
Procrastinación y miedo al fracaso.
17 de septiembre de 2025. El equipo de investigadores de la Universidad Isabel I ha demostrado, a través de una revisión sistemática, que existe una relación positiva y significativa entre la procrastinación académica y el riesgo de suicidio en estudiantes universitarios. Este hallazgo, publicado en la revista de Cambridge University Press, supone un avance pionero en la comprensión de cómo los hábitos de estudio pueden afectar a la salud mental.
La investigación, elaborada por los profesores Ivana Delgado, Alejandro Criado, Blanca Rosa Merino y Judit Muñoz, analizó un total de 93 estudios internacionales. Tras aplicar criterios de calidad y pertinencia, solo cuatro investigaciones fueron seleccionadas para la revisión final, procedentes de Estados Unidos, España, Perú y Jordania. En todas ellas se detectó la misma conclusión: a mayor procrastinación académica, mayor probabilidad de ideación suicida, con correlaciones que oscilaron entre 0,19 y 0,51.
Lo que nos enseñan los datos
Los autores subrayan que esta asociación se da tanto en hombres como en mujeres, aunque con una relación ligeramente mayor en ellas. Además, identificaron un factor clave: el autocontrol. Los estudiantes con mayor capacidad para regularse y organizarse presentan un menor riesgo de que la procrastinación derive en conductas autolíticas, un hallazgo este último ampliamente documentado en la literatura científica.
Una señal de alerta en el ámbito educativo
La procrastinación académica no es simplemente “dejar todo para el último momento”, sino que suele derivarse de un miedo al fracaso o una incapacidad para gestionar la incertidumbre de manera previa, lo que supone que el individuo considere posponer sus tareas académicas hasta sentirse suficientemente preparado o como forma de evitar el presunto fracaso que considera que tendrá lugar. Factores como los estilos educativos de los padres, experiencias negativas previas en el entorno académico, el tipo de tareas a realizar y las estrategias de afrontamiento influyen significativamente en la realización de la conducta procrastinadora. En consecuencia, la procrastinación académica deriva en problemas emocionales o conductuales y en un deterioro del rendimiento académico y la calidad de vida. Según el estudio, comprender y abordar este comportamiento debería convertirse en una prioridad en el ámbito educativo.
Mirando hacia el futuro
Aunque los resultados son claros, los investigadores señalan que todavía faltan más estudios para profundizar en esta relación. El artículo abre la puerta a nuevas líneas de trabajo en prevención, tanto en el ámbito clínico como en el académico. La creación de programas de acompañamiento, formación en gestión del tiempo y fomento de la autorregulación son algunas de las vías propuestas.
“Si la procrastinación académica está vinculada a un mayor riesgo suicida, debemos actuar desde la educación y la prevención”, señalan los autores, destacando la responsabilidad compartida entre centros educativos, familias y profesionales de la salud.