Beatriz Robles Martínez Profesora del grado de nutrición humana y dietética
Jue, 29/09/2022 - 11:15

Desperdicio de los alimentos

Desperdicio de los alimentos

¿Cuánta comida dirías que acaba en la basura en tu propia casa? Si eres como la mayoría de los españoles, habrás calculado que no es más de un 4-5 % de lo que compras. Bien, triplica esa estimación y todavía no habrás calculado la proporción real: según el proyecto FUSIONS (Food Use for Social Innovation by Optimising Waste Prevention Strategies) de la Comisión Europea, la cifra es un 18 %. Casi la quinta parte. Tenemos el dudoso honor de estar a la cabeza de los países de la Unión Europea y este impacto es notable en el total del desperdicio alimentario, ya que supone más de la mitad de todos los alimentos desechados. Tiramos más en casa que la suma de lo que se desecha en la industria y en la restauración.

Cuando hablamos de desperdicio alimentario nos referimos a alimentos destinados al consumo humano que son desechados, bien porque muestren signos de alteración al superar su vida útil, o bien por otras razones como un exceso de producto en los supermercados o por hábitos o decisiones individuales del consumidor.

Evidentemente es un problema económico (acentuado en estos momentos por la durísima inflación). Supone una pérdida de recursos que no podemos permitirnos. Tiene impacto económico sobre la tierra en la que esos alimentos se han cultivado o criado y un uso de agua, un gasto en fitosanitarios para las plantas y en alimentación, alojamiento y medicamentos veterinarios para los de origen animal. También en la gestión de los residuos que se producen -y que acarrea de nuevo el uso de más agua- y que tienen un impacto innegable sobre el medio ambiente. Se ha gastado en transporte, en todas las operaciones auxiliares de producción y distribución y, finalmente, en almacenarlos y destruirlos como residuo. Y, aun así, el económico no es el único problema, también es una cuestión social y ética. No tenemos que irnos muy lejos para encontrar las cifras de la vergüenza. Es impresentable que más de seis millones de personas padezcan pobreza alimentaria en nuestro país y que según Human Rights Watch la demanda de los bancos de alimentos esté disparada desde la pandemia (subió un 48 % en 2020 respecto a 2019 y un 20 % en 2021 respecto a 2019).

Recientemente se ha aprobado el proyecto de Ley de Prevención de las Pérdidas y Desperdicio Alimentario, que está en tramitación parlamentaria y se espera que entre en vigor en 2023. Esta norma se centra en las obligaciones que deben cumplir las administraciones públicas y todos los operadores de la cadena alimentaria, facilitando la donación de alimentos. Entre las medidas más visibles para el consumidor están las que obligan a la hostelería a facilitar que nos llevemos sin coste los alimentos que no hayamos consumido y a informar de esta posibilidad en una zona visible del local. También se prevé que la administración tome medidas para incentivar las ventas de productos con fecha de caducidad o consumo preferente próxima, algo que repercute notablemente en el desperdicio.

La EFSA, dentro de su campaña #EUChooseSafeFood, también destina un apartado a reducir el desperdicio alimentario como uno de los pilares del sistema alimentario.

Y los consumidores, ¿Qué podemos hacer en nuestras casas? Aquí van unas cuantas ideas para evitar que alimentos perfectamente comestibles acaben en la basura:

  1. Planifica en la compra: no tiene sentido que compres grandes cantidades de comida solo porque esté de oferta (ya sabes, los 3x2 o los envases familiares) si no vas a comerla. Llévate una lista cerrada pero flexible (por ejemplo, si tienes planificado comprar una verdura y encuentras otra en oferta, puedes adaptarte), compra envases con un tamaño que sepas que es razonable consumir una vez abierto, etcétera.
  2. No descartes alimentos “feos”: la uniformidad de los vegetales en el súper se paga, los productos que no cumplen los estándares de calidad no se exponen al público y se desechan. Quizá es el momento de cambiar el súper por el mercado, donde sí puedes encontrar más variedad de calidades y precios, y de paso apuestas por canales de comercialización más cortos y en muchos casos por el desarrollo local.
  3. Planifica en tu cocina: por otra parte, tampoco es razonable que, por no tirar comida, te arriesgues a comer un alimento cuando tienes dudas sobre su seguridad. Organiza la despensa y la nevera: lo primero que entra es lo primero que sale para que no se te pasen de fecha los envases que se quedan en el fondo, etiqueta las sobras, congela lo que no vayas a comerte en los próximos días preferiblemente en envases del tamaño de la ración que vayas a comer.
  4. Conserva bien los alimentos según las instrucciones del fabricante.
  5. Diferencia entre fechas de caducidad y de consumo preferente: la primera se usa en alimentos perecederos e indica hasta qué día el alimento es seguro y no deberías consumirlo posteriormente. La segunda se emplea en alimentos más estables y nos habla de la calidad, así que puedes consumirlos pasada la fecha siempre que se hayan conservado en buenas condiciones y no presenten alteración.
  6. Sírvete la ración que vayas a comer y, si te has quedado corto, repite.
  7. Reaprovecha las sobras haciendo nuevas recetas a partir de ellas.

Las pequeñas acciones individuales cuentan: lanzan un mensaje que otras personas pueden seguir y son una forma de activismo contra el desperdicio.

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