Marta Buján Navarro
Sáb, 20/02/2016 - 10:40

El próximo domingo 21 de febrero se celebra el Día Internacional de la Lengua Materna, una iniciativa impulsada por la Unesco, cuyo lema este año es «Educación de calidad, lengua(s) de instrucción y resultados de aprendizaje».

Nadie puede poner en duda que el lenguaje es el principal instrumento vehicular de la educación, ya sea formal, no formal o informal. La adquisición de conocimientos y habilidades, así como el mero acceso a la información (paso previo a su transformación en conocimiento) vienen determinados esencialmente por la capacidad de comprender y de expresarse en una lengua.

Así que parecería lógico que todos debiéramos poder acceder a ese conocimiento en una lengua que nos permita comprenderlo y manejarlo adecuadamente. Para los que tenemos la suerte de hablar lenguas mayoritarias es algo que damos por sentado. Sin embargo, esto no es así para millones de personas en todo el mundo cuyas lenguas maternas son minoritarias. De hecho, numerosas campañas de alfabetización puestas en marcha por la Unesco y otros organismos encargados de promover y defender la educación en el mundo han fracasado estrepitosamente precisamente por este motivo. Cuántos alfabetizadores bien formados, llenos de ilusión y de energía, han llegado con el afán de educar a los lugares más remotos, solo para darse cuenta de que los innovadores materiales didácticos cuidadosamente editados que llevaban no servían de nada porque la población local no era capaz de entenderlos. Y es que, ¿acaso podemos esperar que todas las poblaciones indígenas de América Latina hablen español? ¿O que todos los habitantes de la India sean solventes en inglés? 

Bocadillo de habla con muchos idiomas

Esta exclusión o marginación lingüística se hace aún más flagrante en el ciberespacio, donde la mayor parte de comunidades lingüísticas del mundo simplemente no existen. Es decir, que aunque se llegue a colmar la brecha digital ofreciendo un acceso generalizado a las TIC, seguiría existiendo una brecha lingüística en cuanto a los conocimientos e información disponibles en Internet, en cuanto a las posibilidades de interrelacionarse con otras personas en ciertos idiomas, de difundir una visión propia del mundo, de expresar la propia cultura.

Quizás haya quien piense que la solución sería que todo el mundo aprendiera inglés, idioma de prestigio dominante en Internet, en el ámbito científico y académico, las relaciones internacionales, etc. Cabría aducir que asegurando para todos un buen conocimiento de este idioma se garantiza el acceso igualitario a la información y al conocimiento. Sin entrar en la evidente complejidad y dificultad que entrañaría lograr este objetivo, yo creo que aprender otro idioma debe suponer una riqueza, no un elemento de alienación. Aprender una lengua extranjera amplía horizontes y ofrece nuevas oportunidades, no me cansaré nunca de recomendarlo, pero no debe ser algo impuesto por la imposibilidad de emplear la lengua materna.

No hay que olvidar, además, que una lengua es mucho más que un vehículo de expresión. Cada idioma está ligado a un modo de pensamiento, a una concepción del  mundo, a unas tradiciones y cultura propias. Y la lengua materna es indisociable de nuestra propia identidad. Como intérprete profesional y hablante de varios idiomas sé de buena tinta que nada hay más preciado que nuestra primera lengua, nuestra principal herramienta de trabajo. En la lengua materna se es capaz de expresar lo que se quiera; en una lengua extranjera uno dice lo que puede.

La RAE define la lengua materna como la lengua primera que una persona aprende a hablar. Curiosamente un concepto tan intuitivo como el de lengua materna resulta ser bastante inasible cuando se trata de definir de forma sistemática, algo en lo que ni los especialistas se ponen de acuerdo. La proliferación de entornos multilingües hace aún más difícil delimitar el concepto. Pero, en términos generales, se puede afirmar que la lengua materna es la que de forma natural se usa para el pensamiento y la comunicación. Por eso es tan importante garantizar que todas las personas reciban instrucción en su lengua materna; porque es el vehículo idóneo para que puedan aprovechar completamente los beneficios que se derivan de la educación y lograr un aprendizaje eficaz.

El Objetivo 4 de la Agenda 2030 de Naciones Unidas para el Desarrollo Sostenible insta a todos los países a garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad y promover oportunidades de aprendizaje durante toda la vida para todos. Defendamos el plurilingüismo y la dignidad de todas las lenguas en el ámbito educativo para lograr que este objetivo se haga realidad.

La lengua es nuestra morada vital [...] La lengua nos hace y en ella nos hacemos. Hablamos y en nuestros labios está el temblor de aquellos millones de hombres que vivieron antes que nosotros y cuyo gesto sigue resonando en nuestra entonación o en los sonidos que articulamos.

Manuel Alvar, «Vivir en la lengua», en Por los caminos de nuestra lengua, Universidad de Alcalá de Henares, 1995, p. 15.

 

Entrada publicada el 20/02/2016

Editor: Universidad Isabel I

Burgos, España

ISSN: 2659-5222

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