Tania Corrás Vázquez Directora del Máster de Recursos Humanos y profesora de Psicología
Mié, 25/11/2020 - 14:00

un lazo morado entre las manos de una mujer, símbolo del día contra la violencia de género

El 25 de noviembre se celebra el Día Internacional de la Violencia de Género o Violencia Machista. Esta necesidad surge de la perpetuación de una estructura social en función de los roles de género atribuidos al sexo biológico y que derivan en una situación de desigualdad entre hombres y mujeres.

A lo largo de la historia, las mujeres se han visto privadas del acceso a determinados derechos por cuestión de su sexo. Así, estos roles asignados al sexo, denominados género, derivaron hacia una exclusión de la mujer en aspectos como el derecho al voto, el acceso al empleo o su autonomía para gestionar sus bienes. Progresivamente, la mujer ha visto cómo esta desigualdad se ha ido poniendo de manifiesto y como le han sido reconocidos muchos derechos hasta entonces vetados.

Uno de los hitos más importantes ha sido el de la incorporación de la mujer al mundo laboral, lo cual a su vez ha tenido aspectos positivos en su situación socioeconómica e independencia. Sin embargo, esta incorporación de la mujer al mundo laboral, por lo general, no se ha visto acompañada de una incorporación proporcional del hombre a las responsabilidades familiares tradicionalmente atribuidas a las mujeres. A este fenómeno se le ha denominado como la revolución estancada y ha terminado por provocar nuevas formas de desigualdad.

Concretamente, una acción positiva para la mujer como es el acceso al empleo puede redundar en una forma de sobrecarga de roles que puede ser considerada a su vez una manifestación de desigualdad y violencia de género. Al mismo tiempo, todo ello puede provocar que se dificulte que los hombres se hagan cargo de sus responsabilidades, especialmente la participación conjunta del cuidado de personas dependientes (como hijos y mayores).

En este sentido, las mujeres se ven con la doble responsabilidad de, además de trabajar, ser las cuidadoras principales. En esta línea, las políticas de corresponsabilidad parental se plantean como un mecanismo de protección hacia mujeres y niños al brindar la oportunidad de que el hombre se haga cargo de sus responsabilidades familiares con ascendientes y descendientes. Todo ello, derivado de una socialización de género que limita a las personas disponer de las mismas oportunidades profesionales y de desarrollo personal y familiar.

En conclusión, es necesario contar con estrategias y políticas que promocionen, de forma real y efectiva, la corresponsabilidad parental como mecanismo promotor de la igualdad entre hombre y mujeres, y de eliminación de la violencia de género por la sobrecarga a las que se les expone en ambientes familiares de estas características. Asimismo, este tipo de políticas también redundaría en una mayor protección de la infancia, al crecer en un entorno libre de violencia machista, donde se establecen vínculos afectivos positivos, en igualdad,  con ambos progenitores.

Autoras: Tania Corrás y Elena Serrano. Área de Psicología de la Universidad Isabel I.

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