Niños y adolescentes, ¿mentalmente saludables?

Sonia López-Rubio - Lun, 10/10/2022 - 11:37

Sonia López-Rubio Directora del Máster en Psicología General Sanitaria
Lun, 10/10/2022 - 11:37

Chico con problemas de salud mental

Hoy se conmemora el día mundial de la salud mental y el lema de este año es «Dale like a la salud mental. Por el derecho a crecer en bienestar», poniendo así el foco, como objetivo prioritario, en los niños y adolescentes, un colectivo tradicionalmente infrarrepresentado en los planes de salud, pero de los que más ha sufrido a este nivel como consecuencia de la pandemia por COVID-19. De hecho, se estima que, actualmente, hasta un 47% de menores padece algún tipo de trastorno mental (Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria -AEPap-, 2022).

Y es que cuando hablamos de salud mental, tenemos que tener en cuenta que no nos referimos, únicamente, a la ausencia de enfermedades o trastornos psicológicos, sino a un estado de bienestar personal que nos va a permitir afrontar las situaciones de la vida que nos generan estrés, mediante estrategias adaptativas. Pero, para poder adquirir y poner en práctica este tipo de estrategias, los menores deben crecer en entornos seguros que les protejan y les permitan desarrollarse de forma óptima (Lázaro, 2020)

Esto es especialmente importante, ya que las consecuencias a largo plazo de padecer problemas de salud mental durante la infancia y adolescencia, en un alto porcentaje de casos, si no se tratan, se mantienen o empeoran durante la edad adulta (Rodríguez y Hernández, 2017).

En este sentido, los datos del último informe de la Fundación ANAR (2021), indican que la salud mental de nuestros menores está deteriorándose. En concreto, de 251.118 niños y adolescentes que han solicitado ayuda telefónica a esta fundación (un 50,9 % más que el año anterior), un 74 % lo ha hecho por cuestiones que afectan directa o indirectamente a su salud mental.

Por ejemplo, el maltrato físico (14 %), la ideación o intento de suicidio (9,9 %), el acoso escolar (8,5 %), el maltrato psicológico (7,9 %), las autolesiones (5,5 %), entre otros no menos importantes como el abuso sexual, trastornos de la alimentación, adicciones, duelo, etc.

Merece mención especial, en este contexto, por sus devastadoras consecuencias a todos los niveles, las consultas por conducta suicida, que se han multiplicado por 18,8 en los últimos doce años. De hecho, actualmente, según datos de la Organización Mundial de la Salud, el suicidio se ha convertido, actualmente, en la segunda causa de muerte entre menores de 15 a 19 años.

Muchas de estas cuestiones consultadas, conllevan asociados, además, otros problemas en el entorno familiar, social y escolar que incrementan de forma significativa el riesgo para la salud mental de los niños y adolescentes (violencia, adicciones, trastornos mentales, marginalidad, bullying, etc.).

En este sentido, está ampliamente demostrado que trabajar, desde los servicios de salud mental, sobre estos factores de riesgo de forma temprana, repercute en una menor probabilidad de que este colectivo desarrolle trastornos mentales (Irarrázaval et al., 2016).

Sin embargo, los recursos, tanto económicos como humanos, son aún insuficientes. De hecho, frente al resto de Europa que cuenta con una media de 18 psicólogos/as por cada 100.000 habitantes, en nuestro país contamos únicamente con seis, que son completamente insuficientes para proporcionar una atención de calidad.

Por tanto, reivindicar la figura del psicólogo/a dentro de los servicios públicos de salud y las instituciones educativas, así como visibilizar y normalizar nuestro trabajo desde la primera infancia, debe seguir siendo un objetivo prioritario, de cara a poder garantizar la salud mental de niños y adolescentes mediante intervenciones preventivas y tempranas que garanticen la salud mental de nuestros menores.