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Webinar de la Universidad Isabel I.

8 de marzo de 2022. “Ante la ausencia de un registro arqueológico que defina los roles de trabajo de hombres y mujeres, somos los arqueólogos los que debemos evitar los sesgos de patriarcado. Lo que tradicionalmente nos han contado de mujeres y hombres en el pasado no se ajusta a la realidad”, explica Marcos Terradillos, director del Máster en Divulgación Científica de la Universidad Isabel I en la presentación de Olalla Prado Nóvoa, invitada al webinar ¿Qué nos han contado y qué sabemos ahora? El papel de la mujer en la evolución de nuestra especie’.

La profesora Prado Nóvoa comenzó su exposición señalando que en el pasado las interpretaciones las han hecho arqueólogos que vivían en un contexto diferente y estaban influenciando por el momento, el contexto o su clase social. “Esto ocurrió en el siglo XIX, momento en el que los arqueólogos eran hombres blancos y adinerados. Sus interpretaciones se basaron en lo que conocían”, destacó la ponente.

Marcos y Olalla

Marcos Terradillos Bernal y Olalla Prado Nóvoa.

“La investigadora Prado Nóvoa ha señalado que las actividades relacionadas con la caza o la recolección no eran inamovibles, podía haber mujeres que cazaran u hombres que recolectaran. Los arqueólogos han comprobado que en la prehistoria estas actividades estaban condicionadas por la abundancia o escasez de recursos, es decir por una lucha por la subsistencia. “En algunos pueblos de cazadores-recolectores, que vivían en áreas donde abundan los recursos, hombres y mujeres pudieron desarrollar los mismos comportamientos”, explica.

Las razones que pueden llevar a las poblaciones prehistóricas a condicionar su conducta y especializarse es debido a la adquisición de recursos. “En las decisiones que afectan a la obtención de alimentos, debería maximizarse la ecología del comportamiento humano, lo que mejora la eficiencia al conseguir recursos que permiten la supervivencia”, matiza. Las mujeres y los hombres realizan diferentes habilidades según los recursos de los que disponen en su entorno para optimizar el esfuerzo.  

Olalla

Olalla Prado Nóvoa.

Olalla Prado Nóvoa aludió en el webinar a su tesis doctoral. En ella realizó un estudio en el que participaron 48 hombres y mujeres para conocer si en las tareas de transportar peso, había diferencias de género. El estudio demostró que ante la misma composición corporal, el consumo de energía entre hombres y mujeres era similar. Así, si se considera como fundamental la supervivencia del grupo, la doctora Prado Nóvoa destacó que para asegurar el flujo constante de alimentos al final del día, las mujeres, en muchos casos en periodos de gestación y lactancia, se dedicaban a la recolección (actividad que aporta la mayor cantidad de alimento a la comunidad) y los hombres a la caza (actividad poco segura para realizarla acompañada de niños lactantes). “Su mayor o menor actividad va en función del éxito que pudieran tener los hombres en la caza, ya que lo importante es tener éxito en la reproducción y la supervivencia”, concreta la ponente.

Otra investigación coordinada por la ponente se refiere a las demandas energéticas de las mujeres embarazadas. Se realizó un estudio en 77 mujeres y se pudo comprobar que las embarazadas tienen tejidos metabólicamente más pasivos, donde se producen acúmulos de grasa, pero esta adaptación en la fisiología femenina no condiciona que necesiten aumentar su ingesta de alimentos. “Las mujeres tuvieron un papel activo durante el pasado, independientemente de su estado fisiológico”, concluyó.

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