Lucía Rodríguez Málaga Directora del Máster en Neurociencia y Educación
Mar, 08/11/2022 - 11:59

Mujer y cuadro, metáfora de medias verdadesMetáfora de mujer y memoria.

Serie: 'Neurociencia Educativa' (XXXVIII)

Todo lo que somos es memoria” (Manzanero y Álvarez, 2015, p. 20). No cabe duda de que nuestros recuerdos sobre las experiencias pasadas nos proporcionan una biografía y, por ende, nuestra identidad (¿Quiénes somos?). Pero, además, es gracias a la memoria y el conocimiento que tenemos almacenado en la misma (habilidades, conceptos, hechos, etc.) que podemos desenvolvernos en la vida diaria. Por lo tanto, cabe preguntarse: sin memoria ¿Sabría dónde estoy? ¿Cómo actuar ante una determinada situación? O, más complejo aun, responder a la pregunta de ¿Quién soy? (Manzanero, 2008; Manzanero y Álvarez, 2015).

La memoria humana no tiene por función ser un registro fiel, una reproducción literal y exhaustiva de la información que nos rodea, concretamente de la experiencia pasada (por ejemplo, Manzanero, y Álvarez, 2015).  La memoria es un sistema de procesamiento que codifica, almacena, retiene y recupera nuestras experiencias pasadas (Daniel & Schacter, 2012). Un dato importante es que nuestra memoria es siempre constructiva, es decir, las personas creamos los recuerdos en función del contexto de recuperación y nuestro conocimiento del hecho (Ballesteros, 1999). 

¿Puede la mente humana crear recuerdos de eventos que no han sucedido? ¿O cambiar hechos reales por fantasías? La respuesta a estas preguntas es afirmativa, y se conoce como el fenómeno de la confabulación.  Por lo tanto, lejos de ser un sistema perfecto, la memoria puede estar sujeta a recuerdos distorsionados o erróneos. Un ejemplo de este tipo de distorsión es el fenómeno anteriormente mencionado, con el nombre de confabulación, presente en diferentes trastornos neurológicos y psiquiátricos (por ejemplo: delirium, tumores, demencia, esquizofrenia y psicosis, entre otros; Lorente-Rovira et al., 2011). Fue Moscovitch (1989) quien definió este fenómeno como “una mentira honesta”, pues no habría intención de engañar y la persona no es consciente de la falsedad de lo que está verbalizando.

Los autores Gilboa y Moscovitch (2002), han señalado diferentes características que definirían a la confabulación. En concreto:

  • Dentro del contexto de la recuperación de información, son falsos recuerdos que pueden darse de dos maneras diferentes, esto es: puede ser un recuerdo real pero mal situado en el tiempo o, por el contrario, un recuerdo que carece de base real.
  • El sujeto no es consciente de que está confabulando y de que tiene un déficit de memoria. Sin embargo, puede actuar de acuerdo con sus confabulaciones, ya que cree firmemente en el falso recuerdo.

Si bien el contenido de la confabulación puede ir desde una narrativa simple, una historia más elaborada (aparentemente con sentido) hasta confabulaciones que carecen de toda lógica (por ejemplo, fantásticas; Pérez et al., 2012), parece existir un sesgo mayoritariamente positivo hacia el contenido de la confabulación (por ejemplo, que el sujeto se describa a sí mismo en términos más positivos en relación con sus logros, su capacidad intelectual o sus habilidades, Fotopoulou, 2005; 2010).

Por lo tanto, cabría preguntarse ¿Pueden los deseos personales y las emociones tener un rol crucial en fenómeno de la confabulación? Si bien algunas investigaciones aseguran que el estado de ánimo del sujeto sería una de las causas por las que el contenido de la confabulación puede estar sesgado positivamente; otras, por el contrario, no encuentran evidencia de esta correlación. En lo que si parecen estar de acuerdo los estudios, es al afirmar que las funciones ejecutivas tienen un rol fundamental y significativo para la explicación de este fenómeno. Los datos que avalan la anterior afirmación se basan, de manera simplificada, en el hecho de que a medida que mejora o se estimula el funcionamiento ejecutivo, las confabulaciones disminuyen (Lorente-Rovira et al., 2011; Pérez et al., 2012).                                                                                   

Referencias bibliográficas:

Ballesteros, S. (1999). Memoria humana: investigación y teoría. Psicothema, 705-723.

Fotopoulou, A. (2005). Confabulation: Constructing motivated memories (Doctoral dissertation, Durham University).

Fotopoulou, A. (2010). The affective neuropsychology of confabulation and delusion. Cognitive neuropsychiatry, 15(1-3), 38-63.

Gilboa, A., Moscovitch, M., Baddeley, A., Kopelman, M., & Wilson, B. (2002). The cognitive neuroscience of confabulation: A review and a model. En. Baddeley AD, Kopelman MD, Wilson BA (eds) Handbook of memory disorders (2nd Edition, pp 315-342). LTD.

Lorente Rovira, E., Berrios, G., McKenna, P., Moro-Ipola, M., & Villagrán Moreno, J. M. (2011). Confabulaciones (I): Concepto, clasificación y neuropatología. Actas Españolas de Psiquiatría, 39 (4), 251-259. 

Manzanero, A. L., & Álvarez, M. Á. (2015). La memoria humana: Aportaciones desde la neurociencia cognitiva. Ediciones Pirámide.

Manzanero, A.L. (2008). Psicología del testimonio: Una aplicación de los estudios sobre la memoria. Pirámide.

Pérez, F., Orozco, G., Galicia, M., Gómez, M., Ortega, L., García, N., & Pérez, H. (2012). Las Confabulaciones: más allá de un déficit mnésico. Revista Chilena de Neuropsicología, 7(3), 134-140. 

Schacter, D. L., Addis, D. R., Hassabis, D., Martin, V. C., Spreng, R. N., & Szpunar, K. K. (2012). The future of memory: remembering, imagining, and the brain. Neuron, 76(4), 677-694. 

Editor: Universidad Isabel I.

ISSN 2697-0481

Burgos, España.

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