Sheila López Pérez Directora del Grado en Filosofía, Política y Economía
Lun, 28/02/2022 - 10:10

Mujer y hombre y psicología de masa

La psicología de las masas.

Serie: 'El ABC de la Psicología' (IX)

A lo largo de la historia se han elaborado numerosas “psicologías de las masas”, tanto por parte de psicólogos como por parte de intelectuales de otras áreas (filósofos, antropólogos, políticos, neurocientíficos…). Sin embargo, cabría preguntarse por qué en nuestra época nadie se ha lanzado a hacer una psicología del público, la nueva masa de la época contemporánea. Pasemos a ver en qué se diferencian y qué lugar ocupan en la actualidad.

Diferencia entre masa y público

Una masa es una multitud geográficamente reunida. Las masas son aglomeraciones de personas que se juntan en algún espacio y tiempo concretos y luego se dispersan.

El público, por otro lado, es una masa que puede estar dispersa desde el principio, y que no tiene por qué llegar a reunirse de manera física. El público siempre es público de algo, es decir, su conexión es un agrupamiento -sea físico o no- ante un tema en común. El público es una “sociedad limitada” de personas de cualquier parte del mundo que asumen cierta identidad por su apoyo, participación o admiración por cierto tema, ideario o individuo.

Una masa puede tener un mesías o personaje elegido para guiar a la masa hacia el objetivo de su reunión. Tras lograr este objetivo, el mesías se evapora. Un público, en cambio, no tiene protagonistas: desde el principio solo tiene coro, tal y como decía Ortega (Ortega y Gasset, 1985:44). Aun teniendo una idolatría en común, entre el público no se erige nadie por encima de los demás. Todos aceptan gratamente el papel de contemplación.

Las masas suelen carecer de homogeneidad, más allá del objetivo por el que se reúnen. El público, sin embargo, suele padecer de un modus vivendi más bien homogéneo: aun estando separados unos de otros, los miembros de un público suelen mostrar orgullosamente que son miembros de ese grupo y no de otro. Marcuse describía así el comportamiento de individuos de esta clase:

“Desaparición de la personalidad consciente, orientación de las ideas y sentimiento de todos en una sola y única dirección, predominio de la afectividad y de la vida psíquica inconsciente, tendencia a la realización inmediata de órdenes conjuntas” (Marcuse, 1968:43).

La potenciación o reducción de la vitalidad es la diferencia final entre la masa y el público: mientras que la masa sufre un aumento de energía y fortaleza a medida que se hunde en un proyecto común, los miembros de un público ven cada vez más mermada su individualidad, una individualidad que puede llegar a ser un obstáculo en su mimetización con La Idea.

La época de las redes sociales, la época del público

La aparición de las redes sociales ha provocado que nuestra forma de relacionarnos con los otros haya cambiado radicalmente. Mientras que en tiempos anteriores solíamos relacionarnos por cercanía geográfica -el barrio, la comunidad de vecinos, el trabajo, etc.-, ahora podemos conectarnos con gente de todo el mundo que tiene nuestros mismos intereses. Asimismo, podemos "desconectar" de la gente inmediatamente cercana si no compartimos intereses directos con ellos.

Las redes sociales.

En otras épocas, nos relacionábamos con las personas que teníamos cerca porque, si no, no nos relacionábamos con nadie. Sin Internet, las personas lejanas no eran una opción. Necesitábamos establecer relaciones con la gente cercana para poder convertirnos en seres humanos completos. Esto tenía sus desventajas -como vernos obligados a tratar con la cercanía, quisiéramos o no- pero también tenía sus ventajas, como un mayor sentimiento de pertenencia al lugar donde nos encontrábamos, la obligación de escuchar a personas con opiniones y gustos diferentes a los nuestros o la relación inesperada con personas con las que a priori no compartíamos nada. De esta forma, nos veíamos obligados a salir de una esfera delimitada por nosotros mismos. Sin la opción de poder elegir a medida con qué personas crear comunicación, adquiríamos una variedad de perspectivas y opiniones que hoy, con el bloqueo en redes sociales, el seguimiento exclusivo a personas con las que compartimos intereses o la desconexión con lo inmediatamente cercano no adquirimos. El nacimiento del público es a su vez la defunción de la vivencia material, aun cuando esta se encuentra enfrente de nosotros.

Cuando todos aquellos que nos rodean están tintados por nuestro mismo discurso, pues son los que hemos dejado entrar en nuestra nueva esfera auto-creada, nuestro discurso jamás se tiene que volver a topar con un discurso diferente. La posibilidad de elegir al milímetro qué discursos escuchar y cuáles no; la posibilidad de eliminar o de bloquear a todo aquel que hable de algo diferente a lo que nosotros conocemos o aceptamos; todo ello nos enclaustra en una vida que únicamente conoce el discurso de un público. Y cuando tenemos que escuchar otro tipo de discurso, el discurso de otro público, desembocamos en la cultura de la cancelación.

Decía Gabriel Tarde que era de temer el hombre de un solo periódico (Tarde, 1989:53), ¡pero qué decir del hombre de un solo periodista!

Bibliografía

Marcuse, H., Marcuse polémico (colaboración con Fromm, E., Miller, K., Lefebvre, H., Mallet, S.), Buenos Aires, Editorial Jorge Álvarez, 1968.

Ortega y Gasset, J., La rebelión de las masas, Barcelona, Planeta-De Agostini, 1985.

Tarde, G., La opinión y la multitud, Madrid, Taurus Ediciones, 1989.

Editor: Universidad Isabel I

ISSN 2792-1832

Burgos, España

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