Montaje de noticia de libro de David Mota Zurdo

 

Composición de la portada del libro en el que participa David Mota Zurdo.

21 de febrero de 2022. Amaia Izaola Argüeso coordina el libro de la Colección Ramón Rubial Cultura en tiempos de violencia. La huella de la violencia y el terrorismo en la cultura de Gipuzkoa’, una obra en la que David Mota Zurdo, coordinador del Grado en Historia, Geografía e Historia del Arte de la Universidad Isabel I, publica un capítulo. El profesor Mota Zurdo analiza la relación entre música y política en los grupos de rock de Guipúzcoa entre 1980 y 2021.

El capítulo se titulaMúsica y política. La narrativa del ‘conflicto vasco’ a través de los grupos de rock guipuzcoanos (1980-2021). El profesor universitario estudia cómo influyó el movimiento punk en los grupos de música del País Vasco durante la Transición democrática, la década de los 80 y los cambios que tuvieron lugar en estas décadas desde el punto de vista intelectual y sociopolítico.

“En el País Vasco, este movimiento estuvo representado por el rock radical vasco (RRV) y se manifestó en su faceta más subversiva, política, extrema y agresiva tanto en el contenido de sus letras como en su interpretación instrumental”, explica el docente. Los grupos musicales en la década de los 80 emergieron en una cultura radical violenta que promulgaba el rechazo a lo hegemónico y quedó vinculado a unas siglas políticas concretas, a las de Herri Batasuna (HB), partido de la izquierda radical vasca.

Estos grupos antisistema mostraron su animadversión por la Policía, el Estado y el statu quo. Así lo reflejaron en las letras de sus canciones donde se plasmaba su punto de vista político defendiendo la construcción nacional, la violencia política, la lengua vasca, los movimientos populares y sociales, las detenciones, los presos, la tortura, el territorio, las actuaciones (extra) judiciales o la militancia nacionalista. Y estos grupos se vieron alentados en las décadas de 1980 y 1990 por la aparición de nuevos medios de comunicación especializados y sellos discográficos que vieron esta música como un producto musical consumible en los circuitos alternativos.

Este fenómeno “fue utilizado por HB para instrumentalizar el rock e impulsar una escena musical local frente al mainstream que, pese a ser por mero interés político y de discurso, contribuyó a que los músicos vascos decidieran participar en sus campañas”, destacó David Mota.

Cambios de rumbo en los 90

En los 90, los grupos de rock vascos se convirtieron en la reproducción política, cultural y de comunicación identitaria de una parte de la sociedad vasca. Unos continuaron con el mensaje antisistema mientras que otros comenzaron a fijarse en el modelo anglosajón y a cantar en inglés para “tratar de mostrar que en el País Vasco había una escena de rock mucho más rica que la politizada del RRV y sus herederos”, matiza el historiador.

Los grupos guipuzcoanos como BAP!!, Negu Gorriak, SuTaGar, Delirium Tremens o M-ak se convierten en la vanguardia musical del momento y graban Txerokee, un disco homenaje a Mikel Laboa que conjugó estilos diferentes, huyendo así de la homogeneización cultural, con una hibridación del rock y la cultura tradicional.

A finales de la década de 1990 el rock político vasco comienza a perder espacio debido a la proliferación de otros estilos más potentes a nivel nacional e internacional: la new wave, que copó gran parte de los espacios alternativos antes destinados al rock alternativo vasco. Y entran en escena el reggae, el rock, el metal, la proliferación de los DJ, el indie-rock o la música electrónica. El cambio en las tendencias no disolvió a los grupos musicales de discurso antisistema y alguno de ellos se vieron sentados en el banquillo por delitos contra el honor y de apología del terrorismo como Soziedad Alkoholika o Negu Gorriak.

Para David Mota Zurdo, la música en estas décadas en el País Vasco no fue solo un altavoz, sino que “contribuyó a incardinar sus postulados ideológicos y a que la cultura de la violencia dispusiera de un espacio acomodaticio para reproducir el discurso del odio dentro de la sociedad vasca”, propagando ideas que legitimaron determinadas acciones de ETA. Incluso hubo algunos compositores que se aproximaron a la apología del terrorismo.

La música hizo de la violencia algo cotidiano, destaca Mota Zurdo, “y se convirtió en la banda sonora de una época en al que la gran mayoría de la sociedad no se pronunció, decidió quedarse al margen y no hacer frente a la cruda realidad”.

El alto el fuego permanente de ETA en 2011 tiñó las canciones de un tono esperanzado, narrando e imaginando los posibles espacios de convivencia tras el fin de la violencia, detalla el docente, aunque David Mota también subraya la “muy significativa ausencia de canciones que visibilicen la situación de sus víctimas”, solo rotas por tímidos ejemplos como Erdian, la canción del cantautor Tontxu Ipiña, que narra las discrepancias entre dos amigos tras el secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco a manos de ETA; o Gili-gilikatxen haüt, de Nilo Etxart, en la que se apoya al cantautor Imanol, amenazado por ETA.

libro de David

Carátula del libro.