María Martín de Vidales Profesora del Grado en Historia, Geografía e Historia del Arte
Vie, 09/05/2025 - 10:59

Danza contemporánea

Danza contemporánea.

Serie: 'Haciendo Historia' (CXLI)

La Antigüedad clásica ha sido un elemento cohesionador de la cultura occidental de forma constante. Las diferentes manifestaciones artísticas que han tenido en cuenta los modelos clásicos constituyen el hecho explícito desde el que poder llevar a cabo tal afirmación. Desde la Edad Media hasta la época contemporánea, Grecia y Roma han sido arquetipos en las composiciones y diseños de numerosos artistas. Esta realidad adquiere mayor peso al contemplar grandes obras maestras que todos conocemos como el David de Miguel Ángel o el Juramento de los Horacios de Jacques Louis David, por ejemplo. No obstante, existen otras manifestaciones artísticas que también han destacado por ser receptoras de la Antigüedad clásica. Me refiero al teatro y a la danza.

Es necesario destacar que, a partir del siglo XVIII, los paradigmas relacionados con el teatro van a experimentar cierta transformación al generarse una nueva corriente denominada historicista, la cual permitió adecuar el vestuario y la escenografía al marco histórico en el que se ubicaba la obra (Sierra Roldán Moral, 2017). Teniendo en cuenta el auge del Neoclasicismo, no es de extrañar que en esta tendencia destacasen, sobre todo, las obras de temática clásica, como, por ejemplo, Captilonius Manlius de Antoine La Fosse d’Aubigny o la tragedia de Ifigenia en Áulide de Jean Racine. De esta manera, los actores empezaron a adquirir un protagonismo más destacado asumiendo un carácter que les vinculaba de forma más directa con los protagonistas representados, así como un dominio más consciente del cuerpo, de los gestos o de la propia expresión.

Clásicos y vanguardia en el siglo XX

Con la llegada del siglo XX, el teatro europeo mantuvo su atracción por la corriente historicista, pero, por otro lado, se sumergió en el movimiento vanguardista. Esta realidad condicionó varias propuestas donde los actores seguían vinculándose de forma muy determinante con la escenografía y vestuario, pero desde un enfoque más moderno. Así, destacó el trabajo de pintores como Picasso o Giorgio de Chirico quienes reflejaron los preceptos vanguardistas propios del siglo XX a través de los esquemas de la Antigüedad clásica.

Este tipo de asimilaciones no tardaron en realizarse en la danza. Se distinguen numerosos ballets en los cuales el vestuario y la escenografía fueron adaptados a la trama de la obra a través de los preceptos vanguardistas como el ballet Antígona, una versión reducida de la tragedia griega de Sófocles, escrita en 1922 por Jean Cocteau, en cual Picasso como escenógrafo colaboró con Cocco Chanel como figurinista; o Le Bal, ballet cuyo vestuario fue planteado por Giorgio de Chirico.

Figura 1. Vestuario diseñado por Giorgio de Chirico para el ballet Le Bal. Fuente: Collections.vam

Avances en la danza

El avance que experimentó la danza en Europa, en concreto el ballet, estuvo condicionado por la actividad de la compañía de Serguéi Pávlovich Diáguilev. El éxito que la compañía de los ballets rusos de Diáguilev obtuvo en Europa residió en su capacidad de acoger en las producciones artistas de diversa índole que enriquecían con creces el carácter de la composición. Además, el carácter vanguardista que estaba definiendo las manifestaciones artísticas de principios de siglo XX se asentó en estas producciones y fue este mismo toque vanguardista el que permitió ampliar los límites tan rígidos que habían condicionado el ballet hasta el momento. Me refiero al vestuario, al calzado o, por supuesto, a la técnica del movimiento, elementos que fueron adquiriendo mayor grado de flexibilidad. Esta tolerancia facilitó las conexiones con el mundo clásico.

Figura 2. Imagen del ballet Mercurio, producción de los ballets rusos. Vestuario diseñado por Pablo Picasso. Fuente: Collections.vam

La bailarina española Àurea de Sarrá

Existen numerosos ejemplos que permiten distinguir estos vínculos entre la Antigüedad y la contemporaneidad, pero quisiera destacar el de la bailarina española Àurea de Sarrá. Nacida en Barcelona a finales del siglo XIX, Àurea de Sarrá se convirtió en una de las bailarinas que unió Antigüedad clásica y danza contemporánea. Su espectáculo consistía en bailar en un escenario donde invocaba una suerte de ambiente clásico a través del vestuario y de la propia técnica que regía sus movimientos. Con esta puesta en escena asumía papeles de diosas, heroínas u otras mujeres de la historia, aunque no fue la primera en llevar a cabo este tipo de representaciones (Villalonga, Mariàngela, 2008). No se puede obviar a la famosa Isadora Duncan, bailarina norteamericana que se impuso a las rígidas normas que constituían el ballet ampliando, así, el concepto de lo que se consideraba danza académica. Ya Isadora Duncan bailó descalza, con un vestuario propio de la Antigüedad clásica y a través de movimientos que permitían una mayor contorsión y flexibilidad del cuerpo (Giubelli, 2019). Su actividad no pasó desapercibida en el panorama cultural, ámbito en cual se posicionó como un referente.

Figura 3. Isadora Duncan bailando en una playa. Fuente: Wikipedia.

No obstante, y aun teniendo en cuenta los posibles modelos establecidos en el momento, Àurea de Sarrá presentó un carácter particular. En primer lugar, hay que tener en cuenta que su debut se hizo de forma tardía debido a la oposición que presentó su familia hacia su vocación artística. Además, sus primeras actuaciones en España apenas obtuvieron éxito, teniendo que ser reconocida en otros países europeos de forma previa.

Inspirada por la pintura que encontró en sus visitas al Museo del Prado, empezó bailando piezas típicas del repertorio de folclore español como El torero herido o La fuga de Zulema a través de una puesta en escena en la que el carácter español predominaba en elementos como la peineta y la mantilla. Pero a partir de 1924 su obra adquirió un perfil distinto al empezar a evocar la Antigüedad clásica. Aunque los motivos de esta transformación no están bien definidos, se pueden distinguir algunos aspectos determinantes que permiten intuir el origen de esta variación. En primer lugar, el desarrollo del Noucentisme, movimiento cultural y artístico propio de Cataluña que estableció unos principios vinculados con su tradición basados en la Antigüedad clásica, en concreto en Grecia. En segundo lugar, es esencial considerar el conocimiento que presentaba en relación con diversas publicaciones griegas y romanas que le permitió acercarse a diferentes mitos a través de sus danzas. Este carácter intelectual lo plasmó en diversas publicaciones en las cuales reflexionó sobre el carácter de los movimientos y sobre el desarrollo de la danza, por ejemplo, destaca el artículo La danza, arte noble y humano (1930), publicado con motivo de una serie de actuaciones suyas en el Teatro Griego de Barcelona (Ayensa Prat, 2017).

De esta forma, Àurea de Sarrá consolidó un espectáculo con una estructura muy característica. Consistía en recrear una escena clásica a través de un vestuario basado en el estilo griego y una escenografía vinculada con la Antigüedad. Además de estos aspectos, cuidó la técnica artística recurriendo a movimientos delicados con los que adquiría poses que la permitían evocar pasajes de la Antigüedad y en los cuales la expresión del cuerpo y de su rostro eran fundamentales. Ella misma denominó a estos espectáculos cantos plásticos.

Figura 4. Àurea de Sarrá en el teatro de la Acrópolis. Fuente: Enciclopedia.cat

En conclusión, se puede considerar la danza una manifestación artística en la cual se distingue cierta recepción del mundo clásico. Esta realidad tiene su origen en la tendencia historicista que condicionó el desarrollo del teatro. La modernidad que fomentó la consolidación de la vanguardia artística afectó a la forma de asumir y entender la danza, al recurrir a elementos transgresores e innovadores, como el abandono de los principios académicos, el rechazo hacia el rígido vestuario o la integración de equipos de trabajo diversos en los cuales destacaron grandes artistas plásticos. Este carácter encajó a la perfección con los preceptos que definían la Antigüedad clásica, estableciendo así un vínculo entre pasado y modernidad, clave para comprender los procesos artísticos propios de la primera mitad del siglo XX.

Bibliografía:

Ayensa Prat, E. (2017). Àurea de Sarrà, una bacante catalana en las estribaciones de la Acrópolis. Erytheia Revista de estudios bizantinos y neogriegos, (38), 325-354.

Giubelli, M. F. (ed.) (2019): A passi di danza. Isadora Duncan e le arti figurative in Italia tra Ottocento e avanguardia, Catálogo de exposición. Celebrada del 13 de abril al 22 de septiembre de 2019 en Museo Stefano Bardini, Florencia, Edizioni Polistampa.

Sierra Roldán Moral. (2017). El diseño de vestuario teatral: de Buontalenti a Diaghilev, Síntesis.

Villalonga, M. (2008). Aura de Sarrà: una demèter catalana a la Grècia de 1926. Assaig de teatre: Revista de l’associació d’investigació i experomentació teatral, (66-67), 30-61.

Editor: Universidad Isabel I

Burgos, España

ISSN: 2659-398X

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