Laura Illescas Díaz Coordinadora de Geografía e Historia en el MAES
Jue, 04/01/2024 - 10:54

Profesor y alumno visualizando los cuadros que han pintado

Profesor y alumno visualizando los cuadros que han pintado.

Serie: 'El Reto del Profesor en Formación' (LXIX)

¿Os habéis preguntado alguna vez cómo fue la educación recibida por los artistas durante la Edad Moderna? La respuesta se torna compleja dado que no existía un sistema educativo obligatorio normalizado y obligatorio como el vigente en nuestro país, de hecho, algunos de los artistas cuyas obras hoy admiramos y forman parte de nuestro legado patrimonial, eran analfabetos.

Para empezar, hemos de saber que los artistas, es decir, escultores, pintores, orfebres…, recibían una formación de carácter gremial destinada al aprendizaje del oficio propiamente dicho, siendo raras las ocasiones en las que se dedicó un espacio a la lectura, la escritura o el conocimiento de disciplinas académicas. Grosso modo, dicha formación se podía dividir en tres fases, en correspondencia a los estadios ocupados por el sujeto: aprendiz, oficial y maestro. Este primero, ubicado en el escalafón inferior, solía acceder al taller a la edad de trece años tras un acuerdo previo entre la familia y el maestro. A partir de ese momento, este último tenía las obligaciones de proporcionarle casa, vestido y alimentación, además de enseñarle el oficio con plena honestidad, es decir, sin ocultar ningún procedimiento que le perjudicara en el posterior desempeño de sus labores. Por su parte, el aprendiz se comprometía a obedecerle durante el periodo que estuviera bajo sus directrices, el cual solía oscilar entre cuatro años y cinco años.

Una vez conseguidos los conocimientos suficientes y la aprobación del maestro, el citado aprendiz daba un paso más en el proceso formativo y era nombrado oficial, quien ya podía firmar un contrato laboral y prestar sus servicios en un taller durante un periodo que solía fijarse en torno a los dos o tres años, si bien le quedaba prohibido la apertura de tiendas u obradores, a la par que la formación de posibles aprendices. En el estadio final se hallaba el maestro, quien para completar su formación y poder ejercer el oficio de manera independiente se debía someter a la realización de un examen previo.

Como hemos podido comprobar, este sistema tenía un marcado carácter mecánico y estaba destinado de manera exclusiva al aprendizaje de un oficio, generando entre los artistas unas carencias educativas significativas, siendo paradigmático el caso de Antonio de Pereda (1611-1678), quien fue analfabeto a lo largo de toda su trayectoria profesional. Sólo aquellos artistas pertenecientes a familias acomodadas tuvieron el privilegio de recibir una formación básica durante su infancia en manos de algún maestro privado o clérigo.

Ahora bien, en caso de conseguir cierta fama y prestigio, estos artistas se preocupaban por “completar” sus estudios acudiendo a las academias, entendiendo este término como una congregación de estudiosos de las artes y las letras. En este sentido resulta interesante destacar aquella liderada por Francisco Pacheco en la Sevilla del siglo XVII, donde se fomentó el estudio del natural y de la literatura, así como el intercambio de impresiones sobre temas concernientes a la teología, la liberalidad de pintura o filosofía.

Otro de los recursos empleados por los artistas para enriquecer su formación era la adquisición o préstamos de libros, siempre y cuando estos supieran leer y sus posibilidades económicas se lo permitiesen. El hecho de conocer en detalle la biblioteca de algunos de ellos nos ofrece una oportunidad única para aproximarnos a sus inquietudes y determinar, grosso modo, su nivel intelectual. Algunos de los casos más paradigmáticos son los de Juan de Herrera y su biblioteca integrada por 750 volúmenes; Juan Bautista Monegro, quien disfrutó de 610; el pintor y tratadista Vicente Carducho tuvo 226; y, por último, Velázquez, con una colección integrada por 154 volúmenes. ¿Cuáles eran las obras leídas? De entre todas ellas, hemos de destacar De Arquitectura de Vitruvio, Las Vitas de Giorgio Vasari, la Regola de Vignola, De re aedificatoria de Leon Battista o el Flos sanctorum  de Alonso deVillegas. En este sentido, resulta de gran interés recordar la exposición organizada por el Museo Nacional del Prado destinada a mostrar al público la biblioteca del El Greco, comisariada por Javier Docampo y José Riello.  

Editor: Universidad Isabel I

ISSN 2792-1859

Burgos, España

Bibliografía

Docampo Capilla, J.; Riello, J. (2014). L a biblioteca del Greco. Museo Nacional del Prado.

Gállego, J. (1976). El pintor de artesano a artista. Universidad de Granada.

Pescador del Hoyo, M.C. (1995). Los gremios de artesanos en Zamora. Alcaná.

Nota del autor:

Este breve recorrido, que ha tenido como propósito ahondar en el sistema formativo de los artistas durante el Seiscientos, resulta de gran utilidad para detectar las grandes diferencias existentes con el vigente, donde, a priori, todos tienen acceso a una educación reglada e institucionalizada; asimismo, se han puesto en relieve los numerosos obstáculos que hubieron de sortear para acceder a la cultura y alcanzar una formación que les hiciera prosperar  y formar parte de los círculos intelectuales de la época.

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