Andrés Seoane Fuente - Lun, 07/08/2017 - 12:07
La docencia es un pilar fundamental de la formación. El contexto de continua transformación tecnológica en el que vivimos inmersos obliga a dejar atrás la idea del profesor como única fuente de conocimiento, y precisa de un aprendizaje constante de los docentes para mantenerse actualizados. Lejos del antiguo modelo de clases magistrales, necesitan tener unos valores adaptados a la realidad digital. Aquí te contamos cuáles son y en qué consisten.
Competencia digital: Es imprescindible dominar y exprimir todas las herramientas tecnológicas que los docentes tienen a su alcance. Nuestros profesores lo saben, y se valen de las posibilidades que ofrece la modalidad online para que sus alumnos desarrollen su competencia digital a la vez que adquieren los conocimientos propios de sus estudios. Ellos son digitales y hacen digital al alumnado. Además de convertirse en profesionales capacitados para ocupar los puestos que se demandan en el mercado laboral, los futuros egresados desarrollan una competencia digital hoy en día imprescindible para el desempeño de cualquier actividad, gracias a la transmisión de esta aptitud por parte de nuestros docentes.
Experto en su materia: Todos los profesores de la Universidad Isabel I son expertos en las materias que imparten. La mayoría de nuestra plantilla docente tiene el título de doctor, así como la acreditación que concede la Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación (ANECA). El dominio de las asignaturas facilita la comprensión y adquisición por parte de los alumnos, que participan en un proceso de aprendizaje que siempre está enfocado a la aplicación práctica partiendo desde una base teórica sólida, contrastada y diseñada para que el estudiante sea capaz de adaptarse a la realidad del entorno laboral actual.
Experiencia profesional: Explicar el marco teórico desde el conocimiento y la experiencia de la actividad profesional. Nuestros docentes imparten una enseñanza que han adquirido a través de la práctica laboral, conocen la realidad de las empresas y las administraciones, las demandas del mercado y las competencias que deben adquirir los alumnos para convertirse en los perfiles que responden a los puestos de trabajo que requiere el momento actual. Son profesores que trabajan pegados a la realidad profesional, hacia la que enfocan todo el proceso de aprendizaje. Y, de este modo, el estudiante se prepara para dar el salto al desempeño de un puesto laboral, con capacidad para resolver situaciones propias del desarrollo de cualquier ocupación y las competencias que exige el mercado.
Educación horizontal: La imagen de un profesor subido a la tarima de un aula y dando un discurso mientras la clase toma apuntes se ha terminado. El docente es un facilitador, un guía. Los alumnos tienen acceso al conocimiento más allá del profesor, y este debe ser consciente del cambio de paradigma y de su nuevo papel en este proceso. En la Universidad Isabel I el profesorado acompaña al estudiante, le motiva y le ayuda. Potencia el diálogo, el debate, la comunicación y el intercambio de información, e impulsa que el conocimiento se construya de un modo compartido y multidireccional, en el que todos los actores intervinientes pueden aportar su experiencia, su opinión y sus propuestas para enriquecer la formación colectiva.
Contacto directo: La experiencia de nuestros alumnos lo confirma: la calidad de la docencia es lo que más destacan de su experiencia formativa, con un 4,2 sobre 5 en la sencuestas de satisfacción. Y al relatar cómo están viviendo sus estudios, hay una frase que se repite: “los profesores están siempre disponibles, y el trato es incluso más cercano que en una universidad presencial”. La tecnología rompe todas las barreras espacio temporales, y permite que los docentes respondan con rapidez y eficiencia a las consultas de los alumnos, en cualquier momento y desde cualquier lugar.
Atención personalizada: Esta digitalización de la formación implícita en la modalidad online, facilita no sólo un contacto directo entre el profesor y el alumno, sino también un trato individualizado. Las demandas de cada estudiante se atienden de manera individual, respondiendo a las dudas o problemas concretos de cada uno y aportando una solución a medida. El docente presta una atención personalizada, que se traduce en una formación de calidad en la que el alumnado tiene la llave para resolver todos los conflictos que puedan surgirle en función de los detalles concretos de su situación.
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