Andrés Seoane Fuente Departamento de Comunicación
Lun, 14/08/2017 - 12:06

Si alguna vez te has preguntado por qué, supuestamente, los chicos malos son los que más éxito tienen a la hora de emparejarse, o si la Psicología tiene alguna explicación al respecto, puede que te lleves una sorpresa con esta entrega de curiosidades de la Psicología. Pero además, te daremos algunas claves sobre la explicación que se ha tratado de dar al odio en cuanto a su utilidad, ya que puede que no haberlo desterrado (como muchas veces se nos sugiere actualmente) haya sido clave para la supervivencia de la humanidad hasta nuestros días.

No siempre son los bad boys quienes se llevan a la chica. O, al menos, eso es lo que revela un estudio realizado por el departamento de Psicología de la Universidad de Senshu (Japón), la Universidad de Oslo (Noruega) y la Universidad de Chieti (Italia) y publicado en la revista Evolutionary Psychology. La investigación, llevada a cabo con una muestra de 218 estudiantes de estos países ha concluido que las mujeres ven a los hombres sonrientes como más aptos para mantener una relación a largo plazo.

En el experimento se presentó a las estudiantes una sucesión de caras masculinas que o bien tenían una expresión neutra o estaban sonriendo. Después, se preguntaba a las jóvenes con quién tendrían una cita con posibilidad de establecer una relación temporal, y con qué varones creían que podrían mantener una relación estable que incluso pudiera acabar en matrimonio. Los resultados fueron muy claros: ellas escogieron como futuribles maridos a los que sonreían, porque les inspiraban mucha más confianza.

Cambiando de tercio, un sentimiento tan denostado socialmente como el odio, pudo ser un factor diferencial en la supervivencia del ser humano en el pasado. Su importancia queda patente en las reflexiones que sobre él han hecho personajes ilustres, como Aristóteles. Para él, el odio puede ser una forma de ira no desahogada, que necesitamos para dejar atrás lo que antes amábamos cuando se produce una ruptura. Para poner distancia entre ese pasado y el presente, empleamos el odio como herramienta evolutiva: generamos un sentimiento negativo que puede transformarse en ira (si se libera) u odio (si no lo hacemos). En un contexto en que una traición podía suponer la muerte, este impulso tiene un carácter adaptativo.

Por su parte, Friedrich Nietzsche identificaba el odio con un estado vigilante, de tensión intelectual ante circunstancias de riesgo. Es decir, si un grupo tomaba una decisión en la que algunos de sus miembros no estaban de acuerdo, pero no se rebelaban para mantener la cohesión de la comunidad, los individuos capaces de odiar y enfrentarse a esa elección eran los únicos de actuar con sensatez. Y su utilidad, al igual que en el caso de Aristóteles, derivaba de que en ciertas situaciones del pasado de la humanidad, llevar la contraria a esa decisión del grupo podía marcar la diferencia entre vivir o morir.

Incluso el padre del evolucionismo, Charles Darwin, dedicó un capítulo de su obra La expresión de las emociones en el hombre y en los animales (1872) para el odio y la cólera, en el que describe la reacción física y anatómica ante este sentimiento, que liga directamente al pasado animal del ser humano como una respuesta defensiva.

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