Buho e iluminación artificial

Buho e iluminación artificial.

28 de octubre de 2025. Las ciudades nunca duermen, pero esa actividad constante tiene consecuencias que van mucho más allá del descanso humano. La contaminación lumínica y acústica está alterando profundamente los comportamientos naturales de las aves urbanas, según explicó el doctor en Biología y profesor del Máster en Divulgación Científica de la Universidad Isabel I, Álvaro Bayón, en el programa La mecánica del caracol de EITB, presentado por Eva Caballero.

En su intervención, Bayón abordó los resultados de un estudio de la Universidad del Sur de Illinois que ha analizado más de 60 millones de cantos de 583 especies de aves en casi 8.000 localizaciones de todo el mundo. El trabajo, basado en ciencia ciudadana y desarrollado a través de la aplicación Birdweather, ha revelado que la contaminación lumínica alarga en unos 50 minutos diarios el canto de las aves respecto a sus condiciones naturales.

Iluminación artificial

“Las luces artificiales desbaratan el reloj biológico de las aves, afectan a su descanso y a sus patrones migratorios, e incluso pueden desorientarlas durante los viajes nocturnos”, señala Bayón.

Según explica el profesor, las especies más afectadas son aquellas con ojos grandes, migratorias o que anidan al aire libre, ya que son más sensibles a la luminosidad. Aunque el aumento del tiempo de canto podría ofrecer ventajas como más oportunidades para alimentarse o reproducirse, los efectos a largo plazo siguen siendo inciertos. “Podría implicar mayores niveles de estrés, menor descanso o un deterioro del sistema inmunológico”, apunta Bayón, citando a la investigadora Crystal Cain, del Science Media Center.

Ruido urbano

Además de la luz, el ruido urbano también supone una amenaza silenciosa. La contaminación acústica interfiere con el canto de las aves, esencial para su comunicación, la defensa del territorio o la búsqueda de pareja. Algunas especies, como los gorriones o los herrerillos, elevan el tono de sus cantos para hacerse oír entre el tráfico y el bullicio, mientras que otras, como los petirrojos, cambian sus horarios y cantan al amanecer o al anochecer, adaptándose a un entorno cada vez más ruidoso. “Estas adaptaciones tienen un coste energético alto y pueden alterar la comunicación entre individuos”, advierte Bayón. “En cierto modo, las aves están librando una carrera contra reloj para adaptarse a nuestro ritmo de vida”.

Soluciones sencillas

El profesor también destacó que las soluciones están al alcance de la mano, con medidas sencillas como el uso de luces cálidas, luminarias orientadas hacia el suelo o sensores de movimiento que eviten la iluminación constante. “Con pequeños cambios tecnológicos podríamos reducir significativamente los efectos negativos sobre la fauna urbana”, subrayó.

La contaminación lumínica y acústica no afecta solo a las aves, sino también a insectos, murciélagos, tortugas marinas, plantas e incluso a los seres humanos, alterando los ciclos naturales del sueño, la reproducción y la alimentación.

El episodio de La mecánica del caracol, emitido el 17 de septiembre de 2025, vuelve a poner sobre la mesa la necesidad de repensar la convivencia entre naturaleza y ciudad, pero también de apostar por una planificación urbana más respetuosa con el entorno.