

Una de las cuestiones que marcan diferencialmente el proceso de la inclusión a nivel federativo es la imposición con la que las federaciones unideportivas perciben este fenómeno, vivenciándolo como un efecto generado y debido a la promulgación legislativa. Ello implica una gran incertidumbre ante la gestión que exigirá esta adaptación legal, la cual ya viene marcada por la falta de información entre federaciones, la escasez de apoyo político y económico, el desconcierto entre los deportistas y las dificultades en el planteamiento de los campeonatos y competiciones oficiales (Martínez Ferrer, 2016).

Ante una perspectiva competitiva y analizando la evolución del deporte federado, los procesos de inclusión se ven marcados por las clasificaciones funcionales. Estos sistemas de clasificación se presentan como una forma de control, organización y gobierno del deporte paralímpico, al ser implementados por personas sin discapacidad, pudiendo conducir a un fenómeno de estigmatización. Se da la casualidad de que el deporte adaptado de rendimiento (paralímpico) ha discurrido paralelo a los juegos olímpicos, por lo que podría seguir manteniéndose el discurso de las «necesidades especiales» (Goggin y Newell, 2000, en Reina, 2014) y se podría cuestionar si los propios juegos paralímpicos pueden ser contraproducentes para los derechos de las personas con discapacidad (Reina, 2014).

Guttmann, padre del movimiento paralímpico, aseguraba que la competición de gente con y sin discapacidad «permitiría mejorar la comprensión entre las personas con y sin discapacidad y ayudar a los últimos a su reintegración social» (Guttmann, 1976, en Reina, 2012).

La clave para una correcta puesta en marcha en nuestro país pasa por la sensibilización de todos los agentes involucrados en el deporte, el liderazgo del CSD como dinamizador de los cambios, la aceptación en asamblea general por parte de la federación deportiva de la modalidad y la consiguiente modificación de estatutos, junto con la baja de esa modalidad en la Federación de Deporte Adaptado (Jofre, 2009). En palabras del propio Alberto Jofre, director gerente del Comité Paralímpico Español, la integración en las federaciones deportivas lograría una mayor especialización de los servicios ofrecidos a los deportistas con discapacidad y a sus técnicos para la práctica de su deporte.

Todo ello implicará la firma de convenios entre las federaciones deportivas, las Federaciones de Deporte Adaptado, el CSD y el CPE, recogiendo diversos capítulos, como son el traspaso de responsabilidades en reglamentación, organización de campeonatos y expedición de licencias deportivas entre otros tantos.

Algunos ejemplos de este tipo de convenios los tenemos en los deportes de invierno, donde la RFEDI (Real Federación Española de Deportes de Invierno) y la FEDC (Federación Española de Deportes para Ciegos) firman un convenio para optimizar el entrenamiento del esquí alpino de competición y el rendimiento de los seleccionados por la FEDC, permitiendo el trabajo conjunto de estos corredores y el equipo nacional absoluto español de esquí alpino.

Asimismo, la historia deportiva reciente del esquí alpino también nos deja ejemplos de referencia sobre los que fijarnos, como el caso de Matthias Lanzinger, ex corredor austriaco de la copa del mundo de esquí alpino ordinario. Sufrió un desgraciado accidente en el 2008 durante la celebración del SG de Kvitfjell (Noruega) que trajo como consecuencia la amputación de una pierna. Tras una recuperación excelente, reanudó la práctica de esquí de competición en los Juegos Paralímpicos de Sochi 2014. Un corredor con nivel para ambos circuitos y que ha querido seguir compitiendo en cualquier circunstancia.

Quizás, si observamos algunas cifras exclusivamente como tales, podamos comprender mejor la realidad descrita. Al poner la lupa en el número de clubes federados en nuestro país, no encontramos muchas sorpresas. En el año 2015, contabilizando el número total de licencias emitidas para clubes, los deportes para ciegos contaron con cero licencias federadas de clubes; los deportes para sordos, 42 licencias; los deportes para discapacidad física, 107 licencias; la parálisis cerebral, 126; la discapacidad intelectual, 227 licencias. En deportes regulares u ordinarios, el fútbol tuvo 21.381 licencias de clubes; el baloncesto, 3.542 licencias; el tenis, 1.287 licencias; la montaña y escalada, 2.475 licencias. En otro orden inferior, deportes tradicionales como el hockey tuvo 129 licencias; los deportes de invierno, 212 licencias; el remo, 138 licencias. El total de clubes federados que representan a las personas con discapacidad alcanzan un 1,08% del total de licencias de clubes deportivos a nivel nacional, frente a un 33,36% de porcentaje para el fútbol. Una cantidad mínima pero superior apenas al 0,32% de los deportes de invierno, el 0,21% del hockey, el 0,72% del tenis de mesa y prácticamente igual al 1,18% de licencias por clubes de natación (CSD 2016).

La reflexión queda encima de la mesa y de los números. El proceso discurre de forma lenta. ¿Por qué? ¿Son pocos los clubes que aglutinan a personas con discapacidad? ¿Es tan complejo integrar a los deportistas con discapacidad en la federación deportiva correspondiente a la modalidad que practican?

 

Mario Suárez (alumno del Grado en CAFD de la Universidad Isabel I. Técnico deportivo superior en esquí alpino).

Bibliografía

 

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