Reinaldo Batista Cordova Director del Máster en Seguridad, Defensa y Liderazgo
Jue, 21/07/2022 - 12:12

guerra y paz con símbolos en manos entralazadas

Metáfora de guerra y paz.

Serie: 'Manual de Defensa y Liderazgo' (I)

La paz, una excepción

Hay un fenómeno psicológico bien documentado, según el cual, al terminar un conflicto surge una ola de pacifismo. Principalmente entre aquellos que participaron directamente en la confrontación: de un lado, el agotamiento físico y mental; de otro, el regocijo con la victoria, que motivarían el deseo de posponer eventuales conflictos. A partir de ese prisma podemos deducir que la paz es el fenómeno buscado y deseado por todos, o por casi todos, en algún momento.

Entretanto, las guerras no suelen estar fundamentadas o provocadas por una sola variable, según lo expuesto por Lawrence Freedman en su libro 'Estrategia'. De hecho, existen tantos matices intrínsecos a la eclosión de un conflicto bélico, que hasta el momento, no se ha llegado a una conclusión irrefutable sobre su origen. Pero algo parece claro, la memoria de las atrocidades de un conflicto anterior parece no ser suficiente para impedir el inicio de nuevas hostilidades.

Si seguimos al sociólogo francés Gaston Bouthoul y sus postulados, nos podemos sentir propensos a entender que para la promoción de una cultura de la paz es indispensable entender en profundidad, los orígenes y los desdoblamientos de la guerra, todo permeado por un rigoroso sentido científico, con el uso de fuentes y la aplicación de metodologías.

La paz, por más deseada que sea, no ha sido hasta el momento, la circunstancia natural de la humanidad. Desde los más remotos relatos dejados por las civilizaciones, la guerra y el enfrentamiento entre seres humanos han sido habituales. Podemos citar desde la 'Epopeya de Gilgamesh', pasando por el 'Génesis', 'La Ilíada', 'La leyenda de Quetzalcóatl' o los eventos transmitidos diariamente sobre lo que pasa en Ucrania o en Sudán, para suponer que la paz es un intervalo entre guerras.

Habría la plausible tendencia a interpretar la paz, en su plenitud, como un espejismo. Véase, por ejemplo, la continua celebración de cumbres y firmas de tratados de paz a lo largo de la historia, siendo la mayoría de ellos superados o contemporizados en poco tiempo. Para la mayoría de las guerras hubo sus correspondientes tratados de paz, los cuales, parecen no haber sido capaces de frenar la ambición de las personas o de los gobernantes por un largo periodo.

Héroes o villanos

Otra tendencia bastante frecuente entre las sociedades, al tratarse de la relación entre conflicto y paz, es mitificar a los líderes o demonizarlos. La cultura material de la humanidad da fe de que somos predispuestos a atribuir habilidades y responsabilidades desproporcionales a las personas que ocupan los puestos de liderazgo. Si observamos las plazas de las ciudades veríamos desde monumentos y narrativas grandilocuentes sobre determinados personajes, mientras los derrotados tienden al olvido y a la destrucción de su biografía.

La paz o la guerra, en este sentido, derivarían de la acción personalista del sujeto: Agamenón, David, Felipe II, Elizabeth I o cualquier otro líder podría ser apuntado como héroe o villano, como el responsable de la paz o de la guerra. Entretanto, la realidad no es tan maniquea, y es preciso poner entre paréntesis cada una de las variables que nos llega sobre el fenómeno, aún a riesgo de atribuir a la autoridad, habilidades sobrehumanas.

Efectivamente la historia de la humanidad y de las civilizaciones demuestra que las guerras pueden ser originadas por muchas razones, pero raramente son resultado del deseo exclusivo de una persona, conforme sugirió Eric Hobsbawm. Tampoco el fin del conflicto podría ser atribuido a la acción heroica y altruista de un líder. Si somos capaces de separar los hechos del imaginario, nos acercaremos un poquito a la esencia del conflicto, y probablemente, estaremos más habilitados a entender la paz.

Del ideal al real

La guerra o las guerras no deberían ser comparadas con conflictos personales. Hay matices muy contundentes en cada uno de estos fenómenos, que los diferencia. Siendo así, definiríamos la guerra como un evento colectivo, en el cual son utilizadas herramientas físicas e inmateriales, para ocasionar daño y muerte al oponente, con el objetivo de obtener su capitulación o destrucción.

Como la guerra pretende destruir el enemigo, la vuelta a la ausencia de guerra, dependerá del armisticio del oponente o de su derrota total. Para algunos autores clásicos como Clausewitz, Jomini o Mahan, predominaría el objetivo de una victoria plena, si es posible, en una batalla decisiva, que no permitiera la recuperación del oponente.

Durante siglos prevaleció esa visión sobre la guerra. Sin embargo, dejar el enemigo desvalido y humillado sirvió como preludio a la erupción de nuevos conflictos. Quizás, el ejemplo de la Primera Guerra Mundial sea adecuado para evidenciar la debilidad del modelo. Según diversos autores, la humillación de Alemania fomentó el sentimiento de venganza, lo que habría contribuido a crear el escenario para la Segunda Guerra Mundial.

cartel de guerra y paz

Cartel de guerra y paz

A partir de una equivocación geoestratégica cometida en Versalles en 1919, las potencias aliadas sacaron una enseñanza para San Francisco en 1945, lo que posibilitó la elaboración de un sistema en el cual el enemigo no debería ser exterminado, sino vencido. Evidentemente, no se trataría de la construcción de una era idílica: los hechos demuestran que el siglo XX fue profundamente violento y conflictivo; ejemplo de ello, la prevalencia de la Guerra Fría.

Aunque el posguerra tras la Segunda Guerra Mundial haya posibilitado un aprendizaje valioso para la humanidad y para los líderes, no hay espacio para ingenuidades en el análisis sobre las relaciones entre los estados. Aún más, porque cada época aporta sus propios desafíos, que precisan ser enfrentados con las herramientas disponibles en cada contexto.

Para concluir, la paz no sería fruto del deseo o del idealismo de una o muchas personas, así como la guerra no suele ser provocada por una ambición individual. Si en ese momento histórico la comunidad humana es impelida a pensar sobre la guerra, dicha circunstancia, según la literatura, debería posibilitar la reflexión sobre el porqué todavía los estados buscan el enfrentamiento bélico para solucionar sus desacuerdos.

No hay respuestas prontas o adagios sencillos capaces de solucionar ese problema. La reflexión ponderada, fundamentada e imparcial podrá ofrecer rutas para la resolución del problema, el cual, por imperativo, deberá estar abierta a la contradicción..

Editor: Universidad Isabel I

ISSN 2951-9756

Burgos, España

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