Silvia Arribas Alonso - Mar, 10/06/2025 - 09:55
Clases de historia, geografía e historia del arte.
Serie: 'Haciendo Historia' (CXVII)
Ha calado en la sociedad que la principal, cuando no la única, salida profesional para una persona recién graduada en Historia, Geografía e Historia del Arte es la docencia. La educación, tanto en enseñanzas medias como la superior, requiere docentes con una adecuada formación en ciencias humanísticas y sociales; sin embargo, aferrarse a ese mito supone obviar e ignorar las posibilidades que ofrece un ecosistema que crece año tras año, como es el cultural. Entidades de todo tipo buscan perfiles transversales que sean capaces de investigar, analizar y procesar contenidos culturales de diversa índole.
Desfile callejero con danzantes.
Pero, antes de nada, cabe preguntarnos ¿Qué entendemos por «cultura»? La cultura se ha definido tantas veces y desde tantos enfoques que resulta complicado quedarse con una única tesis. Es más, la palabra «cultura» se usa con tanta frecuencia que parece abarcarlo todo. Ahora bien, a la hora de hablar de empleabilidad, existen dos ámbitos que pueden ayudarnos a comprender mejor el mercado laboral cultural, aunque también puede haber matices o divergencias entre estas categorías.
Por una parte, están las llamadas industrias culturales y creativas, aquellos bienes y servicios, que se sitúan dentro del mercado comercial y de consumo y de los que se pretende obtener un rédito monetario. Ejemplo de ellas son el mercado editorial, las artes plásticas, los videojuegos, el audiovisual, la música o las artes escénicas.
Por otro lado, se encuentran todas aquellas actividades cuyo objetivo no es obtener un beneficio económico y que ponen la cultura al servicio de la ciudadanía o la utilizan como herramienta de cambio social, es decir, consideran la cultura un derecho. Dentro de esta definición cabe un amplio espectro que va desde las iniciativas desarrolladas por instituciones públicas, fundaciones, ONG, asociaciones, proyectos comunitarios de mediación cultural hasta espacios autogestionados o agrupaciones contraculturales. Sin embargo, este binomio dista mucho de ser antagónico: en muchas ocasiones resulta difícil encasillar las acciones en una u otra clasificación, pues convergen y se retroalimentan, lo que favorece el florecimiento de más oportunidades laborales.
Las industrias culturales y creativas requieren personas formadas en Historia, Geografía e Historia del Arte capaces de crear contenidos o escribir historias con rigor académico; de ahí que podamos encajar en puestos de guionistas o asesores de contenidos para series, pódcast o documentales, editores y correctores especializados en humanidades, o como parte de equipos de diseño de videojuegos o experiencias de realidad virtual. Esto entronca con otra gran familia de empleos: la asesoría histórica y la realización de estudios previos. Se necesitan informes y estudios antes de acometer restauraciones en edificios históricos, rutas turísticas, transformaciones urbanísticas u obras civiles, sin olvidar las excavaciones y los análisis arqueológicos.
El conocimiento del territorio es fundamental y lo aporta, necesariamente, la disciplina geográfica. Permite diseñar y gestionar itinerarios culturales y paisajísticos que integran tanto al patrimonio material como inmaterial; desarrollar planes que pongan en valor la sostenibilidad y los recursos locales y, por supuesto, realizar estudios desde el análisis geográfico regional, esenciales para cualquier proyecto cultural.
Otro importante nicho de empleo es el vinculado al patrimonio: además de las restauraciones, la conservación, la catalogación, la divulgación o la difusión generan numerosos puestos de trabajo. En este apartado cabe citar a bibliotecas, museos y archivos – estatales, autonómicos, provinciales y locales, tanto públicos como privados–. Vinculado a esto, tiene un papel cardinal la especialización en Ciencias Historiográficas, tales como, la Paleografía, la Diplomática o la Numismática. Tampoco podemos pasar por alto la relevancia de las exposiciones, tanto en las labores de comisariado – quien decide el contenido de la muestra y le da sentido – como las de coordinación – quien hace posible que se materialice mediante los trámites de producción y montaje–. En este segmento encajan también las profesiones relacionadas con el mercado del arte: ferias, galerías, casas de subastas o consultorías sobre colecciones: todas ellas requieren personal formado en Historia del Arte, habilidades comerciales y nociones de conservación, sin interferir en las funciones específicas de conservadores/as y restauradores/as.
Estanterías en una biblioteca antigua.
La gestión de la cultura es una profesión en sí misma que poco a poco va abriéndose camino con terminologías y funciones similares: técnico de cultura, gestor/a cultural, responsable de acción cultural, responsable de proyectos culturales, programador/a cultural, coordinador/a cultural y un largo etcétera según la institución y su relación de puestos de trabajo. En muchas ocasiones, estos puestos son interdisciplinares y se combina con funciones de comunicación, marketing, protocolo o relaciones institucionales, entre otras. Por este motivo, se valora la especialización posterior en áreas a priori alejadas del campo humanístico, que permiten una capacitación holística, aunque también evidencian la tendencia a que en estos puestos «entre» todo. Muestra de ello es que, en municipios pequeños en los que solo hay un puesto de técnico de cultura (y festejos), esta persona asume, con frecuencia, también las tareas de turismo. La gestión cultural exige dominar la legislación – muy especialmente si el puesto se desempeña en el ámbito público –, la producción y la gestión de eventos, festivales y espectáculos, así como la redacción, ejecución y evaluación de proyectos. También debe encargarse de ayudas, subvenciones y convenios nacionales e internacionales, bien para aportar fondos o para captarlos, incorporando entre sus tareas trabajos ya mencionados, como los relacionados con publicaciones, exposiciones o colecciones.
Finalmente, las Humanidades Digitales abren un abanico de oportunidades, muchas de ellas aún por descubrir, pero ya presentes: programación, modelado 3D, SIG o Inteligencia Artificial, por citar solo algunos recursos y tecnologías, transforman la cultura cada semana y, con ella, el mercado laboral cultural.
Personas interactuando con un holograma
Las posibilidades son múltiples, aunque el camino esté lleno de retos. No sería realista pintar un panorama idílico, pues muchas veces el trabajo se reduce a voluntariado – al no ser remunerado – o con contratos con salarios precarios y marcada temporalidad. Ahora bien, aprovechar las oportunidades tempranas como becas o periodos de prácticas, la formación continua y el networking – congresos, ferias, festivales o asociaciones – dispara la empleabilidad. El horizonte laboral existe y se amplía con cada iniciativa cultural. El Grado en Historia, Geografía e Historia del Arte forma personas plenamente preparadas para desempeñar una multiplicidad de perfiles profesionales en una sociedad cambiante que requiere contextualizar su memoria y proyectar su futuro.
Editor: Universidad Isabel I
Burgos, España
ISSN: 2659-398X
Referencias
Atalaya / Observatorio Cultural de las Universidades Públicas de Andalucía. (2024). Manual Atalaya. Apoyo a la Gestión Cultural.
Ballesteros, I. (2023). La Inteligencia Artificial y la creación artística. Cómo funciona la creación y el mercado de la IA generativa. Memorando, (1), 1-15.
Caecero, J. (coord.) (2020). Libre pensamiento, (104).
Camacho, A. (2021). Manual del gestor cultural. Almuzara
López, I. (2000). Cultura y ciudad. Manual de política cultural municipal. Trea
Ortega, C., González, A. J. y Verdet, I. (2019). Perfil del gestor cultural municipal. Universidad de Cádiz y Universidad Internacional de Andalucía.
VV.AA. (2024). Informe sobre el estado de la Cultura 2024. Los derechos culturales ante los retos contemporáneos. Fundación Alternativas.
Añadir nuevo comentario