Paula Rodríguez Fernández Docente del Máster en Formación del Profesorado
Jue, 20/07/2023 - 10:44

Liderazgo. Conjunto de monigotes de madera y la palabra liderazgo escrita en dados de madera en inglés.Liderazgo. Fuente: Freepik.es

Serie: 'El reto del Profesor en Formación' (LIX)

El proceso de cambio y convulsiones que vive la sociedad tiene profundas implicaciones en el contexto educativo y en los modelos pedagógicos empleados. Así como es necesaria una alfabetización digital que responda a las demandas de la revolución tecnológica del siglo XXI, se deben tener presentes planteamientos humanistas que pongan en el centro del proceso de enseñanza-aprendizaje a la persona y no solo fomenten la excelencia académica e intelectual sino también contribuyan al desarrollo integral de los estudiantes, de manera que sean capaces de manejar las diferentes situaciones que ocurran en sus vidas y en su entorno.

Para que los estudiantes puedan convivir con los retos y oportunidades que ofrece el mundo actual, los docentes deben actuar como modelos efectivos y orientar a sus alumnos hacia direcciones que les ayuden a llevar vidas plenas como ciudadanos, profesionales y seres humanos. Es aquí donde los conceptos de liderazgo y virtud adquieren especial relevancia puesto que, en un contexto en el que prima lo competencial y lo práctico, resulta fundamental recordar que la educación tiene originalmente un sentido de acción moral.

Y ¿Cómo se relacionan las virtudes con el liderazgo?

El liderazgo es un proceso humano a través del cual una o más personas mueven a otras a hacer algo (Hackett y Wang, 2012). Más concretamente, el liderazgo educativo es aquel que desempeñan quienes tienen la responsabilidad de orientar a las personas hacia la madurez y el desarrollo, siempre en comunión con los demás y partiendo de sus necesidades (Newstead et al., 2020). En este sentido, Newstead (2022) identifica la virtud como el principal determinante de un buen liderazgo en el contexto educativo al exponer que, para que sea efectivo, ético y esté alineado con las necesidades de la sociedad contemporánea, el liderazgo ha de ser construido y ejercido desde la virtud.

Investigaciones recientes respaldan la relación entre ambos conceptos al evidenciar que la mayoría de las teorías de liderazgo tienen asociadas directa o indirectamente una serie de virtudes o fortalezas del carácter (Havard, 2017).  Por ejemplo, Hackett y Wang (2012) realizaron una revisión sistemática de la literatura sobre las teorías de liderazgo más empleadas e identificaron la prudencia, la fortaleza, la templanza, la justicia, la humanidad y la veracidad como las principales virtudes transculturalmente universales relacionadas con esta capacidad. Los mismos autores justificaron la importancia de las virtudes en el liderazgo basándose en tres ideas fundamentales. En primer lugar, aumentan la capacidad de influir del líder y contribuyen a un ejercicio responsable del poder. En segundo lugar, practicar las virtudes ayuda a los líderes a ganarse el respeto y la confianza de los demás en aras de lograr los resultados deseados. Por último, los líderes virtuosos inspiran a sus seguidores y, en consecuencia, motivan y modelan comportamientos virtuosos en ellos (Hacket y Wang, 2012).

Pero ¿Qué se entiende por virtud?

El concepto de virtud se ha discutido extensamente en la literatura ética, y se remonta a la antigua Grecia con pensadores como Aristóteles, quien la definió como:

la inclinación humana a pensar, sentir y actuar de manera que exprese la excelencia moral y contribuya al bien común” (Newstead et al., 2020, p. 446).

Aunque puede ser explicada desde diferentes perspectivas teóricas y mediante términos como cualidad personal, patrón de comportamiento, hábito de acción o norma de conducta, entre otros, la mayor parte de los autores se basan en la ética aristotélica y entienden la virtud como un rasgo y/o una disposición estable del carácter (Hackett y Wang, 2012). De acuerdo con esta perspectiva, las virtudes se definen contextualmente y con respecto a situaciones específicas, se expresan mediante acciones voluntarias y pueden adquirirse a través de la educación, el autoaprendizaje y la práctica repetitiva hasta convertirse en un hábito. Es decir, cuando las virtudes se incorporan en el carácter de una persona le ayudan a actuar, pensar y desear el bien integrando las capacidades operativas, sentidos, razón, deseos y afectos.

Si bien la tesis de Aristóteles supuso un punto de partida en el estudio del carácter y la virtud, no es necesario remontarse al siglo IV a.C. para reflexionar en torno a estos conceptos. Autores contemporáneos defienden que, aunque el ideal de virtud de la ética aristotélica es inaccesible, ya que es muy difícil que una persona sea justa, por ejemplo, en todos los contextos y circunstancias de su vida, el desarrollo de virtudes es posible y esencial para el crecimiento y desarrollo individual y social (Bernal y Naval, 2023).

Entonces, ¿Qué papel desempeñan el liderazgo y las virtudes en la práctica docente?

Las virtudes y los rasgos positivos del carácter se adquieren e internalizan en la interacción con la familia, la escuela y la comunidad y se puede promover su desarrollo explícitamente mediante la educación (Arthur y Kristjánsson, 2022).

Educar la virtud implica la repetición consciente de actos en base a modelos que se presentan como tales (Villarroig Martín y Monfort Prades, 2022), por lo que para poder representar buenos modelos los docentes deben ser capaces de incorporar la virtud de manera consciente y adecuada en el proceso de enseñanza-aprendizaje, promoviendo así la autonomía de los estudiantes y capacitándoles para ser dueños de sus actos y responsables de sí mismos.

Referencias bibliográficas

Arthur, J., y Kristjánsson, K. (2022). The Jubilee Centre framework for character education in schools. Jubilee Centre for Character and Virtues.  

Bernal Martínez de Soria, A. y Naval, C. (2023). El florecimiento como fin de la educación del carácter. Revista Española de Pedagogía, 81(284), 17-32.  

Hackett, R.D., y Wang, G. (2012). Virtues and leadership: An integrating conceptual framework founded in Aristotelian and Confucian perspectives on virtues. Management Decision, 50(5), 868 – 899

Havard, A. (2017). Liderazgo virtuoso. Las virtudes clásicas, base de la excelencia personal. Palabra.

Newstead, T., Dawkins, S., Macklin, R., y Martin, A. (2020). The Virtues Project: An Approach to Developing Good Leaders. Journal of Business Ethics 167, 605– 622.    

Newstead, T., Dawkins, S., Macklin, R., y Martin, A. (2021). We don’t need more leaders—We need more good leaders. Advancing a virtues-based approach to leader(ship) development. The Leadership Quarterly, 32(5), 101312

Villarroig Martín, J. y Monfort Prades, J.M. (2022). Las virtudes personales del docente en el contexto educativo actual. QUIÉN, 15, 29-43.

Editor: Universidad Isabel I

ISSN 2792-1859

Burgos, España

 

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