
Marcos Terradillos en los Yacimientos de Atapuerca.
16 de diciembre de 2025. Durante décadas, los neandertales han sido presentados como una “humanidad fallida”, con los tópicos de ser toscos, primitivos y condenados a desaparecer ante el avance de Homo sapiens. Sin embargo, la investigación científica de las últimas décadas ha desmontado esa imagen simplista. Así lo explica Marcos Terradillos, director del Máster en Divulgación Científica y del Grado en Historia, Geografía e Historia del Arte de la Universidad Isabel I, en un reciente artículo publicado en el blog del Museo de la Evolución Humana, donde revisa qué sabemos hoy sobre estos homínidos y por qué siguen siendo esenciales para entender nuestra propia historia.
Lejos de ser un capítulo marginal de la evolución humana, Marcos Terradillos explica cómo los preneandertales y neandertales ocuparon Europa durante más de 400.000 años y desarrollaron complejas estrategias de adaptación al entorno. Burgos se ha convertido en uno de los territorios clave para reconstruir ese pasado, gracias a la concentración de yacimientos que documentan distintas fases de su presencia y comportamiento.
Las evidencias arqueológicas muestran que fabricaban herramientas complejas, dominaban el fuego, organizaban sus campamentos y explotaban de forma estratégica los recursos del entorno. Además, existen indicios sólidos de comportamiento simbólico, como el uso de adornos personales e incluso posibles prácticas rituales relacionadas con la muerte.
Además de contar con dos yacimientos de preneandertales (Sima de los Huesos y Galería en Atapuerca) y cuatro de neandertales “clásicos” (Valdegoba, Galería de las Estatuas, Cueva Fantasma y Prado Vargas) en los que se han encontrado restos humanos, también se ha recuperado ADN en tres de ellos (Sima de los Huesos, Valdegoba y Galería de las Estatuas). El análisis del ADN antiguo ha confirmado que los neandertales no solo coexistieron con Homo sapiens, sino que se hibridaron con él. Una parte significativa de la población actual especialmente fuera de África, conserva un pequeño porcentaje de genes neandertales (se calcula que es un 4% del ADN de la población mundial). Este dato cuestiona la idea de una sustitución violenta o absoluta y apunta a una historia evolutiva mucho más entrelazada.

Galería de las Estatuas en los Yacimientos de Atapuerca.
Atapuerca y el contexto evolutivo neandertal
Aunque la Sierra de Atapuerca es mundialmente conocida por albergar algunos de los restos humanos más antiguos de Europa, su relevancia no se limita a las primeras especies del género Homo. En varios sectores del complejo, como la Galería de las Estatuas, se han identificado niveles asociados al Paleolítico Medio, con una cronología que podría situarse entre los 115.000 y los 70.000 años, en un momento clave para la evolución y expansión de los neandertales en la península ibérica. En Atapuerca también contamos con Cueva Fantasma donde se han recuperado restos humanos de neandertal y varios yacimientos al aire libre que nos ayudan a comprender como esta especie gestionaba este tipo de paisajes (Hotel California, Hundidero y Fuente Mudarra).
Estos hallazgos no solo aportan datos cronológicos, sino que permiten comprender mejor la continuidad de ocupación humana en el territorio y las transiciones culturales que se produjeron antes de la llegada de Homo sapiens.

Cueva Fantasma en Atapuerca. Fotografía de Marcos Terradillos.
Prado Vargas: un campamento neandertal en el norte de Burgos
Uno de los enclaves más reveladores es Prado Vargas, situado en el complejo kárstico de Ojo Guareña, en la Merindad de Sotoscueva (Burgos). Este yacimiento, excavado de forma sistemática desde 2016, ha proporcionado evidencias directas de ocupación neandertal datadas en torno a los 46.000 años, es decir, en los momentos finales de su presencia en Europa.
Herramientas líticas, restos de fauna con marcas de corte y estructuras asociadas al procesamiento de alimentos muestran que los neandertales no solo transitaban por la zona, sino que la utilizaban de forma recurrente. El hallazgo de un diente infantil perteneciente a un niño neandertal, apodado Vera, ha permitido además confirmar la presencia de grupos familiares y no únicamente de partidas de caza ocasionales.
Valdegoba y la ampliación del repertorio neandertal
Otro punto clave del mapa neandertal burgalés es la Cueva Valdegoba, donde se han documentado ocupaciones de hace aproximadamente 130.000 años. En este yacimiento, donde los neandertales se han especializado en la caza de rebecos, también se han identificado restos de aves con marcas de corte, una evidencia especialmente relevante porque amplía la idea tradicional de la dieta neandertal, históricamente centrada en grandes mamíferos.
Estos datos refuerzan una de las ideas centrales que destaca Terradillos: los neandertales tenían altas capacidades de adaptación, capaces de explotar distintos recursos y ajustar sus estrategias a entornos cambiantes, algo incompatible con la imagen de una especie cognitivamente limitada.

Excavación en la Cueva de Valdegoba.
Un legado que obliga a repensar la evolución humana
Otro de los puntos centrales del artículo es la desaparición de los neandertales, un proceso que sigue siendo objeto de debate científico. Lejos de explicaciones simples basadas en inferioridad biológica, las hipótesis actuales contemplan una combinación de varios factores entre los que se barajan cambios climáticos bruscos, reducción demográfica, competencia por recursos y absorción genética progresiva por parte de otras poblaciones humanas.
Para comprender la extinción de los neandertales, Burgos también cuenta con yacimientos muy relevantes como el citado Prado Vargas, así como Kaite (Ojo Guareña) y Cueva Millán (Valle de Arlanza). En este último yacimiento se documenta una tecnología singular, el denominado Arlanziense, que mezcla rasgos neandertales con innovaciones propias del Paleolítico superior, de entre hace unos 45.000 y 43.000 años.

Entrada a la Cueva Kaite.
Burgos se consolida, por tanto, como un auténtico laboratorio de la prehistoria europea, donde cada nueva excavación contribuye a revisar los relatos heredados y a comprender que la evolución humana no fue una línea recta ni una competición simple, sino una historia compartida, compleja y profundamente humana.