Crímenes Ibéricos

Carátula del programa Crímenes Ibéricos.

2 de febrero de 2024. La profesora María Hernández, Doctora en Ciencias Forenses, Criminalista y especialista en visualización y análisis de patrones de manchas de sangre, así como coordinadora de investigación de la Facultad de Criminología de la Universidad Isabel I, fue invitada al podcast Crímenes Ibéricos, para analizar el asesinato de Ana María Martos Nieto, el conocido como caso de la chica del bidón. La profesora Hernández arrojó detalles esclarecedores sobre el caso durante el programa.

Ana María Martos, enfermera de 32 años, desapareció en 2004 tras decidir realizar un retiro espiritual. La joven, que vivía en San Feliu de Llobregat (Barcelona), padecía depresión. Pasado un mes desde su anuncio del retiro, sus padres deciden ir a buscarla a su casa. La sorpresa es que se encuentran con unos obreros realizando una reforma en su vivienda, y le indican que el piso ha sido vendido. Los padres acuden a la policía para denunciar su desaparición pero el caso es archivado.

No se vuelve a saber nada de la joven hasta 2013, momento en el que la familia recibe una llamada telefónica, que reactiva el caso. Un hombre anónimo indica que Ana María fue estafada y posteriormente asesinada en 2004. La policía vincula el asesinato con Norma Beatriz, conocida como la “vidente de las Ramblas de Barcelona”, que tiene un largo historial como estafadora.

Un tiempo después, una nueva llamada telefónica insiste en señalar que Ana María está muerta y su cuerpo está enterrado en una finca de Lloret, en la costa catalana. La policía identifica a otro estafado por la vidente, que posee una propiedad en Lloret. Éste confiesa haber enterrado a Ana María en su finca, y acusa a la vidente de haberla matado en la vivienda de su propiedad.  La vidente desaparece y él decide meter a Ana María en un bidón y enterrarla con una capa de cemento por encima.

La policía localiza a la vidente en Argentina y la hace regresar a España para declarar. Según la versión de la vidente, Ana María se había inyectado aire en las venas debido a un cuadro depresivo, pero la profesora Hernández plantea interrogantes sobre la explicación. Destaca la dificultad de determinar la verdad después de tanto tiempo, aunque reconoce que es una práctica habitual entre los asesinatos de los conocidos como “Ángeles de la muerte”.

Revisión de las pruebas

Pasados casi 10 años desde su fallecimiento, el cuerpo se ha momificado y han desaparecido los tejidos blandos, por lo que es difícil demostrar los argumentos de los dos implicados en la muerte de Ana María. “Cuando ha pasado tanto tiempo hasta localizarse el cuerpo, se puede identificar algún hueso roto, pero no lesiones cutáneas o fallos orgánicos”, explicó la criminalista. Otra dificultad añadida es la imposibilidad de revisar el lugar de los hechos. “Puede intentar comprobarse la veracidad del testimonio de José María (la persona que enterró el cuerpo en su propiedad) tratando de localizar la supuesta sangre que se formó bajo el cadáver, porque el aseguró llegar a su propiedad y encontrarse a la víctima, que ya estaba muerta, sobre un charco de sangre. “Esta mancha sí puede localizarse con el uso de varios reactivos químicos. Estos reactivos emiten una luz azul-blanquecina en el momento en el que entra en contacto con los glóbulos rojos, aunque se haya tratado de borrar las huellas con limpieza o pintura”, indicó la docente.

La profesora Hernández resaltó la importancia de la cantidad de sangre en el escenario del crimen para identificar sus restos, instando a buscar la supuesta mancha de sangre en la propiedad donde se encontró el cuerpo de Ana María. La docente hizo referencia a su tesis doctoral en la que demostró que una gota de sangre diluida en 500.000 gotas de agua destilada puede dar positivo, porque son reactivos muy sensibles. El hecho de que la mancha se encuentre en una superficie porosa como la madera sin barnizar o el cemento, puede ser favorable, al ser materiales ideales para mantener esa mancha de sangre en una habitación. La experta forense indicó que el cemento es una superficie porosa que permite la conservación de sangre en buenas condiciones. “Se han encontrado restos en cemento de cientos de años bien conservados”, matizó.

En su intervención la criminóloga sugirió explorar la acústica forense para rastrear las llamadas telefónicas que reabrieron el caso, y también insta a investigar los movimientos bancarios y las cámaras de seguridad de cajeros automáticos para esclarecer la trama del crimen. El caso sigue siendo un enigma, pero las revelaciones de la profesora Hernández podrían acercarnos a la verdad que se esconde detrás de la chica del bidón.