Auxiliadora Durán Cotón Profesora de los Grados en Infantil y Primaria
Vie, 18/03/2022 - 10:30

abuelo leyendo un cuento a sus nietos

Abuelo leyendo un cuento a sus nietos.

Serie: 'Educación en la era digital' (LVIII)

Cuando hablamos de cuentos infantiles, es inevitable pensar en historias como Pinocho, Caperucita Roja o Los tres cerditos, por citar algunos de los más populares. En ellas, aunque el protagonista deba afrontar alguna dificultad, al final, siempre sale victorioso y, por encima de todo, tienen un objetivo muy claro: transmitir una enseñanza. Sin embargo, el alemán Heinrich Hoffmann rompió con estos dos parámetros transformándolos radicalmente, creando una compilación de cuentos muy particular.

Todo comenzó cuando, en la Navidad de 1844, quiso regalar a su hijo de tres años un libro de cuentos ilustrado apropiado para su edad, pero no encontró ninguno que considerase adecuado. Todos trataban sobre piratas, animales, objetos inanimados, etc.; historias largas y sin una moraleja conveniente para niños de esa edad. Por ello, decidió escribir un libro ilustrado basado en una clara y simple evidencia: los niños aprenden viendo y comprenden lo que ven, así que no es necesario hacer advertencias morales, porque no las van a entender.

Pediatra de profesión, Hoffmann estaba acostumbrado a inventar y contar historias para tranquilizar y distraer a los niños mientras los auscultaba.

Der Struwwelpeter

Mural de Der Struwwelpeter en Ámsterdam.

Esta obra está compuesta por diez cuentos en rima inventados por el propio Hoffmann y cada uno de ellos refleja una mala conducta y su castigo correspondiente. Tuvo una gran acogida tanto entre los miembros de su familia como entre sus pequeños pacientes. Tanto fue así que se animó y, un año más tarde, publicó su obra. El título original era Lustige Geschichten und drollige Bilder für Kinder von 3–6 Jahren (Historias muy divertidas y estampas aún más graciosas para niños de 3 a 6 años), sin embargo, en la tercera edición decidió cambiarlo por Der Struwwelpeter (Pedro Melenas), uno de los personajes que pasó a ocupar la portada y que es el personaje principal del libro.

En cada uno de los cuentos, el protagonista es un niño o una niña con un mal comportamiento o manía (no lavarse las manos, no comerse la comida del plato, no cortarse las uñas, etc.) que, al final, recibe un castigo como consecuencia de ello.

Todas las historias están compuestas por la siguiente estructura:

  • En la primera parte se presenta al personaje, el cual tiene siempre un mal comportamiento con respecto a las normas sociales y que ya se enfatiza en el título del cuento.
  • La narración continúa con un hecho que genera un problema o situación y termina con una secuencia que no muestra moraleja alguna.
  • La última parte, el desenlace, refleja cuáles son las consecuencias cuando se infringe una norma que ha sido socialmente aceptada.

Los padres y educadores de la época consideraban que esta obra era un ejemplo de lo que tenían que ser los buenos libros infantiles puesto que el niño, a través de sus textos e ilustraciones, podía interiorizar las normas sociales. Pero a mediados del siglo XX, los psicólogos y pedagogos cuestionaron su contenido, llegando a considerarla violenta y espantosa, sobre todo tras las atrocidades cometidas por el nazismo durante la Segunda Guerra Mundial. Por ello, fue prohibida a los niños, ya que algunos de sus personajes emulaban la mentalidad fascista del nazismo.

Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, todos los analistas coincidían señalando que se trataba de un libro nocivo para la infancia por los siguientes aspectos:

  • Una de las historias de esta obra se contaba a la hora de la comida. Trataba sobre un niño llamado Kasper, que padecía sobrepeso, pero que un día dejó de comer y poco después, murió. Esta historia era un instrumento de intimidación para obligar a los niños a comer, sin tener en cuenta los factores que pueden influir en los hábitos alimenticios. Afortunadamente, hoy en día se sabe que, si un niño se escabulle o evita el momento de la comida, debe interpretarse como un síntoma de que tiene fobia o pérdida de apetito y que, en vez de amenazas y castigos, necesita comprensión y afecto.
  • Destaca también la historia de Conrad, un niño que se chupaba los dedos compulsivamente y que terminó perdiendo los pulgares porque un sastre se los cortó. Esta cruel historia, aparte de generar traumas en el niño, está al margen de toda consideración pedagógica y psicológica del porqué los niños tienen la costumbre de chuparse el dedo.
  • En esta obra se hace visible la ideología de que el hombre blanco es sinónimo de superioridad e inteligencia. Esto se hace visible a través de la historia de un niño negro del que se burlan varios niños blancos. Esta historia refleja claramente el tema de la discriminación contra culturas y razas ajenas a Occidente. Es preciso recordar la base del racismo nórdico-germano contra ciertas razas y etnias, fundamentado en la exaltación del hombre blanco (ojos azules, pelo rubio y complexión atlética) como creador de la civilización e ideal de belleza.
  • Si se parte del criterio de que el niño adquiere los conocimientos mediante la actividad sensorio-motriz y experimentando con los objetos de su entorno, la triste historia de Emma, una niña que queda reducida a cenizas por jugar con una caja de cerillas, sirve para censurar las travesuras de los niños. Intentar defender la idea de que los niños interiorizan mejor los conocimientos manteniéndose quietos y callados que con la actividad lúdica, es erróneo.
  • Otra historia que merece ser destacada dentro de esta curiosa obra es la de Oscar, un niño muy desobediente que, por balancearse con la silla del comedor, se cae hacia atrás, tirando del mantel y rompiendo todo lo que había sobre él. Como consecuencia, el padre le da varios bofetones, para que aprenda a estar quieto en la mesa. Sin embargo, lo que el padre de Oscar no sabe es que ningún niño es capaz de estar quieto y callado a la hora de la comida, ya que su sistema motriz y su capacidad intelectual no se lo permiten.

La mala interpretación o la falta de conocimientos sobre el desarrollo psicológico, lingüístico e intelectual del niño hacen que muchos padres no entiendan la conducta de sus hijos. Cualquier educación que sea forzada puede llegar a destruir los propios procesos de desarrollo armónico de la personalidad, interfiriendo con la formación de procesos más valioso que se produce en el momento en que el desarrollo encuentra las condiciones más favorables en una determinada edad. Es decir, lo que el niño necesita a lo largo de su aprendizaje no es una enseñanza rápida y precoz, sino mucho tiempo y elementos didácticos que lo mantengan motivado.

Referencias bibliográficas:

Andrade, M., Bona, M. y Pereira, G. (2009). Pedagogy and custom education in an old children's book: Der Struwwelpeter. Educação & Sociedade Campinas, 30(106), pp. 131-149.

Editor: Universidad Isabel I

Burgos, España

ISSN: 2659-5222

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