Sheila López Pérez Directora del Grado en Filosofía, Política y Economía
Mar, 28/06/2022 - 11:00

Capitalismo y empresario con una gráfica de crecimiento

Serie: 'El Derecho Responde' (CLI)

La irrupción de Internet supone un antes y un después en nuestro mundo, y con ello, la necesidad de remodelar las leyes que lo rigen. El sujeto de derecho se encuentra, en la actualidad, en un riesgo inédito: el de la invasión de su intimidad y el de la mercantilización de sus datos personales, así como el de la modelación de sus deseos, necesidades y comportamientos. Debido a ello, la elaboración de nuevos paradigmas legales que amparen al ciudadano en un nuevo mundo tecnológico se hace tan urgente como improrrogable.

¿Qué es el capitalismo de vigilancia?

En 2013, Shoshana Zuboff creó el término “capitalismo de vigilancia” (Zuboff, 2013) para referirse al uso que las empresas tecnológicas hacían de los datos de sus usuarios. Estos datos, extraídos tanto de sus búsquedas como de las páginas que consultaban o de aquellos archivos que subían a la red, eran vendidos a otras empresas para que aquellas pudieran diseñar servicios y productos personalizados para cada consumidor. De este modo, las empresas comenzaron a transferirse los datos de sus usuarios con el objetivo de delinear un perfil digital de cada uno de ellos, un perfil que abarcara desde su comportamiento hasta sus necesidades y deseos.

Dice un tópico que cuando el producto es gratis, el producto eres tú. Pero lo cierto, al menos en lo que al capitalismo de vigilancia se refiere, es que nosotros no somos el producto: somos la materia prima que las empresas tecnológicas explotan para crear sus productos, una materia que, después, va a comprar aquellos productos que han sido diseñados para ella. En este sentido, lo peligroso no es que las empresas analicen nuestros comportamientos para poder predecir qué producto nos gustará más, sino que nos ofrezcan productos siempre similares a los que ya tenemos de manera que esto provoque, de forma paradójica, que nosotros seamos siempre los mismos.

La suposición de que nuestros comportamientos no evolucionan, de que lo que somos es una línea directa y sin cambios hacia lo que seremos, se traduce en que a las empresas les beneficia convertir a los seres humanos en objetos, en seres que no se transforman y mucho menos evolucionan. Unos seres sin capacidad de desarrollo que, además, carecen de la capacidad para autodeterminarse y moldearse a sí mismos.

En este punto, cabría preguntar: si el delineamiento de nuestra conducta ya no nos pertenece, si el control sobre nuestras decisiones o próximos movimientos no está en nuestras manos, ¿en manos de quién está?

Nacimiento del capitalismo de vigilancia

El capitalismo de vigilancia no ha aparecido de la nada, sino que ha sido inventado por seres humanos en un momento concreto de su historia. Google, que fue pionera de un nuevo tipo de capitalismo —como lo fueron en su día empresas como Ford o General Motors—, floreció en un principio como la esperanza del capitalismo de la información, es decir, aquel modelo que nos permitiría acceder a toda la información recopilada por el ser humano. Este libre acceso a la información prometía actuar como una fuerza social liberadora y democrática. Sin embargo, en el año 2000 la recesión de las tecnológicas sirvió de justificación para que Google empezará a comerciar con los datos de sus usuarios. Aquí comenzó el capitalismo de vigilancia tal y como hoy lo conocemos.

Debemos tener en cuenta que el capitalismo de vigilancia no es una nueva tecnología, sino un nuevo modo de comerciar: es la estrategia que han asumido las empresas tecnológicas para crear un círculo infinito entre gustos y ofertas, pero un círculo tramposo. No se trata de ofrecer a cada usuario aquello que necesita, sino de multiplicar las formas y modelos de aquello que necesita para ofrecer 20 productos donde solo se necesitaría 1.

La instrumentalización de la conducta de los usuarios, es decir, la conversión de la conducta en datos, nos lleva a un punto tan obscuro como deshumanizador: el punto en que el ser humano, un ser que por naturaleza es impredecible y siempre tiene en sus manos la posibilidad del cambio, se convierte en objeto, en un ente incapaz de evolucionar, en una cosa a la que se le cierra la posibilidad del cambio. De esta forma se desposee al ser humano de su voluntad, de ese órgano que le permite moldearse y autodeterminarse, de ese motor que le permite decidir el rumbo de sus pasos.

Hannah Arendt decía que la voluntad humana es el órgano capaz de moldear el futuro. Con el capitalismo de vigilancia, el derecho a poder moldear nuestro futuro empieza a peligrar. No porque corra peligro el futuro, sino porque corre peligro nuestra capacidad de intervenirlo, de incidir en él, de cambiarlo. La autodeterminación en el sentido antropológico de la palabra, en el sentido político, se está viendo mermada por la aparición de una forma de poder inédito, un poder que ya no es totalitario en el sentido de otras épocas sino en un sentido nuevo, un sentido que moldea la conducta sin recurrir a la violencia ni a la disciplina. Un sentido que, no obstante, incide en el campo de lo político y en la forma que toma la sociedad. Debemos considerar vías para recuperar el espacio digital como un espacio democrático, como ese espacio que prometió liberación y democracia y actualmente ha sido colonizado por intereses e intenciones privadas.

Bibliografía

Zuboff, S. (2013) The Age Of Surveillance Capitalism: The Fight for a Human Future at the New Frontier of Power, PublicAffairs

Editor: Universidad Isabel I

Burgos, España

ISSN: 2603-9087

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