Andrés Seoane Fuente Departamento de Comunicación
Mié, 22/11/2017 - 09:36

John Fitzgerald Kennedy y la eterna sombra de la conspiración

Fotografía de John Fitzgerald Kennedy (izquierda) junto a su esposa Jackie durante el paseo por las calles de Dallas. El gobernador Conally y su mujer ocupan los asientos de delante del presidente, y el coche lo conducen dos escoltas del servicio secreto. 

El reloj marcaba las 12:30 horas del 22 de noviembre de 1963 en la ciudad tejana de Dallas cuando el mundo cambió para siempre. El trigésimo quinto presidente de los Estados Unidos de América era asesinado. De dos disparos certeros tras un primero errado (pero, ¿hubo más?). Obra de Lee Harvey Oswald (¿o había un segundo tirador?). Pocos sucesos han despertado más teorías de la conspiración en el mundo entero.

La denominada ‘Comisión Warren, el órgano encargado de investigar el magnicidio, concluyó que Oswald realizó tres disparos con un fusil de cerrojo Carcano M91/38 desde la ventana del sexto piso del almacén de libros de Texas, donde trabajaba, asesinando al presidente e hiriendo al gobernador Conally –que acompañaba junto a su mujer a Kennedy y a su esposa Jackie en el Ford Lincoln Continental modificado, que recorrió las calles de la ciudad en un auténtico baño de masas-, y que actuó “solo, sin apoyo ninguno para asesinar al presidente, y su única motivación se basa en sus propias situaciones personales”. Por desgracia –o quizá por suerte para algunos-, Lee Harvey Oswald nunca pudo corroborar ni desmentir tales afirmaciones, ya que fue asesinado el 25 de noviembre de 1963 por Jack Ruby, cuando la policía de Dallas lo trasladaba a la cárcel a la vista del público. No obstante y hasta ese momento, siempre negó haber asesinado a JFK.

Rifle con el que se cometió el magnicidio desde la ventana de la sexta planta del almacén de libros de Dallas.

Sin entrar en detalles sobre la vida del magnicida -en resumen un marine que desertó a la Unión Soviética-, cabe destacar que fue examinado en tiro superando ligeramente el mínimo para la calificación de tirador, y protagonizó algunos episodios que evidenciaron una clara falta de pericia al apretar el gatillo. Con estas premisas, ¿es lógico que los disparos que se le atribuyen se realizasen después de haber tenido un tiro más limpio y cercano en la trayectoria del vehículo? ¿Es creíble que acertase dos de tres disparos en un espacio de poco más de 8 segundos?

Lee Harvey Oswald tras su detención por el asesinato del presidente de los Estados Unidos América.

Las dudas sobre cómo una única persona pudo burlar todos los planes de seguridad que deberían haber protegido al hombre más poderoso del planeta, ensombrecerán siempre las conclusiones de la Comisión Warren. Al igual que la decisión de la policía dalasita –encargada del crimen puesto que en 1963 asesinar al presidente estadounidense no era considerado delito federal- de trasladar a Lee Harvey Oswald a la vista del público, para acallar los rumores sobre un supuesto maltrato, que motivó su asesinato y el silencio de la persona que tenía más respuestas en este enigmático acontecimiento.

Instante en el que Jack Ruby acaba con la vida de Oswald durante su traslado a la cárcel.

La famosa grabación de Abraham Zapruder, que filmaba el histórico paseo de JFK con su Super8, se compone, posiblemente, de los 300 fotogramas más estudiados de la historia. En un ángulo de casi 90 grados, se observan los dos disparos que alcanzan a Kennedy, poniendo punto final a la vida del presidente.

Y es a partir de aquí donde las teorías de la conspiración se multiplican: si hubo más de un tirador –no sólo por los antecedentes de Oswald, sino también por cómo la cabeza de Kennedy se va hacia atrás y no hacia delante con el segundo impacto de bala-, si el supuesto asesino fue sólo un señuelo, puesto que su fusil estaba frío cuando lo encontraron los agentes; si el vicepresidente Lyndon B. Johnson que ocuparía el cargo de JFK diseñó el magnicidio, si hubo intervención de la Unión Soviética, de Cuba, o incluso de la mafia; o porque el FBI, dirigido entonces por el famoso J. Edgar Hoover, avisó a la policía de Dallas del peligro que corría la vida de Oswald y esta advertencia fue desoída…

Con la desclasificación de miles de documentos sobre el caso que ha tenido lugar hace pocos días, esta historia sigue alimentando las teorías de la conspiración a su alrededor, y más aún cuando hay todavía cerca de 300 documentos que la inteligencia norteamericana ha insistido en ocultar. ¿Algún día se sabrá si hubo ‘otra verdad’ que quisieron ocultar? 

John Fitzgerald Kennedy y la eterna sombra de la conspiración

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