Raquel Martín Ríos Directora del Máster en Neurociencia y Educación
Mar, 20/12/2022 - 09:54

Niños jugando con varios juguetesLa importancia del juego en la infancia.

Serie: 'Neurociencia Educativa' (XLI)

Resulta innegable la continua influencia que ejercen el ambiente y los factores genéticos sobre el desarrollo cerebral y la adquisición de diferentes capacidades cognoscitivas (Ardila y Rosselli 2007). En las últimas décadas, la investigación científica ha ambicionado establecer una correspondencia entre el desarrollo de la función cognitiva y un determinado criterio de maduración cerebral. Por esa razón, el neurodesarrollo se entiende como una interrelación dinámica entre procesos genéticos, cerebrales, cognitivos, emocionales y conductuales a lo largo del ciclo vital.

Resulta fascinante descubrir que la formación del sistema nervioso comienza a los 18 días tras la concepción. Con sólo 7 semanas, se inicia el crecimiento de los hemisferios cerebrales, surcos y circunvoluciones del cerebro. Mientras que, a partir de las 20 semanas del comienzo del periodo de gestación, se produce un crecimiento neuronal y un incipiente desarrollo de las regiones corticales. A mitad del embarazo se llegan a producir hasta 25.0000 células por minuto (Berger, 2007). Paralelamente, el proceso de maduración cerebral promueve la organización (migración) y diferenciación celular culminando en el proceso de mielinización axonal. La mielina es una sustancia que recubre la parte de los axones y facilita que la transmisión de impulsos eléctricos entre las neuronas adquiera mayor velocidad (Kolb y Whishaw, 2008). La primera mielinización aparece en los primeros 180 días de gestación aproximadamente (Johnson y Wolke, 2013). Este fenómeno de mielinización representa uno de los índices clave en la maduración cerebral puesto que se encuentra estrechamente relacionado con el desempeño cognitivo.

Engrosamiento cortical

Otro parámetro madurativo clave en el neurodesarrollo sería el engrosamiento cortical. Específicamente, los niños entre los 2 y 6 años experimentan un crecimiento cerebral que puede alcanzar hasta 90% de su peso de adulto. En un principio, lo que domina el desarrollo es la estructura formada, sin embargo, las diversas interacciones con el ambiente interno y externo serán responsables de ir produciendo cambios cerebrales cada vez más complejos.

Niña aprendiendo a apilar fichas con un juguete

Niña aprendiendo a optimizar la destreza manual.

La importancia del entorno en el desarrollo infantil resulta notable en el desarrollo de la función ejecutiva. La función ejecutiva constituye una de las capacidades cognitivas esenciales para el aprendizaje puesto que integra un conjunto de procesos superiores entre los que destacan: la memoria de trabajo, la capacidad de inhibición, la flexibilidad, la resolución de problemas y la planificación (Tirapu-Ustárroz y Luna-Lario, 2011). La corteza prefrontal resulta esencial para promover y ejecutar este tipo de funciones debido a conexiones con el sistema límbico, formación reticular y áreas de asociación (corteza parietal, temporal y occipital). Representando un centro neurálgico clave que regula la conducta cognitiva, emocional y social.

Desarrollo neurocognitivo

Uno de los aspectos más interesantes del desarrollo neurocognitivo es que se caracteriza porque tiene períodos críticos de crecimiento sináptico en etapas evolutivas muy concretas. Por ejemplo, a los 8-9 meses los bebés son capaces de guiar su conducta para alcanzar una meta (acción intencionada) utilizando información previa almacenada (Diamond, 2006). Este hecho se produce porque ya pueden comprender el concepto denominado permanencia del objeto, es decir, tienen conciencia de los objetos o personas siguen existiendo, incluso cuando no están visibles para ellos (Piaget, 1981). Entre los 18 a 24 meses, comienzan a anticipar y resolver problemas utilizando experimentación por medio de la imaginación. Aunque no es hasta los 2 años cuando la memoria de trabajo y la capacidad inhibitoria comienzan a establecerse dentro de su repertorio conductual hasta alcanzar su pleno desarrollo alrededor de los 12 años, coincidiendo con un incremento de conexiones en las áreas prefrontales (Anderson et al., 2010). Tomados en conjunto, es plausible que la evidencia empírica haya demostrado la estrecha y perpetúa relación entre desarrollo ejecutivo y el aprendizaje. Por lo que la madurez neuropsicológica parece representar un factor facilitador y predictor tanto para el rendimiento académico como para el aprendizaje, adquiriendo especial relevancia el desarrollo de las funciones ejecutivas.

Referencias bibliográficas:

Anderson, E. J., Mannan, S. K., Rees, G., Sumner, P., & Kennard, C. (2010). Overlapping functional anatomy for working memory and visual search. Experimental brain research, 200(1), 91-107.

Ardila, A., & Rosselli, M. (2007). Neuropsicología clínica. Editorial El Manual Moderno.

Berger, K. S. (2007). Psicología del Desarrollo. Infancia y adolescencia. Ed. Médica Panamericana.

Diamond, A. (2006). The Early Development of Executive Functions. In E. Bialystock & F. I. M. Craik (Eds.), Lifespan Cognition. Mechanisms of Change, (pp. 9970-9995). New York: Oxford University Press.

Johnson, S., & Wolke, D. (2013). Behavioral outcomes and psychopathology during adolescence. Early human development, 89(4), 199–207. 

Kolb, B., & Gibb, R. (2011). Brain plasticity and behaviour in the developing brain. Journal of the Canadian Academy of Child and Adolescent Psychiatry = Journal de l'Académie canadienne de psychiatrie de l'enfant et de l'adolescent, 20(4), 265–276.

Romero López, M., López Fernández, M. & Pichardo Martínez, M. C. (2019). Madurez Neuropsicológica y uso de las TIC en el aprendizaje del inglés. Electronic Journal of Research in Education Psychology, 17(47), 27-54. 

Rosselli, M., Matute, E., & Ardila, A. (2010). Neuropsicología del desarrollo infantil. Editorial El Manual Moderno.

Piaget, J. (1981). Intelligence and affectivity: Their relationship during child development. (Trans & Ed T. A. Brown & C. E. Kaegi). Annual Reviews.

Tirapu-Ustárroz, J., Luna-Lario, P., Iglesias-Fernández, M. D., & Hernáez-Goñi, P. (2011). Contribución del cerebelo a los procesos cognitivos: avances actuales. Rev Neurol, 53(5), 301-315.

Editor: Universidad Isabel I.

ISSN 2697-0481

Burgos, España.

 

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