Sonia López-Rubio Directora del Máster en Psicología General Sanitaria
Lun, 05/12/2022 - 10:07

Niño detrás de su madre

Niño detrás de su madre.

Serie: 'El ABC de la Psicología' (XIII)

Natalia es una niña de 9 años que, desde hace varias semanas, presenta problemas a la hora de ir al colegio, hasta el punto de haber faltado algunos días alegando dolor de estómago y malestar general. Cuando se le pregunta por el motivo, la niña únicamente dice que desde el momento en que se empieza a preparar para ir a clase no puede evitar pensar que ese día el profesor la va a sacar a la pizarra o le va a preguntar algo que no va a saber y eso hará que sus compañeros se rían de ella; esto hace que se vaya poniendo cada vez más nerviosa y ante esta situación es incapaz de asistir a las clases.

Foto de Natalia

Niña que duda en subir al autobús escolar.

En Psicología, definimos la fobia escolar como un miedo específico e irracional ante situaciones típicas escolares (incluyendo la negativa a acudir al colegio o la dificultad para permanecer en él de forma regular), el cual se considera desadaptativo, ya que interfiere, de forma muy significativa, tanto en el rendimiento académico como en las relaciones sociales de los niños que lo sufren (García-Fernández et al., 2008).

Esta fobia está considerada como uno de los trastornos infantojuveniles más incapacitantes, ya que impacta directamente sobre el entorno más inmediato en el que los niños deberían poder desarrollar, en todo su potencial, sus capacidades cognitivas, emocionales y sociales, a través de las actividades académicas y de ocio que estos espacios favorecen.

Sin embargo, la fobia escolar no se considera una “auténtica fobia” como entidad nosológica propia (de hecho, no está incluida como categoría diagnóstica en los actuales sistemas internacionales de clasificación), sino que es mucho más compleja y puede llegar a involucrar una gran variedad de problemas como el miedo a separarse de los padres, o a experiencias concretas relacionadas con el colegio como, por ejemplo, sufrir acoso escolar u otras situaciones que podrían diagnosticarse como fobia específica o social (p. ej., situaciones de examen, miedo a hablar delante de los compañeros, etc.) (Csóti, 2011).

Este trastorno se suele desarrollar a partir de la experiencia directa por parte del niño/a o adolescente de algún tipo de situación que le resulta aversiva, o bien por la observación de este tipo de experiencias en sus compañeros/as, en situaciones escolares (Espada y Méndez, 2002).

Niño en las escaleras del colegio llorando

Niño en las escaleras del colegio llorando.

Por otra parte, la experiencia de sucesos vitales negativos tales como enfermedades prolongadas que obligan al niño/a a ausentarse del colegio durante periodos prolongados de tiempo, separación o divorcio de los padres, fallecimiento de alguno de ellos, etc., puede actuar como factor desencadenante de la fobia escolar.

Los padres suelen percatarse de que algo “va mal” cuando el niño comienza a quejarse por cuestiones del tipo “los niños me pegan”, “nadie quiere jugar conmigo”, “el profesor no me hace caso” o “me duele la barriga”, a la hora de ir al colegio o anticipar que tiene que ir (p. ej., los domingos por la noche, los lunes cuando se levanta, a la vuelta de vacaciones o después de haber faltado a clase por enfermedad, p. ej.) con el objetivo de evitar tener que ir al mismo. En muchos casos se produce, además, una negativa a realizar todas las conductas relacionadas con el hecho de ir al colegio (no querer levantarse, vestirse o desayunar; no querer subir al autobús escolar o al coche, llorar y agarrarse a su madre/padre para que no lo deje en el colegio, etc.).

Todas estas cuestiones, llevadas a la práctica clínica, implican preguntarnos: ¿estamos ante una “auténtica fobia” con características propias y diferenciadas de otros trastornos de ansiedad, o nos encontramos ante una fobia específica de tipo situacional? Actualmente, no existe un consenso unánime en torno a esta cuestión, aunque los diferentes estudios parecen apuntar a una naturaleza heterogénea y multicausal más difícil de delimitar que una fobia específica (García-Fernández, 2008). De ahí que los psicólogos debamos estar capacitados para poder realizar un correcto diagnóstico diferencial de la “auténtica” fobia escolar, o bien determinar que se trata de otro trastorno y, específicamente, ante cuál nos encontramos.

En definitiva, a la hora de realizar un diagnóstico clínico, debe distinguirse la fobia escolar de estos otros trastornos o problemas que pueden estar “enmascarados” por el contexto particular en el que se manifiestan los síntomas, pero cuya identificación va a ser fundamental de cara a la planificación de una intervención psicológica eficaz.

Referencias:

Bados, A. (2005). Trastorno de ansiedad por separación. Rechazo escolar y fobia escolar. 

Csóti, M. (2011). Fobia escolar, ataques de pánico y ansiedad en niños. LUMEN.

Espada, J. P. y Méndez, F. (2002). Terapia de conducta para la fobia escolar. Estudio de un caso. Acción Psicológica, 1, 81-85.

García-Fernández, M. M, Inglés, C. J. y Martínez, M. C. (2008). Fobia escolar y rendimiento académico. Mente y Cerebro, 68, 24.

Editor: Universidad Isabel I

ISSN 2792-1832

Burgos, España

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