María Martín de Vidales Profesora del Grado en Historia, Geografía e Historia del Arte
Mié, 08/03/2023 - 11:09

Cabecera de 8M de historiaLa Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales en el 8 de marzo.

Serie: 'Haciendo Historia' (XCIV)

En los últimos años, se conmemora el día 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer, un motivo para detenerse a considerar el grado de equidad y respeto que hemos alcanzado como sociedad. Paulatinamente, se han ido consiguiendo muchos avances sociales referentes a estos aspectos, pero no es necesario justificar en profundidad que esta realidad es más bien novedosa.

En la Historia del Arte, la mujer ha estado relegada a un segundo plano, aunque, por supuesto, mujeres artistas siempre ha habido. Aristareta, Timarete o Marcia Severa de Cícico destacaron en la Antigüedad clásica; la Abadesa Hitda de Meschede, Hildegard von Bingen o Guda de Weissfauen en época medieval; o Mayken Verhuls, Plautilla Nelli y Sofonisba Anguissola en época moderna. También sobresalieron Lavinia Fontana, Barbara Longhi, la española Isabel Sánchez Coello, Artemisa Gentileschi, Clara Peeters, Elisabetta Sirani o Joanna Koerten. Estos nombres son sólo algunos de los muchos ejemplos que se podrían citar, de manera que se puede afirmar que la mujer, aunque con más trabas, sí participó de la Historia del Arte y los últimos estudios historiográficos se están encargando de demostrarlo (De Diego 2009; Caamaño Fernández 2011; Sofio 2016; (Rubayo-Gallego 2021).

En este artículo se propone la revisión de una de las mujeres artistas más famosas de la Historia del Arte: Marie-Louise-Élisabeth Vigée Le Brun. Su producción artística fue brillante y su éxito fue reconocido, tanto en vida como en la posterioridad. Élisabeth Vigée Le Brun no sólo destacó por sus dotes artísticas, sino también por la independencia y autoridad que ejerció en su profesión.

En el siglo XVIII, algunas Academias de Bellas Artes, como la francesa, ya permitían el acceso a la mujer como estudiante. Aunque este acceso presentaba otros condicionantes en relación con el de los hombres: los requisitos que debía cumplir para formar parte de la Academia o los géneros pictóricos con los que se les permitía trabajar, fueron algunos de los aspectos diferenciadores. Además, que una mujer fuese artista se seguía considerando un desafío a las normas básicas de moralidad de la sociedad del momento. Aun así, muchas no cesaron en su empeño de convertirse en artistas y Marie Louise Élisabeth Vigée Le Brun fue un buen ejemplo de ello.

Élisabeth Vigée Le Brun, Autorretrato

Élisabeth Vigée Le Brun, Autorretrato, c.1782, National Gallery (Londres). Fuente: Wikipedia

La vida de Élisabeth Vigée Le Brun

Élisabeth Vigée Le Brun tuvo suerte, pues nació en una familia acomodada muy relacionada con el arte. Sus padres fomentaron sus estudios por la pintura y, además, poseían un salón al que acudían los intelectuales de la época para tratar temas culturales, aspectos que facilitaron el nexo de Le Brun con la pintura. Además, su familia había establecido cierta vinculación con la monarquía, condición que favoreció, en cierta medida, su admisión en la Academia de Bellas Artes. Inició su carrera profesional como pintora de la corte y, además, recibiendo multitud de encargos de la alta clase social. Este éxito no era de extrañar porque pintar para la reina era la mejor publicidad. No obstante, su independencia se vio truncada, en cierto momento, por la influencia de su marido, quien se proclamó administrador de los beneficios económicos de la pintora. Este hecho, parece irrelevante debido a que era muy frecuente en la época que las mujeres no pudiesen disponer de su dinero y tuviesen que ser los padres, hermanos o maridos los que controlasen este aspecto. Sin embargo, Élisabeth Vigée Le Brun, consciente del despilfarro continuo de su marido, llegó a tomar la determinación de ser su propia gestora económica, siendo esta elección, desafiante e innovadora.

Su relación con la corte no siempre la benefició. Al estallar la revolución en 1789 no tuvo más remedio que exiliarse de Francia. Así, inició una segunda fase en su vida que fue determinante para la configuración de su obra. El periplo del exilio le permitió realizar estancias en varios países como Italia, Austria o, incluso, Rusia y recogió toda esta experiencia en la publicación Souvenirs, cuya lectura es esencial para el análisis de su obra pictórica. Es una obra compuesta por tres tomos, publicados entre 1835 y 1837, en los que se refleja su vida desde la infancia hasta su vejez. A lo largo de estos tomos, la pintora describió la mayoría de los retratos que pintó, visibilizando, tanto a modelos como a clientes, y recogiendo todos los títulos en un inventario que incluía en la propia publicación.

Así, se ha podido analizar cada uno de los retratos realizados por esta pintora, llegando a la conclusión de que el carácter revolucionario caracterizó su obra. No me refiero a un carácter político, sino a su determinación como artista. No se ciñó al tipo de pintura que se esperaba que realizase una mujer, sino que sus habilidades pictóricas y su determinación, le permitieron focalizar sus retratos en la pintura de historia, acudiendo de forma constante a la Antigüedad clásica y, en especial, a la mitología. No sólo se vio influenciada por el mundo griego y romano, sino también por los maestros clásicos, - Domenichino, Van Dyck o Guido Reni, por ejemplo-, así como por artistas contemporáneos, por ejemplo, por Rosalba Carriera.

Élisabeth Vigée Le Brun

Fig 2. Élisabeth Vigée Le Brun. Mme. de Brionne como Diana, c. 1775, National Gallery of Victoria (Melbourne). Fuente: Wikipedia

Su producción artística fue muy amplia y ha sido analizada por autores como Pierre Nolhac (1908), André Blum (1914), Laura de Noves (1944), Germaine Greer (1979) o Rosa Elvira Caamaño-Fernández (2011), por citar algunos ejemplos. No obstante, es interesante resaltar aquellas obras consideradas “Retratos mitológicos”, es decir, retratos en los cuales, el o la modelo, aparecían retratados bajo la apariencia de un personaje de la mitología clásica. En líneas generales, fueron retratos de mujeres pertenecientes a altas clases sociales. De los primeros que realizó, destaca Mne. de Brionne como Diana (Fig.2), en el que retrató a Anne-Charlotte de Lorraine bajo la apariencia de esta divinidad. Diana se presentaba, por su castidad, como una perfecta opción de asimilación con aquellas jóvenes solteras de familias acomodadas. Sin embargo, no solo retrató a mujeres pertenecientes a altas clases sociales; también destaca en su producción los retratos realizados durante su exilio en Nápoles a la famosa Emma Hart o Lady Hamilton.

Emma Hamilton como Bacante,

Fig.3. Élisabeth Vigée Le Brun, Emma Hamilton como Bacante, c. 1790-1792, Lady Lever Art Gallery (Liverpool). Fuente: Wikipedia

Lady Hamilton poseía unos orígenes muy humildes, sobrevivió en Londres trabajando en ámbitos de cuestionada reputación para la sociedad del momento y, finalmente, se casó con Lord Hamilton, embajador británico en Nápoles. Su matrimonio le permitió establecer relación con las altas clases sociales, pero siguió siendo una mujer que no se ceñía a los parámetros sociales del momento. Impulsiva y atraída por el arte y por el mundo clásico, posó para numerosos artistas que se sentían fascinados por su condición. Élisabeth Vigée Le Brun la retrató como una Bacante (Fig. 3) y como la Sibila Cumana (1792, Colección Privada). Le Brun también retrató a otras mujeres bajo la apariencia de destacadas figuras mitológicas: Flora, Hebe, Ariadna, Atalanta o Iris, y lo hizo de forma ciertamente novedosa. Recurrió a los atributos de la figura mitológica, pero optó por presentar a las modelos luciendo la moda del momento en sus peinados y vestidos, con cierto carácter atrevido, disponiéndoles en actitudes de movimiento y sensualidad, aunque no siempre contase con toda la libertad posible para ello.

En conclusión, se puede asegurar que Marie-Louise-Élisabeth Vigée Le Brun revolucionó la Historia del Arte, al ser una de las primeras mujeres que disfrutó de cierta independencia, en relación con la rígida normativa académica y teniendo en cuenta los condicionantes histórico-sociales del momento. Su figura ha recibido una especial atención por parte de la historiografía y, también, de la museografía. El relato que detalladamente describe su vida y obra, -Souvenirs-, facilita el análisis de su producción artística y permite comprobar cómo la pintora adquirió una gran destreza a través de la asimilación de las técnicas pictóricas más novedosas, la moda artística del momento y la influencia, tanto de la Antigüedad clásica como de los maestros clásicos. Su determinación como mujer independiente no sólo fue decisiva en su vida privada, sino que supuso una evolución en la forma de estudiar la Historia del Arte.

Referencias

Blum, A., (1914), Madame Vigée-Lebrun. Peintre des grandes dames du XVIIIe siècle, París.

Caamaño Fernández, R. E. (2011), Educación y dedicación. Aportaciones de las grandes pintoras al arte. Desde la Antigüedad hasta 1800, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Vigo.

D. Hottle, A., (2010), More than a preposteorus neo-classic rehash: Èlisabeth Vigée Le Brun’s Sibyl and its Virgilian Connotations, Aurora. The journal of the History of Art, XI, 120-146.

De Diego, E. (2009), La mujer y la pintura del XIX español. Cuatrocientas olvidadas y alguna más, Ensayos de arte Cátedra.

De Noves, L., (1944), Elisabeth Vigée-Lebrun. Pintora de reinas, Olimpo.

Greer, G., (1979), La carrera de obstáculos. Vida y obra de las pintoras antes de 1950, Bercimuel.

Mazzocca, F., (2004), Viaggio in Italia di una donna artista. I souvenirs di Elisabeth Vigée Le Brun 1789-1792, Mondadori Electa.

Nolhac, P., (1908), Madame Vigée-Le Brun. Peintre de la Reine Marie-Antoinette 1755-1842, Hachette Livre BNF.

Rubayo, S-Gallego, A. (2021), Pintoras, La Gata Verde.

Sofio, S., (2016), Artistes femmes. La parenthèse enchantée XVIIIᵉ- XIXᵉ siècles, CNRS Editions.

 

Editor: Universidad Isabel I

Burgos, España

ISSN: 2659-398X

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