Carmen Cares Mardones Docente de la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales
Jue, 28/04/2022 - 11:00

Grupo de niñas y niños jugandoGrupo de niñas y niños jugando.

Serie: 'El Reto del Profesor en Formación' (XXVII)

Coeducación no es un término nuevo, pero cada vez está adquiriendo más relevancia gracias a las exigencias sociales que buscan transformaciones educativas, principalmente aquellas referidas a la igualdad de género.

Si hacemos algo de memoria, no es hasta finales del siglo XVIII que aparecen las primeras escuelas para niñas en España. En aquella época la escuela era segregada, es decir, o solo para niñas o solo para niños. Y, por increíble que parezca, esto se mantuvo así hasta muy avanzado el siglo XX. Educar por separado a niñas y niños no era solo un hecho anecdótico, el currículo era distinto para unas y otros. Según Marina Subirats (2017), los niños aprendían a leer y escribir, gramática, aritmética, historia y geografía. Las niñas, a rezar y coser.

El primer paso de la coeducación, a finales del siglo XIX e inicios del XX, fue luchar para que las niñas tuvieran acceso a las mismas escuelas que los niños, aunque pasarían muchos años hasta que eso fuera posible. A partir de 1970, con la Ley General de Educación (LGE), se prohibió la discriminación por cualquier razón en las escuelas y pudieron surgir las escuelas mixtas. Es esta la razón por la cual a veces se emplea coeducación como sinónimo de escuela mixta o no segregada por sexo.

La coeducación puede comprenderse hoy como una intervención educativa que busca el desarrollo integral de cada persona, en independencia de su sexo o género (Suberviola Ovejas, 2012), y no se restringe solo a la disminución de la desigualdad entre mujeres y hombres.

Madeleine Arnot (2009) destaca la necesidad de coeducar para una ciudadanía en igualdad, en donde exista un reconocimiento al valor de la diversidad, la intención por crear desarrollo sostenible y disminuir la pobreza, fomentar la democracia y, sobre todo, educar para la paz. Hablamos, entonces, de una educación éticamente responsable, consciente de los desafíos que impone el siglo XXI

Es importante comprender que la necesidad de educar en igualdad es una necesidad social y no solo de las niñas y las mujeres, y que disminuir las brechas de género no implica desequilibrar la balanza hacia el otro extremo. El trabajo coeducativo es ante todo reflexivo, crítico y prospectivo, pero requiere de acciones concretas en el presente.

Las voces expertas en coeducación coinciden en que la formación es fundamental para generar los cambios en la escuela, porque la mayoría de las situaciones de desequilibrio no son percibidas como tal, ya que han sido justificadas y normalizadas socialmente. No basta con las buenas intenciones, el profesorado debe tener conocimientos sobre la materia y a partir de ahí evaluar y proponer los cambios que correspondan.

Los centros educativos son un nicho ideal para inculcar el respeto por la diversidad y concienciar sobre el derecho a una vida plena y digna para todas las personas. Cuestiones tan sencillas como la utilización de los espacios de juego puede dar cuenta de cómo la escuela normaliza el hecho de que las niñas ocupen espacios reducidos, porque son más tranquilas y no necesitan descargar tanta adrenalina (Bornal,2014). Por lo tanto, coeducar requiere de un cambio de perspectiva educativa, en donde las concepciones sobre cómo educar a niñas y niños sea revisada desde una perspectiva crítica. Y ello implica, autoevaluarse y reconocer aquellas cosas que no estamos haciendo bien.

Si bien el mundo actual se presenta cada vez más árido para las nuevas generaciones, vale la pena preguntarse qué tan efectivo es educar estudiantes competitivos versus los beneficios de fomentar la cooperación entre iguales. Para Marina Subirats (2017), esto puede significar el paso de la violencia a la empatía. Sabemos que la agresividad se ha considerado una característica de los hombres, como una forma de manifestación de virilidad. Eliminar la violencia entre niños y chicos requiere de un cambio de mirada sobre “el deber ser” de los hombres, un trabajo que puede y debe ser parte de la formación de vida que proporciona la escuela.

A nivel curricular no todo está dicho, el currículo educativo no es un guion que cada docente debe seguir invariablemente. Si bien hemos dado pasos para generar formas de participación del estudiantado en su proceso de aprendizaje, resulta imprescindible propiciar en ellas y ellos la capacidad de evaluar su entorno, y de reconocer aquello que no contribuya al desarrollo de una sociedad más justa para todas y todos.

Referencias bibliográficas

Arnot, M. (2009). Coeducando para una ciudadanía en igualdad. Morata.

Bornal, X. (2014). Cambiar la escuela: la coeducación en el patio de juegos. Institut de Ciències de l’Educació Universitat Autònoma de Barcelona

Lamas, M. (1999). Usos, dificultades y posibilidades de la categoría género. Papeles de Población. 5 (21), 147-178.

Scott, J. (2008). Género e historia. Fondo de Cultura Económica.

Suberviola Ovejas, I. (2012). Coeducación: un derecho y un deber del profesorado. REIFOP, 15 (3), 59-67.

Subirats, M. (2017). Coeducación, apuesta por la libertad. Octaedro editorial.

Editor: Universidad Isabel I

ISSN 2792-1859

Burgos, España

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