María Eugenia Álava Profesora del Máster en Formación del Profesorado
Vie, 23/02/2024 - 14:34

Libros de CAFD

Metáfora visual sobre la salud de los libros de CAFD.

Serie: 'In corpore sano' (XLII)

En el año 2020, la OMS advirtió del gran peligro que estaba sobreviniendo en el ámbito de la medicina a raíz de las noticias falsas y la desinformación. Millones de personas basaron autodiagnósticos en búsquedas rápidas en los navegadores donde falsos gurús explicaban las posibles consecuencias -más o menos inocuas- del virus que había generado la pandemia mundial. La gran desinformación que generó ese movimiento de información veloz y poco veraz tuvo como consecuencia la muerte de muchos ciudadanos.

En el seno de las universidades, es objeto de continuo cuestionamiento si es necesario incluir asignaturas relacionadas con la comunicación científica, la selección de fuentes bibliográficas y las destrezas investigadoras en los planes de estudios a nivel de grado. En los estudios tradicionalmente considerados “científicos”, si merece la pena destinar 6 ECTS  a estas actividades, se torna debate habitual y de dudosas conclusiones. Pero, sobre todo a raíz de aquellos funestos eventos pandémicos, los contenidos de los planes de estudios fueron objeto de dramática remodelación.

La era de la posverdad se cernía sobre unos estudiantes que siempre tendrían el buscador de Google a mano, pero no siempre sabrían encontrar una entrada en una enciclopedia en formato papel. Potenciar el manejo de herramientas parecía ahora una prioridad, a pesar de los costes de oportunidad que ello pudiese suponer con respecto a conocimientos más afinados de especializaciones concretas, que podrían relegarse -aunque no sea tampoco lo ideal- a enseñanzas de niveles más superiores. Tras la constatación de que se tornaba fundamental adelantar las destrezas en la selección e identificación de fuentes fiables, y no dejarlo solo para aquellos alumnos que se estuviesen dedicando a la redacción de su tesis doctoral, potenciar el desarrollo de una mentalidad crítica y la capacidad de identificar a los autores de referencia en un campo dado comenzó a cobrar la importancia que merecía.

De la teoría a la práctica: cómo conseguir una futura atención informada a los pacientes

Preparar a unos estudiantes bien informados, por tanto, es uno de los objetivos primordiales de los planes de estudio actuales. Ellos son los únicos que estarán bien preparados para ejercer su práctica profesional una vez finalizados sus estudios. En particular, los profesionales de las ciencias del deporte se enfrentan, sin duda, a una amalgama de estafas, muy bien publicitadas, a las que tienen que hacer frente con su buen hacer.

Es un hecho que la práctica deportiva es una de las que más ha sufrido la influencia de esos “falsos gurús” en los últimos tiempos. Frente a Tiktokers y Youtubers un profesional del deporte bien informado será el único capaz de garantizar diagnósticos atinados y plantear en consecuencia planes de entrenamiento efectivos y no dañinos. Y, que no desesperen, es solo cuestión de tiempo que la sociedad les dé la credibilidad que merecen, moral y económicamente hablando.

En el camino, por lo tanto, esta distinción entre las fuentes fiables y aquellas que no lo son es un must. Los estudiantes deben ser capaces de identificar qué medios les proporcionan fiabilidad científica para configurar su estudio. Pero, ¿cómo conseguirlo?

Pues bien, el “peer-review”, el clásico método de “revisión por pares” de las revistas científicas, es uno de los mejores indicadores de fiabilidad. Pero lo cierto es que no es el único y que, incluso ese método tradicional, debe revisarse en nuestra -casi auto-denominada- era de la Posverdad. Porque en el mundo de la inter-depencia digital y las revistas predadoras, ni siquiera podemos fiarnos de los indicadores de calidad que tradicionalmente han asistido a clasificar los espacios de intercambio científico.

Crear una carpeta de conocimiento personal, con fuentes, medios y autores que busquen la excelencia y que sean, justificadamente, de obligada referencia para uno mismo es, en consecuencia, nuestra única baza para convertirnos en profesionales solventes en nuestros campos. Hoy, más que nunca, un criterio individual profundamente confeccionado, o las “comunidades de indagación” y la capacidad para discernir que en ellas se trabaja (a través del desarrollo de la fenomenología lectora), son nuestros mayores aliados para decidir qué contenido nos vale y cuál no.

Un profesional en las Ciencias de la Actividad Física y el Deporte debe basar sus decisiones prácticas en meditadas revisiones bibliográficas y experiencias de campo conducidas que le permitan decidir, de forma competente, qué opción de entrenamiento es la más adecuada para cada individuo. La atención al paciente, en la arena, estará entonces estrechamente ligada a la capacidad de llevar a cabo esos procesos de investigación. En la era del ayuno intermitente, las dietas-milagro, el pilates de pared, y el deporte de alto impacto para novatos, estar bien informados debe estar, más que nunca, entre una de las mayores prioridades de nuestro alumnado.

Bibliografía

Consejería de salud y familias. (2020). Recomendaciones sobre hábitos saludables en atención primaria. Junta de Andalucía. [Archivo PDF].

Fernández Prados, Alejandro. (2018). Influencia de la información poco fiable en internet en la gestión de la enfermedad del paciente. Universidad de las Islas Baleares.

Garrison, R. y Anderson (2003). The Community of Inquiry Theoretical Framework. En E-Learning in the 21st Century: A Community of Inquiry Framework for Research and Practice (3rd Edition). Routledge/Taylor and Francis.

Montoya, M. (2019). La era de la posverdad, la posveracidad y la charlatanería. +1 Sumando Historias. https://www.unav.edu/web/ciencia-razon-y-fe/la-era-de-la-posverdad-la-posveracidad-y-la-charlataneria

Swartz, R. J., Arthur L. Costa, Barry K. Beyer, Rebecca Reagan y Bena Kallick. (2013). Aprendizaje basado en el pensamiento. Innovación educativa. 

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