Vanesa Abarca Abarca Directora del Grado en ADE de la Universidad Isabel I
Mié, 16/01/2019 - 16:57

Serie 'A vueltas con la Economía'

Máquina de Newcomen. | Newton Henry Black, Harvey Nathaniel Davis [Dominio público Dominio], via Wikimedia Commons.

Serie: 'A vueltas con la Economía' (VIII)

En la historia de la humanidad solo ha habido dos grandes revoluciones económicas que han quebrado la estructura productiva previa: la Neolítica (circa 10000 a. C.) y la Tecnológica (circa 1770).  En ambos desarrollos se han producido cambios tecnológicos relevantes pero su carácter rupturista es decisorio para determinar su naturaleza transformadora.

Una de las grandes diferencias entre una y otra es que en el caso de esta última ha permitido el crecimiento económico moderno, es decir, el incremento sostenido de la producción total de bienes y servicios, algo que en el caso de la Revolución Agrícola no puede mantenerse, pues el factor tierra tiene unos fieles y lúgubres compañeros, los rendimientos decrecientes.

La Revolución Tecnológica consta de varias fases, la primera de ellas, la llamada Primera Revolución Industrial tiene un único escenario espacial, Gran Bretaña. A ellos, a los británicos del Setecientos, debe la humanidad la posibilidad de acabar con la tiranía de los rendimientos decrecientes en economía en su conjunto.

En este primer periodo la técnica fue primordial frente al de la ciencia. Los inventores ingleses que propiciaron la revolución industrial no eran científicos, ni ingenieros superiores, eran más bien artesanos, maestros de taller o simples obreros de todas las edades, (el trabajo infantil fue parte importante de la masa laboral en Gran Bretaña en las industrias textiles y en las explotaciones mineras). Concretamente, la Primera Revolución Industrial se asentó en 3 innovaciones tecnológicas:

1. Nuevas máquinas para la fabricación de tejidos de algodón.

2. La sustitución del carbón vegetal por el carbón mineral en la siderurgia

3. La introducción de la máquina de vapor como motor.     

La aplicación masiva de energía para mover las máquinas y los transportes fue clave al igual que la innovación productiva-organizativa, el sistema de fábrica.

A fines del siglo XIX, hacia 1880 tuvo lugar una Segunda Revolución Tecnológica. A diferencia de la precedente, la importancia del conocimiento científico fue determinante. A partir de entonces, la capacidad para inventar de cada país estuvo relacionada con su capacidad para invertir en ciencia e investigación y para formar mediante un sistema educativo adecuado tanto mano de obra especializada como investigadores.

La Segunda Revolución Tecnológica fue el resultado directo de la aplicación de una serie de avances científicos a la tecnología y a la organización de la producción. La investigación y el desarrollo científico precedieron y fueron condición necesaria para las innovaciones tecnológicas. El desarrollo de la industria petroquímica, de la industria eléctrica con todas sus ramas, de los motores de explosión, etc., fueron el resultado de la aplicación de principios teóricos desarrollados en las universidades.

La Segunda Revolución marcó también un cambio en el liderazgo tecnológico en favor de Alemania y Estados Unidos y en detrimento de Gran Bretaña, que había protagonizado la Primera Revolución Industrial. A las nuevas formas de obtener materiales y a los nuevos materiales, la aplicación de nuevas fuentes de energía y transformadores, la creación de grandes empresas se suman nuevas formas de gestión y control, y nuevos sistemas de organización del trabajo.

Los investigadores coinciden que la difusión de la Segunda Revolución Tecnológica solo acontecería en aquellos países socialmente preparados para la adoptarla, los que mostrasen una alta dotación de capital humano. Los países de la OCDE y, también, los de la URSS y del bloque del Este, podían incorporar, emular, adaptar y difundir masivamente aquellas tecnologías a su tejido productivo.

La importancia de los procesos de transferencia tecnológica (inicialmente casi sólo desde EE. UU.) es indiscutible. Desde allí y al finalizar la Segunda Guerra Mundial nuevas tecnologías y nuevos productos fueron transferidos y replicados: el automóvil, los camiones y los tractores, la generación de electricidad y los electrodomésticos, los plásticos o detergentes y pesticidas fabricados.

Resulta difícil exagerar la importancia de los avances tecnológicos de este periodo, y cómo cambiaron la vida cotidiana y las formas de producir, trabajar y comerciar a escala mundial. La aparición de un sector creciente en las economías desarrolladas dedicado a la investigación y el desarrollo técnico es a la vez el resultado y la causa de estos avances y pobre del país o la empresa que olvide esta lección.

Entrada publicada el 16/01/2019

Editor: Universidad Isabel I

Burgos, España

ISSN: 2659-398

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