Diego Arceredillo Alonso - Vie, 07/04/2023 - 11:18
Mujeres utilizando haciendo experimentos en un laboratorio.
Serie: 'Un Viaje por la Ciencia' (XLI)
El conocimiento se construye en ciencia a través de la aplicación del método científico. Este proceso, que en muchos casos se aplica en las aulas como un protocolo cerrado, se desarrolla en torno a un conjunto de fases que parten de la observación de un fenómeno o problema y termina, tradicionalmente, en unas conclusiones que pueden conllevar un nuevo problema para que se reinicie de nuevo el proceso.
Una de las fases intermedias es la de la experimentación. A lo largo de esta fase se confrontan las ideas previas de un investigador con datos empíricos provocándose, deliberadamente, una perturbación que permite aceptar o rechazar una hipótesis de partida. Esta aceptación o rechazo, en ocasiones, no es concluyente por lo que es necesario repetir el experimento empleando variables distintas.
La experimentación, en las escuelas, ofrece una visión realista del trabajo científico ya que se aprende a utilizar una metodología profesional. Muestran también, tanto al alumnado como al profesorado, que los conocimientos adquiridos no son estáticos, sino que cambian a lo largo del tiempo y que son susceptibles de modificaciones y correcciones (Martín Rubio et al., 2017).
El enfoque más tradicional de incorporar la experimentación en las aulas es el uso de los laboratorios escolares. Estos recursos han permitido combatir la falta de interés de los alumnos por asignaturas científicas al mostrar una relación entre la teoría vista en clase con la práctica y la vida real. Siguiendo a Espinosa-Ríos et al., 2016) estos recursos permiten «observar determinados fenómenos, obtener sustancias, estudiar sus propiedades y comprobar hipótesis». Asimismo, favorecen el desarrollo del pensamiento lógico.
Las prácticas de laboratorio permiten explorar la relación entre los fenómenos naturales y la realidad, desarrollar contenidos conceptuales y procedimentales así como problematizar diferentes dominios de conocimiento. Sin embargo, en muchos casos estos recursos didácticos siguen presentándose como una mera ilustración de la teoría en la que el alumno es un sujeto pasivo del aprendizaje.
Por desgracia, en muchas ocasiones, los laboratorios escolares son infrautilizados, fundamentalmente por su elevado coste. Por esta razón, en los últimos años se han desarrollado laboratorios de aula que trasladan la experimentación a cualquier espacio de un centro escolar. En estos laboratorios de aula, los alumnos, individual o grupalmente, comprenden el mundo que les rodea a partir de materiales que ellos mismos pueden aportar, con diferentes explicaciones a fenómenos de su día a día. Los laboratorios de aula constituyen el futuro de la didáctica de las ciencias.
La enseñanza “dirigida” y el uso del método científico como un protocolo cerrado, típica de la enseñanza tradicional, en el que los resultados siempre garantizan los objetivos propuestos al principio de la experimentación deben ser combatidos por la divulgación científica. Esta especialidad debe mostrar que la ciencia es un continuo proceso de correcciones que implican, al mismo tiempo que una garantía de calidad de la investigación, un recorrido cuyos resultados no siempre son concluyentes.
Referencias
Espinosa-Ríos, E. A., González-López, K. D. y Hernández-Ramírez, L. T. (2016). Las prácticas de laboratorio: una estrategia didáctica en la construcción de conocimiento científico escolar. Entramado, 12(1), 266-281.
Martín Rubio, I., Tarquis, A. M. y Andina, D. (2017). Starting point on the development of environemental risk management competences : experiential learning. Working Papers on Operations Management, 8, 109-114.
Editor: Universidad Isabel I
ISSN 2792-1808
Burgos, España
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