Marcos Terradillos - Vie, 16/07/2021 - 08:54
Prospección con georradar en el yacimiento de San Quirce (Palencia).
Serie: 'Un Viaje por la Ciencia' (VII).
Muchas veces nos preguntan a los arqueólogos si en algún momento del futuro seremos capaces de saber qué hay debajo del suelo sin intervenir con una excavación. En la actualidad ya hay métodos que lo permiten, por lo menos hasta cierto punto, por ejemplo, con las diferentes técnicas de la prospección geofísica.
Por prospección geofísica se entiende un conjunto de técnicas no destructivas que permiten detectar estructuras o indicios de otras actividades antrópicas en el subsuelo.
El fundamento de este tipo de métodos está basado en las diferencias entre las propiedades físicas de las formaciones arqueológicas y el medio en el que están enterradas. Por tanto, su eficacia depende de la existencia de un contraste real de los valores de ambos, lo que obliga a realizar un reconocimiento previo del área en la que se va a intervenir para determinar la técnica más adecuada o los posibles problemas de lectura.
También existe una limitación en la profundidad, que se sitúa en torno a los dos metros, salvo en el caso del georradar, más potente. Las condiciones del terreno deben tenerse también en cuenta, como el exceso de humedad, que actúa de forma negativa.
La prospección geofísica aporta información de las zonas ocupadas y de las que están libres de edificaciones dentro de un yacimiento; ayuda también a conocer los límites físicos de un yacimiento, o a detectar su organización y estructuración, mediante la detección de la trama de una ciudad, por ejemplo. Por tanto, la prospección geofísica ayuda a planificar las excavaciones arqueológicas y a optimizar los recursos necesarios para llevarlas a cabo.
La elección de una técnica de prospección geofísica u otra depende de la profundidad a la que se quiere llegar, de las características de las estructuras enterradas, de la extensión del área de estudio y de la topografía.
Para la realización de una prospección geofísica es necesario, en primer lugar, dividir el terreno en cuadrículas, que se organizan en filas y columnas de manera que se establezca una lectura cada metro. La cuadrícula debe estar georreferenciada para que los resultados se puedan correlacionar con fotografías aéreas o de satélite.
Los datos obtenidos mediante la prospección son incorporados a un Sistema de Información Geográfica (SIG), que permite posicionar en un mapa todas las anomalías identificadas. El resultado final de una buena prospección de este tipo debe ser una imagen explícita que recoja todas las anomalías en forma de trazas de 3D o de puntos o colores.
Las técnicas empleadas para la prospección geofísica son:
Prospección geoeléctrica: es una técnica activa que consiste en determinar el valor de la resistividad (propiedad intrínseca a las rocas) eléctrica que tienen los materiales presentes en el subsuelo, mediante la emisión de una señal eléctrica que será devuelta por el terreno como señal de retorno, alterada en función de su conformación. La señal es emitida por un resistivímetro, un aparato que emite una corriente continua y consta de dos electrodos móviles y dos fijos. Los electrodos móviles se insertan a lo largo del perfil trazado previamente y según los intervalos marcados; con los datos que aportan se hace una medición diferencial con los electrodos fijos.
Prospección magnética: esta técnica pasiva consiste en medir el campo magnético local en una superficie dada, detectando las variaciones que introducen algunos factores en el geomagnetismo propio de una determinada zona.
El campo magnético de una zona determinada suele mantenerse constante, por lo que las anomalías en positivo o negativo son debidas a cuerpos con características magnéticas diferentes a las del suelo en el que se encuentran.
Con esta técnica se pueden localizar, por tanto, materiales con magnetismo como los metales, pero también con magnetismo residual proporcionado por fases de calentamiento, como la cerámica, los hornos, hogares, etc.
Prospección electromagnética: esta técnica combina las dos anteriores. Es el procedimiento usado por los detectores de metales, que funcionan haciendo pasar una corriente a través de una bobina transmisora, la cual genera un campo magnético alterno; los objetos metálicos distorsionan este campo y son detectados mediante una señal eléctrica captada por la bobina receptora. Pueden identificar objetos metálicos incluso muy pequeños.
Georradar: esta técnica se conoce también como radar de subsuelo y permite identificar con precisión objetos enterrados o cambios en la litografía del suelo. El georradar transmite pulsos geomagnéticos de alta frecuencia en el suelo y mide el tiempo transcurrido entre la transmisión y la reflexión originada por el objeto enterrado. La onda resultante presenta anomalías que se debe a cambios en las propiedades eléctricas en el suelo.
La aplicación de esta técnica permite identificar cavidades o estructuras murarias; en este sentido, es muy adecuada para las prospecciones en ámbito urbano. El georradar permite, además, una amplia cobertura en poco tiempo y permite localizar objetos enterrados hasta los 5 m, ofreciendo una buena resolución de imagen del subsuelo.
Editor: Universidad Isabel I
ISSN 2792-1808
Burgos, España
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