Susana Gómez entrevistada en el suplemento El Mundo de Castilla y León

La profesora de la Universidad Isabel I, Susana Gómez González, entrevistada en el suplemento Innovadores de El Mundo de Castilla y León - El Correo de Burgos. Foto cedida por El Correo de Burgos.

25 de julio de 2025. La palabra "poliomielitis" fue durante buena parte del siglo XX, sinónimo de temor. Las campañas de vacunación lograron reducir su presencia en el mundo, pero no consiguieron borrar su huella. Esa huella, como demuestra la investigación de la doctora Susana Gómez González, puede permanecer grabada en los huesos durante toda una vida… e incluso más allá. Así lo cuenta en el suplemento Innovadores de El Mundo de Castilla y León-El Correo de Burgos en un reportaje en profundidad, firmada por la periodista María Merino, que analiza los avances de su investigación, por la que ha obtenido un premio.

Docente en la Universidad Isabel I e investigadora en la Universidad de León, la profesora Gómez González ha logrado un hito poco común en el campo de la antropología física: identificar con precisión las secuelas esqueléticas de la polio en un individuo que fue diagnosticado en vida. El hallazgo, respaldado por un riguroso estudio científico y reconocido con el primer premio del Concurso de Artículos sobre la Poliomielitis y el Síndrome Postpolio de la Universidad de Burgos, ofrece nuevas herramientas para diferenciar esta enfermedad de otras patologías neuromusculares en restos humanos antiguos.

El caso llegó a sus manos de forma inesperada: un familiar del fallecido, conocedor de su trayectoria investigadora, se puso en contacto con ella para donar el cuerpo de un hombre que había vivido con las secuelas de la polio desde la infancia. A partir de ahí, comenzó un análisis exhaustivo en el que se combinaron diversas técnicas —desde radiografías y tomografías hasta estudios densitométricos— para estudiar los efectos que la enfermedad había dejado a lo largo de las décadas.

El esqueleto, perteneciente a un varón de 82 años fallecido en 1990, presentaba deformidades visibles en las extremidades inferiores, acortamiento de una pierna, desviación de la cadera, pie zambo y otros signos compatibles con la polio, como una curvatura de la columna y cambios degenerativos derivados de un esfuerzo físico constante. También se detectó un mayor desarrollo en la parte superior del cuerpo, probablemente como consecuencia del uso de un bastón. Todo ello permite reconstruir no solo la evolución de la enfermedad, sino también cómo la persona se adaptó a sus limitaciones físicas durante su vida.

Para la comunidad científica, disponer de un esqueleto con diagnóstico confirmado es una oportunidad excepcional. En contextos arqueológicos, los investigadores rara vez tienen certeza sobre las patologías sufridas en vida por los individuos. Este estudio aporta una base comparativa valiosa que permitirá afinar futuras investigaciones en restos con daños similares.

Pero más allá del ámbito científico, esta historia contiene un componente profundamente humano. No solo por la generosidad del donante, sino también por el compromiso de una investigadora que, sin financiación externa, ha dedicado tiempo y esfuerzo a un proyecto que une ciencia, memoria y sociedad.

La profesora Gómez González, licenciada en Ciencias Biológicas y doctora en Antropología Biológica y de la Salud, continúa explorando el impacto de enfermedades infecciosas en restos antiguos. Actualmente trabaja en casos de sífilis del siglo XVI y de tuberculosis osteoarticular en restos medievales, patologías que, como la polio, siguen presentes en algunas regiones del planeta.

Con este trabajo, la ciencia vuelve a mirar hacia atrás para comprender mejor el presente. Y lo hace desde Castilla y León, donde una historia silenciosa que comenzó en los huesos de un paciente vuelve ahora a tener voz.