Juan M. Comas - Mar, 07/10/2025 - 08:37
Los oligopolios en el periodismo ponen en riesgo la democracia, la independencia, la calidad y la pluralidad de la información.
Serie: 'El Poder de la Palabra' (XXXVIII)
¿Te aburren las noticias? ¿Te parece que enfrentan a la gente o que están muy marcadas ideológicamente? ¿Hace un tiempo que vienes notando que son las mismas noticias las publican los diferentes grupos empresariales en España? Si la respuesta es sí, tienes que saber que esto responde a una causa. Y que el fenómeno no sólo ocurre en España, está ocurriendo a nivel global.
Y es que el actual panorama mediático mundial asistimos a un fenómeno que plantea serias interrogantes sobre la calidad democrática de nuestras sociedades: la concentración extrema de la propiedad de los medios de comunicación.
Esta realidad, documentada exhaustivamente por organizaciones como Reporteros Sin Fronteras, evidencia que el control de la información mundial está en manos de un número cada vez más reducido de conglomerados empresariales, lo que constituye una amenaza directa al pluralismo informativo y, por extensión, a la democracia misma. Por no hablar de las dificultades que atraviesan medios independientes desde el punto de vista de captación publicitaria, al tener audiencias mucho más reducidas.
El oligopolio informativo, números que alarman
Las cifras son contundentes. Si en la década de 1980 existían 50 grandes empresas en Estados Unidos que controlaban el 90% del sector mediático, en la actualidad esta cifra se ha reducido drásticamente a apenas seis grandes conglomerados transnacionales (Reporteros Sin Fronteras, 2024).
Estos supergigantes de la comunicación —Time Warner, Disney, NewsCorp (fusionada con 21st Century Fox), NBC Universal, Viacom y CBS— controlan el 70% del negocio mediático a nivel planetario y son propietarios de aproximadamente 1.500 periódicos, 1.100 revistas, 2.400 editoriales, 9.000 emisoras de radio y 1.500 cadenas de televisión.
El dominio estadounidense en este sector es aplastante, aunque la concentración no es exclusiva de ese país. A nivel mundial, los grandes conglomerados mediáticos incluyen también a Bertelsmann, Sony Corporation, Televisa, Comcast, Warner Bros.
Discovery, AT&T Inc., Hearst Communications, Amazon MGM Studios, Grupo Globo, Mediapro y Atresmedia, entre otros. Por si esto fuera poco, la misma estructura oligopólica se replica en diferentes mercados nacionales, donde unos pocos grupos controlan la mayor parte del flujo informativo.
Los nuevos señores de la información
Un fenómeno particularmente preocupante es la creciente adquisición de medios históricos por parte de multimillonarios, especialmente del ámbito tecnológico y financiero. Como señala Julia Cage en su obra de referencia "Salvar a los medios de comunicación", existe un "auge de la compra de medios de comunicación históricos por parte de multimillonarios del mundo tecnológico o del sector financiero".
Los casos más emblemáticos incluyen la compra del Washington Post por Jeff Bezos (250 millones de dólares en 2013), la adquisición del Boston Globe por John Henry (70 millones de dólares), y las múltiples compras de Warren Buffet a través de su holding Berkshire Hathaway, que en 2012 adquirió 63 periódicos del grupo Media General.
Esta tendencia se ve exacerbada por el dominio de las grandes tecnológicas conocidas como "GAFAM" (Google, Apple, Facebook, Amazon y Microsoft) en la distribución de información. Según datos de Reporteros Sin Fronteras, la inversión total en publicidad en redes sociales ascendió a 247.300 millones de dólares en 2024, un aumento del 14% respecto al año anterior. Estas plataformas, mayoritariamente no reguladas, acaparan una parte creciente de los ingresos publicitarios que tradicionalmente sustentaban al periodismo independiente.
El coste democrático de la concentración
La concentración mediática no es meramente un fenómeno económico, sino que tiene profundas implicaciones democráticas. Es lógico pensar que cuando la propiedad de los medios se concentra en pocas manos, se producen una serie de consecuencias indeseables. En 46 países, la propiedad de los medios está muy concentrada o totalmente en manos del Estado, según el análisis de la Clasificación Mundial de la Libertad de Prensa 2025.
La falta de pluralismo que resulta de esta concentración limita la diversidad de perspectivas y opiniones disponibles para el público. Los medios se vuelven principalmente leales a sus patrocinadores y anunciantes antes que al interés público, mientras que solo unas pocas compañías representan los intereses de una élite minoritaria controlando las ondas públicas.
Esta situación genera una innovación más lenta, precios más altos y, lo que es más grave, una reducción significativa de la calidad y diversidad de la información comunicada. Por no hablar del periodismo de investigación, que se ha visto reducido drásticamente en las principales democracias. España no es una excepción en este sentido.
La instrumentalización de los medios para intereses políticos particulares se vuelve especialmente peligrosa cuando existen relaciones clientelares entre propietarios mediáticos y centros de poder político. Como señala la literatura académica, esta situación es "subversiva para el papel democrático de los medios" y compromete gravemente su integridad y capacidad para servir al interés público. cabe en este sentido, mencionar la publicidad institucional y de cómo ésta trata de controlar a los medios y a sus informadores. En España este fenómeno lo hemos visto con las televisiones, que han recibido cantidades millonarias en los últimos años.
Hacia la resistencia ciudadana: alternativas frente al monopolio informativo
Existe además una paradoja con todo esto. Pensamos que vivimos en una época donde la información es superabundante, pero la realidad; sin embargo, es la contraria. Como estamos viendo, al día se generan muy pocas noticias; y todas ellas además sufren sesgos para ser distribuidas a la ciudadanía a través de las redes sociales. Y no me refiero aquí a los llamados “bulos” o noticias “fake”. Estoy hablando de que esto se da en todas las informaciones que “consumimos”.
Ante este panorama desalentador, surgen diversas estrategias que los ciudadanos pueden adoptar para combatir la desinformación enmascarada en sobre-información y recuperar el control sobre su dieta mediática. Creo que la respuesta debe ser amplia y combinar el empoderamiento individual con la acción colectiva.
En primer lugar, resulta fundamental desarrollar una “alfabetización mediática digital”. Como señalan los expertos en comunicación, la capacitación ciudadana para "saber analizar los mensajes, los canales de información y la intencionalidad de las fuentes" constituye una herramienta esencial. La verificación de información mediante el análisis crítico, la consulta de múltiples fuentes y la contextualización utilizando fuentes plurales se convierte en una habilidad imprescindible para navegar el actual ecosistema informativo. Pero no es suficiente, pues hemos visto que únicamente seis grupos controlan de lo que se habla en todo el mundo.
Por otro lado, la diversificación de fuentes es igualmente crucial. Los ciudadanos deben apostar por medios independientes, periodismo colaborativo y plataformas que garanticen la transparencia en su financiación.
El apoyo económico directo a medios independientes, a través de suscripciones, donaciones o sistemas de crowdfunding, puede contribuir a mantener espacios informativos libres de las presiones de grandes anunciantes o propietarios con intereses particulares. Debemos plantearnos el apoyar a medios que consideremos que lo están haciendo bien y estén apostando por brindarnos información “diferente”, de elaboración propia.
Las iniciativas de fact-checking o verificación de datos, aunque con más de 150 proyectos a nivel mundial, ofrecen una vía prometedora para impedir la desinformación. Sin embargo, es importante ser conscientes de que estas iniciativas también pueden estar sujetas a sesgos y que la responsabilidad última recae en el desarrollo del pensamiento crítico ciudadano. En España, esto es un hecho, pues el sesgo de este tipo de plataformas está claramente orientado hacia un determinado sesgo ideológico muy marcado además.
Pienso que la tecnología, paradójicamente, también ofrece oportunidades. El uso responsable de algoritmos de inteligencia artificial para detectar manipulación informativa, el apoyo a plataformas descentralizadas de información y la participación en redes de comunicación ciudadana pueden contribuir a democratizar el acceso a información plural y verificada.
Y por último leer. Formarse. Leer a los clásicos, conocer la historia. Un individuo informado es un ciudadano capaz. Y éste es más difícilmente manipulable.
La urgencia de la acción colectiva
Pienso que la concentración mediática global no es solo un problema técnico o económico, sino una cuestión que atañe al corazón mismo de nuestras democracias. Como advierte Reporteros Sin Fronteras en su último informe, "sin independencia financiera, no hay prensa libre. Cuando los medios de comunicación son económicamente frágiles, se ven arrastrados a la carrera por la audiencia, a costa de la calidad". Y esto es lo que está pasando. Los periodistas muchas veces no se toman la molestia ni de confirmar con las fuentes la información que publican, bien sea por falta de tiempo o por falta de ética profesional; lo cual es lamentable.
La respuesta a este desafío requiere un esfuerzo coordinado que involucre a gobiernos, organizaciones de la sociedad civil, empresas tecnológicas y, fundamentalmente, a una ciudadanía informada y activa. Solo así podremos garantizar que el derecho a una información plural, diversa y de calidad no quede reducido a un privilegio de unos pocos, sino que se mantenga como un pilar fundamental de nuestras sociedades democráticas.
El tiempo para la acción es ahora. Cada elección mediática que realizamos como ciudadanos, cada fuente que decidimos consultar o apoyar económicamente, constituye un acto de resistencia frente a la uniformización informativa. La democracia se defiende también en la pluralidad de voces que decidimos escuchar y amplificar. Y sobre todo, cuando estas voces no comulgan con nuestros postulados. Ahí es donde el respeto y la tolerancia deben ser puestos en juego por cada uno de nosotros.
Referencias
Cage, J. (2015). Salvar a los medios de comunicación. Editorial Anagrama.
Reporteros Sin Fronteras (2025). Clasificación Mundial de la Libertad de Prensa 2025.
Organización de las Naciones Unidas (2021). Contrarrestar la desinformación para promover y proteger los derechos humanos y las libertades fundamentales.
Salaverría, R. y Sádaba, T. (2023). "Combating disinformation with a multistakeholder approach". European Journal of Communication.
Comisión Europea (2024). Código de Buenas Prácticas en materia de Desinformación.
Editor: Universidad Isabel I
ISSN 2792-1786
Burgos, España