Marina Martín Moro Coordinadora del Grado en Derecho
Sáb, 15/10/2022 - 14:27

Infografía elaborada por la autora del blog.

La igualdad de género plena y total de los ámbitos sociales sigue siendo una conquista por realizar, y es, sin duda, una responsabilidad de todos y un compromiso ético. De forma más específica, en el ámbito rural, la viabilidad del desarrollo sostenible viene asociada al territorio vivo y dinámico, habitado por una sociedad avanzada en la que todas y todos tienen los mismos derechos y oportunidades. Todo ello, por ende, pasa por la permanencia y el empoderamiento de las mujeres en el mundo rural, siendo esta, la mejor garantía contra el despoblamiento progresivo que erosiona nuestro patrimonio cultural, y natural.

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Sin embargo, a pesar de que entorno al 50% de la población pertenece al género femenino, las mujeres siguen sufriendo desigualdades por razón de género en la mayoría de los ámbitos de su vida. Estas desigualdades, se agravan en el mundo rural, en el que a pesar de trabajar con el mismo desempeño, no tienen las mismas oportunidades, ni de acceso laboral ni tecnológico para poder desarrollar el mismo trabajo que desarrollan los varones, encontrándose por tanto en una situación más vulnerable, que se hace necesario proteger.

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Los datos arrojados por la Organización de las Naciones Unidas (a partir de ahora, ONU) en la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer (a partir de ahora llamado CSW62), reflejan como menos del 13% de las personas a nivel mundial que poseen tierras rurales son mujeres, y pese a trabajar en peores condiciones y consiguiendo los mismos resultados con menos oportunidades, hay una diferencia de salario entre mujeres y hombres de un 40% en las zonas rurales; esto no se debería permitir.

Por esta razón, tuvo lugar la CSW62 en la sede de Nueva York de las Naciones unidas en marzo de 2018, que se centró en los “Desafíos y oportunidades en el logro de la igualdad entre los géneros y el empoderamiento de las mujeres y niñas rurales”. Dada la notable presencia de las mujeres en la mano de obra agrícola mundial, se llegó a la conclusión de la importancia de empoderar este colectivo, ya no solo por el bienestar individual y de las comunidades rurales, si no también a nivel económico para conseguir un beneficio en su productividad.   

Hablamos de una necesidad de fomentar la incorporación de la mujer al sector agrario fortaleciendo el emprendimiento y su participación en los órganos de gobierno de las organizaciones agrarias, siendo esto un factor clave no solo para paliar otros problemas como podrían ser el despoblamiento de estas zonas rurales o el envejecimiento de estas; si no la masculinización que encontramos hoy en día.

Un ejemplo de iniciativa en este sentido lo encontramos en Castilla y León en la “Red de Igualdad de la Mujer Rural”, en la que las siete federaciones más representativas de las mujeres rurales han creado un espacio común en el que trabajar conjuntamente con el fin de impulsar un mayor protagonismo femenino en los núcleos rurales, en Castilla y León, con el uso de nuevas tecnología para favorecer nuevas oportunidades y que puedan desarrollar nuevos proyectos tanto de formación como de emprendimiento, y finalmente, de empleo. Pero esto no es lo único, ya que ello ayuda a su vez a que mejoren su ámbito personal y el de sus familias.

Esta desigualdad y estas diferencias no solo se intentan frenar a nivel autonómico y nacional, sino también a nivel mundial. En concreto, todos los miembros de la Unión Europea están obligados a analizar con perspectiva de género la situación de las mujeres en zonas rurales y tener en cuenta los resultados en el proceso de creación de políticas públicas y programas de desarrollo a nivel nacional y regional. Estos programas buscan ir más allá de aumentar el número de mujeres trabajadoras, si no que tenga un impacto en todos los aspectos relacionados con la vida en el ámbito rural europeo.

En definitiva, las mujeres que viven en el medio rural son clave en el desarrollo sostenible de nuestros pueblos y de nuestra sociedad en su conjunto. Para garantizar dicha sostenibilidad es preciso afrontar las desigualdades que todavía sufren las mujeres en el medio rural aún en mayor medida, en muchos casos, que las mujeres urbanas. El camino aún por recorrer es largo y arduo. No obstante, con las anteriores ayudas y programas desarrollados, son menos los pasos a avanzar en la mejora de la situación de la mujer en el medio rural.

 

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