Raquel Martín Ríos - Lun, 22/01/2024 - 11:34
Niño frente a un rompecabezas con las piezas rotas. Metáfora de autismo.
Serie: 'Neurociencia Educativa' (XLVII)
En 1944, Hans Asperger, un pediatra vienés especializado en trastornos mentales infantiles describió por primera vez la concepción anterior del Trastorno de Asperger (TA), la cual fue incorporada en la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE-10) y el Manual Diagnóstico y Estadístico de Trastornos Mentales (DSM-IV) casi 50 años después. Inicialmente se definía como un trastorno del desarrollo caracterizado por dificultades evidentes en la socialización, un estilo de comunicación unidireccional y patrones de interés rígido, a menudo centrados en la memorización de información real. La inclusión temporal del Trastorno de Asperger en la CIE-10 y el DSM-IV atrajo la atención de investigadores pero, incluso décadas después, su estatus nosológico sigue siendo incierto.
En el DSM-5 (Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, Quinta Edición), publicado en 2013, el término "Trastorno de Asperger" ya no se utiliza como una categoría diagnóstica independiente. En lugar de eso, el DSM-5 ha consolidado varios trastornos del espectro autista (TEA) bajo una única categoría denominada "Trastorno de Espectro Autista" (TEA). A pesar de la falta de consenso, el aumento exponencial en el número de diagnósticos de este tipo de trastornos del neurodesarrollo ha dado lugar un constante desarrollo en la literatura científica.
En diversos estudios se evidencia una marcada admiración por letras o números en individuos tanto con autismo de alto funcionamiento como con el antiguo concepto de Trastorno de Asperger enmarcado ahora dentro del Trastorno del Espectro Autista (DSM-V). Ambos grupos exhiben una fuerte capacidad de memorización desde temprana edad. Pueden manifestar un interés agudo en un tema específico y adquirir una vasta cantidad de información literal sobre un tema específico. A menudo, pueden llegar a formular preguntas incesantes o proporcionar respuestas detalladas y específicas a cuestionamientos aparentemente interminables.
En el ámbito de la inteligencia y el talento pueden mostrar precocidad y hipersensibilidad a estímulos sensoriales. No obstante, los déficits en la comunicación social y los patrones repetitivos de comportamiento pueden influir en las habilidades metacognitivas. Entendemos por habilidades metacognitivas aquellos procesos reflexivos que permiten a las personas planificar, monitorear y evaluar su propio pensamiento y aprendizaje. Los déficits comunicativos y la literalidad en el Trastorno del Espectro Autista (TEA) pueden repercutir en la inteligencia debido a la forma en que estos aspectos afectan el procesamiento de la información. La inteligencia a menudo implica la capacidad de pensar de manera abstracta y comprender conceptos más allá de su interpretación literal. Las dificultades en este sentido pueden afectar el razonamiento y la resolución de problemas. También implica la capacidad de ser flexible cognitivamente y adaptarse a diferentes contextos y desafíos. Por lo que los estudiantes con TEA pueden tener dificultades para cambiar su enfoque mental y adaptarse a nuevas situaciones al no ajustarse a sus patrones de pensamiento establecidos.
Referencias.
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Editor: Universidad Isabel I.
ISSN 2697-0481
Burgos, España.
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