Portada del libro Héroes y Villanos de la patria

         Portada del libro 'Héroes y Villanos de la Patria, de la Editorial Tecnos.

21 de enero de 2021.David Mota Zurdo, coordinador del Grado en Historia y Geografía de la Universidad Isabel I, ha escrito un artículo titulado El español Juan Pujol García: Alaric-Garbo, un héroe para dos imperios’, en el libro Héroes y villanos de la Patria coordinado por el catedrático de Historia Contemporánea de la UPV-EHU, Ludger Mees. La obra, publicada en la editorial Tecnos recoge en 12 capítulos la historia de héroes y villanos de todos los tiempos desde la Edad Media a la actualidad, analizando personajes como el citado Garbo o el expresidente de Sudáfrica, Nelson Mandela, dedicando varios capítulos a personajes del nacionalismo vasco.

El docente de la Universidad Isabel I define al héroe, entendiéndolo como una figura que transmite valores de una determinada identidad comunitaria e incide en que el término empezó a utilizarse a partir del siglo XIX, al calor del auge de la eclosión de los movimientos románticos y nacionalistas con la finalidad legitimar su discurso y sus acciones. Sin embargo, Juan Pujol, más conocido como Garbo, protagonista de su artículo no fue un héroe en España o Cataluña, ‘sino que lo fue de dos naciones extranjeras, que además estaban enfrentadas entre sí: Alemania y Gran Bretaña’, matiza David Mota Zurdo.

Fotografía de Juan Pujol

                                                                             Imagen de juventud de Juan Pujol, publicada en ABC

La vida de Juan Pujol: Alaric-Garbo

Como convencido pacifista, Garbo no quiso luchar en la Guerra Civil española, por lo que inicialmente desertó y se encerró en casa de la familia de su prometida. Fue detenido unos meses después por una milicia republicana en un control rutinario y encarcelado. Consiguió fugarse de la cárcel con la ayuda del Socorro Blanco (una organización católica clandestina que escondía a fugitivos franquistas), y se refugió durante más de un año en una casa del barrio gótico de Barcelona. Allí vivió con la mujer de un taxista militarizado y su hijo, donde sufrió una profunda depresión. Este hecho moldeó su espíritu para ‘hacerlo rebelde, insumiso y contumaz, sin dejar de ser un pacifista’, detalla David Mota Zurdo.

Con documentación falsa se alistó en las filas republicanas, con la intención de huir a Francia, pero nunca lo consiguió. Fue enviado al frente del Ebro en una división de brigadistas internacionales. Aunque su intención era escapar, después de presenciar varios fusilamientos de desertores, explicó a sus superiores que era especialista en telecomunicaciones, por lo que debía estar en la primera línea del frente. ‘Consiguió pasarse a las filas del bando sublevado, donde acabó la guerra, después de sobrevivir a un bombardeo en plena batalla del Ebro’, detalla el autor del artículo. Al finalizar la guerra, se trasladó a Madrid a probar fortuna y es en esta ciudad donde comenzó su aventura con el espionaje.

La historia de un espía doble

La experiencia de Juan Pujol en la guerra le llevó a pensar que Europa necesitaba una paz duradera, que no podría conseguir mientras Hitler estuviera al frente de Alemania. Así que se propuso, casi como una obsesión ‘acabar con Hitler y el nazismo. Empezó a creerse que, si la Alemania nazi fracasaba, los Aliados atacarían España, depondrían a Franco e impondrían la libertad y la democracia’, explica el historiador de la Universidad Isabel I. Para ello, se puso en contacto con los británicos, como “colaborador desinteresado” que quería frenar a Alemania, pero fue rechazado ante la sospecha de ser un espía franquista al servicio de los nazis. Ante este rechazo, Juan Pujol se infiltró en las filas alemanas, se casó con Araceli González (que sería fundamental en su trama de espionaje al formar parte de la red Arabel) y consiguió en poco tiempo ser entrenado por los alemanes para ser enviado como espía a Londres, tras convencerles de la posibilidad de montar una célula de información en la capital inglesa. Pujol decidió, unilateralmente, ‘desinformar a los alemanes transmitiendo información falsa sobre la situación del ejército aliado en Gran Bretaña’, argumenta David Mota Zurdo. El espía desconocía el inglés y su objetivo era ‘obtener fondos de los nazis para rehacer su vida en Latinoamérica’. Así, la información remitida a los nazis se recogió de lo que leyó en los periódicos durante su estancia en Portugal; incluso se aventuraron a señalar movimientos de tropas que no conocía y que, por puro azar, resultaron ser ciertos, como ocurrió con un desplazamiento militar aliado en Liverpool.

Juan Pujol y su esposa en la década de los años 40

                                          Fotografía de Juan Pujol y Araceli González, publicada por La Vanguardia.

Los norteamericanos interceptaron información sobre la red que dirigía Alaric, conocida como Arabel (acrónimo de Araceli la bella) y convencieron a los ingleses de utilizarlos como fuente de desinformación para los alemanes. Trabajando para los británicos, Alaric se convirtió en una pieza fundamental de la estrategia militar aliada en Europa, especialmente para favorecer el desembarco de Normandía. Así, Juan Pujol recibió el nombre en clave de Garbo, un agente doble que ‘consiguió convencer a Hitler y al Alto Mando alemán que el desembarco en Normandía era una mera distracción y que el verdadero desembarco comenzaría poco después en Calais, con Patton a la cabeza, Cuando quisieron subsanar el error, ya era demasiado tarde y el engaño de Garbo fue todo un éxito para la liberación de Europa’, detalla David Mota Zurdo.

En diciembre de 1944 Pujol recibió la medalla de honor de Miembro de la Excelentísima Orden del Imperio Británico, siendo el primer agente de espionaje en recibir este galardón, aunque por razones de secretismo no tuvo una investidura pública en el Palacio de Buckingham. Desde el bando nazi, en el verano de ese mismo año, Pujol fue condecorado con la Cruz de Hierro, medalla que se otorgaba tradicionalmente a los combatientes en el frente, pero se hizo una excepción para “el espía más brillante del servicio alemán”.

La cercanía del final de la guerra y el trabajo de doble espionaje hicieron que Pujol comenzara a temer por su vida; tarde o temprano era fácil que los alemanes ataran cabos y descubrieran su verdadero trabajo. En junio de 1945, tras pactar con los británicos que volvería a España, donde se entrevistaría con los alemanes para poner fin a sus servicios, puso rumbo a Latinoamérica. Se instaló en Caracas y se dedicó a la compraventa de obras de arte y literatura. En 1949 los británicos hicieron correr el rumor de que había muerto en Angola de malaria, aunque otros señalaron que había sido por la picadura de una serpiente venenosa. Este fue el último engaño de Garbo para romper con su vida anterior y evitar que los nazis residentes en España supieran de su actividad como agente doble y decidieran matarlo en acto de venganza por haber contribuido a la caída del Tercer Reich. De hecho, ese año un grupo de antiguos dirigentes nazis contactó con él para tener una reunión en Barcelona, a la que no acudió.

Para David Mota Zurdo, Pujol se podría considerar un héroe especialmente si se entiende su ‘decidida implicación en la Segunda Guerra Mundial, donde cumplió con alguna de las características prototípicas de un héroe como son el atrevimiento y la obstinación’. El historiador de la Universidad Isabel I señala también en sus conclusiones que Araceli González y los agentes del Servicio Británico (que dieron veracidad a las mentiras que construyeron para Garbo) forman parte de esta ecuación por la que podría considerarse a Pujol como un héroe. Sin embargo, como señala Mota Zurdo, fueron sus propios compañeros, el bando aliado, el MI-5 y los expertos en la historia del espionaje quienes le convirtieron en un héroe, al mitificarle y disfrazar ciertos datos de su vida para preservar el trabajo secreto del espía.

Cuarenta años después de su “desaparición” en Venezuela, Garbo reapareció en Londres como uno de los héroes que ayudó a los aliados a ganar la guerra. Fue así como regresó de la muerte convertido en Juan Pujol: El último gran héroe de la segunda guerra mundial”, concluye David Mota Zurdo.

Garbo en los años 80, en su reconocimiento público en Gran Bretaña

                                                 Fotografía de Juan Pujol en los años 80, en el reconocimiento a su labor por el gobierno británico.

 

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