Daniel Aquillué con el libro en las manos

El profesor Daniel Aquillué Domínguez con el libro Revuelta popular y violencia colectiva en la Guerra de la Independencia.

18 de abril de 2024. El profesor del Grado en Historia, Geografía e Historia del Arte de la Universidad Isabel I, Daniel Aquillué Domínguez, es uno de los historiadores que, bajo la dirección de José María Cardesín, ha publicado un artículo de investigación en la obra Revuelta popular y violencia colectiva en la Guerra de la Independencia que acaba de publicar el Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, dependiente del Ministerio de la Presidencia, Justicia y Relaciones con las Cortes del Gobierno de España. Esta obra ha sido financiada por el Ministerio de Ciencia e Innovación- Agencia Estatal de Investigación, a cargo de los fondos FEDER entre los años 2020 y 2024.

Daniel Aquillué analiza los movimientos populares entre 1808 y 1809 en Aragón durante la Guerra de la Independencia.  En este periodo, el historiador detalla los 29 episodios de violencia popular, traducidos en forma de linchamientos y persecuciones a personas a las que se acusó de ser colaboracionistas con las tropas francesas. Esta violencia obligó a las autoridades a restablecer medidas de control o presionar a la población “enfervorecida” que actuó movida por la situación bélica que se generó en este periodo histórico.

Primavera de 1808

La fecha en la que parte su investigación es el año 1808, momento en el que se produce un colapso de la monarquía imperial que generó un vacío de poder y una doble legitimidad monárquica, en un territorio ocupado por tropas extranjeras o lugar de la guerra, y una sociedad que no se había recuperado de la grave crisis económica ocurrida a comienzos de siglo. A este escenario se sumó “la incertidumbre de la colosal crisis política, los miedos y tensiones derivados del imprevisto escenario bélico, y su movilización tanto militar como política”, explica el profesor Aquillué en su capítulo titulado “Lo merecía”, motines y violencias en el Aragón levantado contra Napoleón (1808-1809).

En la península ibérica se registraron en este periodo al menos 73 episodios de linchamientos que dejaron un saldo de 130 muertes, como explica en sus textos el historiador José María Cardesín, director del volumen. En Aragón, el número de actividades de violencia popular que variaron entre los alborotos, las amenazas, las ejecuciones y los linchamientos, o el intento de ellos, se concentra en una treintena de hechos.

El profesor Aquillué realiza un análisis pormenorizado de cada uno de los casos recogidos en los archivos históricos que comienzan el 22 de mayo de 1808, cuando llega a Zaragoza la noticia del Motín de Aranjuez y como consecuencia se produce un motín estudiantil simbólico contra el retrato de Manuel Godoy, que ocupaba el cargo de secretario de Estado. “Los estudiantes descolgaron el retrato de Godoy, lo bajaron al patio y lo arrastraron por el suelo mientras le escupían y pisoteaban, en un acto de violencia simbólica. A continuación, lo colgaron en un palo y organizaron una procesión como acto de escarnio contra el que había sido Generalísimo. En encendieron una hoguera y quemaron el retrato proclamando rey a Fernando VII, aunque aún no había llegado a Zaragoza la noticia de la abdicación de Carlos IV”, explica el historiador.

Daniel Aquillué muestra colaboración en el último libro

El profesor Daniel Aquillué Domínguez.

Los episodios violentos se concentran en mayo de 1808, momento en el que se arma a la población por la falta de tropas disciplinadas al servicio de la monarquía, por lo que se recurrió a la leva en masa. “En muchos casos, se trataba de una multitud indisciplinada, desconfiada hacia los militares y mal armada”, explica el profesor. El llamado Ejército de Aragón fue incapaz de frenar el avance napoleónico y tras las derrotas de Tudela, Mallén y Alagón, se atrincheró en Zaragoza, por lo que comenzó el primer Sitio de Zaragoza que tuvo lugar entre el 15 de junio y el 14 de agosto de 1808.

Cabe señalar que el devenir de la guerra llevó a que Zaragoza estuviera sitiada de nuevo entre el 20 de diciembre de 1808 y el 21 de febrero de 1809, tras varias derrotas del ejército español.

Acciones violentas

En este contexto, se produjeron un significativo número de acciones y violencias en Aragón que se tradujeron en amenazas verbales, agresiones, asesinatos, linchamientos y ejecuciones sumarias. La población dirigió sus acciones ante quienes consideraban los causantes de sus males, e identificaron como enemigos a extranjeros o españoles acusados de ser traidores.

El mayor número de actos violentos tuvo lugar en la primavera de 1808, especialmente contra la población civil francesa que durante décadas había vivido en tierras aragonesas debido a la cercanía de la frontera con el país galo. “No eran pocos los franceses o de descendencia francesa que vivían en pueblos y ciudades aragonesas”, explica Daniel Aquillué, y contra ellos se dirigió la turba, aunque nada tuvieran que ver con los planes o desmanes de Napoleón, se les señalaba como culpables.

Otro episodio lo protagonizaron los linchamientos de aquellos a quienes se acusó de traidores o colaboracionistas con el enemigo francés. En todo el territorio nacional, las autoridades favorables a Godoy fueron asesinadas, aunque en Aragón “solo fueron apedreadas y encarceladas, en el caso de no huir”, matiza el autor del artículo.

Conclusiones

En sus conclusiones, el profesor Aquillué señala que se produjo un tipo de violencia generalizada contra todo lo francés en Aragón, especialmente en la primavera-verano de 1808, por lo que a muchos ciudadanos franceses se les encerró en la cárcel por su propia seguridad. En cambio, la violencia contra las autoridades y clérigos españoles fue relativamente más selectiva y ejemplarizante.

La respuesta por parte de las autoridades para controlar estos brotes violentos fueron los consejos de guerra, la instalación de horcas en espacios públicos y los tribunales de excepción. No obstante, “las autoridades casi nunca tuvieron la fuerza coercitiva para imponerse porque no tenían las fuerzas suficientes para repeler los tumultos”, subraya el profesor Aquillué. “Podría decirse que en 1808 muchos tomaron las armas e intervinieron con ellas en política, y no las soltarían en buena parte del siglo XIX”, concluyó.