Alumno universitario camino de clase

27 de junio de 2025. "La universidad no atraviesa solo una crisis financiera o estructural, sino una crisis de sentido", afirma la profesora Sheila López Pérez en su último artículo publicado en la revista Espacios de Educación Superior. Bajo el título “La crisis de sentido de la universidad”, la directora del Grado en Filosofía, Política y Economía de la Universidad Isabel I, plantea una reflexión profunda sobre el papel actual de la universidad y su desvío de los fines humanistas que la definieron históricamente.

En el texto, la profesora López Pérez advierte que la educación superior se encuentra atrapada entre la lógica del mercado y su vocación humanista, al tiempo que denuncia que “se impone una lógica cuantitativa sin rumbo ni objetivo que borra el horizonte ético, crítico y social del conocimiento que se genera en la universidad”. Así, subraya que el problema de fondo no es técnico ni económico, sino profundamente filosófico: la pérdida de la misión formativa integral en favor de la mera producción de competencias útiles.

Según Sheila López, esta transformación ha sido impulsada, entre otras cosas, por las reformas educativas derivadas del Plan Bolonia, que han empujado a las universidades hacia una formación enfocada únicamente al empleo, dejando de lado su función crítica y su capacidad de construir ciudadanía. “Repitamos: se trata de formar ciudadanos, no empleados”, insiste en su disertación.

John Dewey y Martha Nussbaum

La autora recupera referentes clásicos como John Dewey y Martha Nussbaum para señalar que una educación de calidad debe promover la participación activa en la vida democrática y cultivar capacidades como la empatía y la imaginación moral. “Hoy necesitamos una universidad que no renuncie a su vocación humanista, a su misión de formar integralmente para convivir y participar en una sociedad plural”, reivindica.

El artículo concluye con una conclusión clara: es urgente recuperar el sentido original de la universidad como espacio de pensamiento, de transformación social y de formación ética. “Pensar críticamente la universidad implica preguntarse no solo qué se enseña y cómo se enseña, sino, sobre todo, para qué se enseña”, concluye.