Facultad de Ciencias de la Salud - Vie, 19/12/2025 - 10:00

Tripofobia extrema.
Para algunas personas, observar un panal de abejas, una esponja, una granada abierta o incluso un diseño gráfico puede desencadenar una reacción que va mucho más allá del simple desagrado: taquicardia, sudor frío, repulsión, picor en la piel e incluso ataques de pánico. Así se manifiesta la tripofobia extrema, un miedo intenso e irracional hacia patrones geométricos repetitivos, especialmente agujeros agrupados.
Este fenómeno psicológico ha despertado un notable interés académico por su compleja base perceptiva y emocional, motivo por el que estudiar en ámbitos como la Psicología, analiza cómo influyen los procesos cognitivos, la interpretación de estímulos y las respuestas fisiológicas en la aparición de este tipo de reacciones.
Aunque la tripofobia extrema se aborda principalmente desde la Psicología, por tratarse de una respuesta fóbica con bases emocionales y perceptivas. Los futuros psicólogos estudian cómo se originan las respuestas de miedo, cómo se mantienen y qué tratamientos cognitivo-conductuales resultan más eficaces. De este modo, este grado aborda la tripofobia desde perspectivas complementarias: la psicológica, orientada al manejo emocional.
Síntomas de la enfermedad y origen
La tripofobia no aparece como trastorno independiente en el DSM-5. Los psicólogos alertan que cada vez más pacientes consultan por este malestar visual tan característico. La literatura científica indica que no se trata simplemente de una reacción emocional de "asco". En 2013, los investigadores Geoff Cole y Arnold Wilkins, del Centre for Brain Science de la Universidad de Essex, publicaron los primeros estudios serios sobre el fenómeno, demostrando que ciertos patrones repetitivos comparten características visuales con señales evolutivas de peligro, como animales venenosos o piel infectada.
Desde entonces, la comunidad científica ha explorado varias hipótesis. Una de las más aceptadas apunta a un mecanismo de supervivencia heredado: el cerebro reaccionaría con alarma ante patrones que recuerda a tejidos dañados, animales tóxicos o signos de infección. Otra teoría señala que estas imágenes generan estrés visual, una respuesta neurofisiológica descrita por Wilkins en estudios posteriores sobre sensibilidad a patrones.
Estos modelos explican por qué tantas personas aseguran que las imágenes de lesiones cutáneas circulares o brotes dermatológicos resultan especialmente insoportables. De hecho, la búsqueda “tripofobia en la piel” es una de las más frecuentes en internet, porque el cerebro puede llegar a asociar en estos pacientes que estas formas suponen un riesgo biológico elevado.
Los síntomas pueden ir desde un escalofrío hasta una crisis de ansiedad con taquicardia, temblores y náuseas. Algunos pacientes describen incluso una sensación inmediata de picor o la necesidad automática de apartar la vista. “Es como si el cuerpo se adelantara al pensamiento”, explican los psicólogos que la tratan.
Tratamiento con terapia cognitivo-conductual
A nivel terapéutico, la Terapia Cognitivo-Conductual continúa siendo la intervención con mejor evidencia, especialmente mediante técnicas de exposición gradual y reestructuración de creencias catastrofistas. Las terapias basadas en mindfulness ayudan a reducir la emoción de rechazo, mientras que la desensibilización sensorial, un recurso habitual en el ámbito de la logopedia cuando se trabaja con hipersensibilidad perceptiva en niños, resulta útil para los casos en los que la reacción tiene raíces sensoriales más profundas. Una revisión sobre terapias para fobias, tal y como explica la Asociación Americana de Psicología.
La tripofobia también se estudia en el contexto del desarrollo infantil. Los logopedas encuentran interés en comprender cómo ciertos estímulos visuales específicos actúan como disparadores sensoriales en menores con trastornos del neurodesarrollo o con dificultades de integración sensorial. Por su parte, los estudiantes del Grado en Psicología abordan este fenómeno para comprender cómo se forman las respuestas fóbicas y qué factores influyen en que una reacción de alerta evolutiva se convierta en una fobia incapacitante.
A pesar de que todavía hay mucho por investigar, la evidencia disponible señala una conclusión clara y la tripofobia extrema es un fenómeno real, con bases perceptivas, emocionales y evolutivas que explican sus efectos en quienes la experimentan. Y, aunque su origen siga siendo objeto de debate, lo cierto es que cada vez más profesionales sanitarios la incluyen en su práctica clínica, conscientes de que estas imágenes aparentemente inofensivas pueden desencadenar un miedo tan profundo como difícil de controlar.
